BUENOS AIRES, jueves 10 de junio de 2010 (ZENIT.org-AICA).- Ante versiones periodísticas que puedan generar confusión sobre la posición del obispo argentino de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, ante el proyecto de ley de «matrimonio», entre personas del mismo sexo, el propio prelado ha confirmado que su posición es la posición de la Iglesia.
«Mi opinión es la opinión de la Iglesia, por la cual Dios concibió al hombre y a la mujer con la finalidad de formar un matrimonio y, en ese ámbito, procrear hijos. Precisamente por nuestra creación divina, estamos llamados a cumplir esa misión», ha añadido el prelado.
Con una declaración monseñor Urbanc desmiente interpretaciones periodísticas que veían en sus declaraciones sobre el respeto debido a las personas homosexuales, un apoyo oficial al «matrimonio gay».
«Mi discurso permanente al respecto es el respeto del único modo de matrimonio que es el natural: unión estable de un varón y una mujer, lo cual se expresa en la ley natural; y ésta debe ser expresión de la voluntad del Creador. Toda otra propuesta es falaz y destructora de la especie humana», subraya el prelado en un comunicado.
Asimismo, indica que «como cristianos debemos respetar a las personas y no podemos juzgar sus intenciones íntimas. Es un deber de caridad cristiana corregir al que está en un error. La Iglesia jamás legislará ni apoyará cuestiones antinaturales o que lleven al deterioro de la naturaleza humana. Por eso, defendemos la vida a ultranza, hasta dar la vida por la vida. El matrimonio entre varón y mujer es una institución querida por el mismo Dios y así debe ser cuidado, respetado y defendido contra proyectos inicuos».
Ante el inminente tratamiento en el Senado de Argentina del proyecto de ley que contempla el matrimonio entre personas del mismo sexo, monseñor Urbanc reafirmó lo ya expuesto el 20 de abril pasado por la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina: «Corresponde a la autoridad pública tutelar el matrimonio entre el varón y la mujer con la protección de las leyes, para asegurar y favorecer su función irreemplazable y su contribución al bien común de la sociedad».
«La unión de personas del mismo sexo carece de los elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia. Está ausente de ella la dimensión conyugal y la apertura a la transmisión de la vida», indica la nota episcopal.
«En cambio, el matrimonio y la familia que se funda en él, es el hogar de las nuevas generaciones humanas. Desde su concepción, los niños tienen derecho inalienable a desarrollarse en el seno de sus madres, a nacer y crecer en el ámbito natural del matrimonio. En la vida familiar y en la relación con su padre y su madre, los niños descubren su propia identidad y alcanzan la autonomía personal».
«Apelamos a la conciencia de nuestros legisladores para que, al decidir sobre una cuestión de tanta gravedad, tengan en cuenta estas verdades fundamentales, para el bien de la Patria y de sus futuras generaciones».