ROMA, domingo 27 de junio de 2010 (ZENIT.org).- El obispo secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz Mario Toso intervino en este jueves en el VII Simposio Internacional de Profesores Universitarios, que tiene lugar en Roma hasta el 26 de junio. Monseñor Toso dijo que hace falta un nuevo proyecto para superar los desequilibrios globales a partir de la encíclica Caritas in Veritate.
Monseñor Mario Toso intervino sobre el tema Caritas in veritate. Hacia una economía al servicio de la familia humana. Persona, sociedad, instituciones.
El secretario de Justicia y Paz se mostró convencido de que “la Caritas in Veritate, que ha visto la luz al principio del tercer milenio, en un momento histórico de transformaciones tumultuosas y de construcción de nuevas instituciones, adecuadas a un mundo cada vez más globalizado, puede convertirse en la carta magna de un empeño renovador de las culturas y de la concepción del desarrollo de la familia humana, además de las relativas políticas y legislaciones, como ya hizo la Rerum Novarum de León XIII, a caballo entre los siglos XIX y XX”.
“En una sociedad “líquido-moderna” –añadió–, para decirlo con la expresión de Zygmunt Bauman, que todo lo envuelve y todo lo traga, y que asume los perfiles de una convivencia sin un constructo unificador si no el del mercadismo y la tecnocracia, epígonos ideológicos de la modernidad, la Caritas in Veritate ofrece la esperanza de un renacimiento espiritual y moral, un suplemento de reflexividad y las bases de una nueva proyectualidad capaz de superar los desequilibrios globales”.
Con este VII Simposio, precisó, “se pretende dar vida a una fase de profundización científica de los contenidos de la Caritas in Veritate que antecede a la de experimentación”. En la encíclica, subrayó, “se encuentran principios de reflexión, criterios de juicio, orientaciones prácticas que exigen ser desarrollados e integrados desde el punto de vista teórico-práctico, de la operatividad históricamente contextualizada”.
Por ejemplo, se lee: “La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia exigen que, sobre todo hoy, las decisiones económicas no hagan aumentar de modo excesivo y moralmente inaceptable las diferencias de riqueza y que se siga persiguiendo como prioridad el objetivo del acceso al trabajo o de su mantenimiento, para todos” (nº 32).
Monseñor Toso precisó que “el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diversos países, o sea el aumento masivo de la pobreza en sentido relativo, no sólo tienede a erosionar la cohesión social, y por esta vía pone en riesgo la democracia, sino que tiene también un impacto negativo a nivel económico, a través de la progresiva erosión del ‘capital social’, o sea de aquél conjunto de relaciones de confianza, de fiabilidad, de respeto de las reglas, indispensables para toda convivencia civil”.
Añadió que “la ciencia económica nos dice siempre que una situación estructural de inseguridad genera actitudes antiproductivas y de derroche de recursos humanos, en cuanto que el trabajador tiende a daptarse pasivamente a los mecanismo automáticos, en lugar de liberar creatividad”. También sobre este punto, subrayó, “hay una convergencia entre ciencia económica y valoración moral”.
“Los costes humanos –precisó- son siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan siempre también costes humanos”.
Señaló que “hay que recordar que el achatamiento de las culturas a la dimensión teconológica, si a corto plazo puede favorecer la obtención de beneficios, a largo plazo obstaculiza el enriquecimiento recíproco y las dinámicas de colaboración”.
Subrayó que es importante distinguir “entre consideraciones económicas y sociológicas de breve y largo plazo. El rebajamiento del nivel de tutela de los derechos de los trabajadores o la renuncia a mecanismos de redistribución de la renta, para hacer adquirir al país mayor competitividad internacional, impiden la afirmación de un desarrollo de larga duración”.
Por tanto, advirtió que “hay que valorar atentamente las consecuencias sobre las personas de las tendencias actuales hacia una economía del breve, tal vez brevísimo plazo” (nº 32).
Y la conclusión a la que llega la encíclica desmiente el juicio de abstracta que le atribuyen algunos: “Esto exige una nueva y profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines, además de una revisión profunda y clarividente del modelo de desarrollo, para corregir sus disfunciones y distorsiones. Lo exige, en realidad, el estado de salud ecológica del planeta; sobre todo lo exige la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes desde hace tiempo en todo el mundo” (nº 32).
Se trata, por tanto “de reflexionar sobre los problemas actuales, discernir, iniciar y esbozar nuevas proyectualidades, relativas a una economía que ponga en el centro a la persona y esté, en consecuencia, al servicio del bien de la familia humana”.
Así, según monseñor Toso, se expresa la Caritas in Veritate, infundiendo valor a quienes están sedientos de justicia y de paz: “Los aspectos de la crisis y de sus soluciones, a demás de un futuro nuevo posible desarrollo, están siempre interconectados, se implican mutuamente, exigen nuevos esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanística. La complejidad y gravedad de la actual situación económica justamente nos preocupa, pero debemos asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades a las que nos llama el escenario de un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los que construir un futuro mejor. La crisis nos obliga a reproyectar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apuntar sobre las experiencias positivas y a rechazar las negativas. La crisis se hace así ocasión de discernimiento y de nueva proyectualidad. En esta clave, confiada antes que resignada, conviene afrontar las dificultades del momento presente” (nº 21).
Por Nieves San Martín