ROMA, lunes 28 de junio de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI anunció hoy la creación de un nuevo dicasterio vaticano dedicado de forma específica a la nueva evangelización de los antiguos países cristianos, hoy secularizados.
El Papa hizo este anuncio durante la celebración de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de san Pedro y san Pablo, en la Basílica de San Pablo Extramuros.
Este nuevo organismo, explicó el pontifice, tendrá la forma jurídica de “Consejo Pontificio”, y su tarea primordial será “promover una renovada evangelización en los países donde ya resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua fundación, pero que están viviendo una progresiva secularización de la sociedad y una especie de eclipse del sentido de Dios”.
El nuevo Consejo quiere desarrollar un aspecto del decreto conciliar Ad gentes, que preveía tres tipos distintos de evangelización: una primera evangelización a los países que nunca han recibido el evangelio; una consolidación en los países evangelizados hace poco tiempo; y una nueva evangelización en los antiguos países cristianos, hoy secularizados.
En realidad, afirmó el Papa, este el “gran anhelo conciliar a la evangelización del mundo contemporáneo” no está solo en el Decreto Ad gentes, sino que “permea todos los documentos del Vaticano II y que, antes aún, animaba los pensamientos y el trabajo de los Padres conciliares.
Juan Pablo IIBenedicto XVI afirmó que, en su forma y dirección concreta, este objetivo de la “nueva evangelización” fue la gran inspiración de su predecesor, Juan Pablo II.
“No hay palabras para explicar cómo el Venerable Juan Pablo II, en su largo pontificado, desarrolló esta proyección misionera”.
Juan Pablo II “representó ‘en vivo’ la naturaleza misionera de la Iglesia, con los viajes apostólicos y con la insistencia de su Magisterio sobre la urgencia de una ‘nueva evangelización’”, explicó el Papa.
“A todos es evidente que mi Predecesor dio un impulso extraordinario a la misión de la Iglesia, no solo – repito – por las distancias que recorrió, sino sobre todo por el genuino espíritu misionero que le animaba y que nos dejó en herencia en el alba del tercer milenio”, afirmó Benedicto XVI.
El Papa se declaró “heredero” de Juan Pablo II, y recordó sus propias palabras al comienzo de su ministerio petrino: “la Iglesia es joven, abierta al futuro”.
“Y lo repito hoy, cerca del sepulcro de san Pablo: la Iglesia es en el mundo una inmensa fuerza renovadora, no ciertamente por sus fuerzas, sino por la fuerza del Evangelio, en el que sopla el Espíritu Santo de Dios, el Dios Creador y redentor del mundo”.
Hambre de Dios
Admitiendo que los desafíos de la época actual “están ciertamente por encima de las capacidades humanas: lo están los retos históricos y sociales, y con mayor razón los espirituales”, sin embargo recordó que “con la fe en Dios nada es imposible”.
Hoy, afirmó, “existe un hambre más profunda, que sólo Dios puede saciar. También el hombre del tercer milenio desea una vida auténtica y plena, tiene necesidad de verdad, de libertad profunda, de amor gratuito”.
“También en los desiertos del mundo secularizado, el alma del hombre tiene sed de Dios, del Dios vivo”, afirmó.
Espcialmente, se refirió a las naciones “en las que el Evangelio echó raíces durante muchos siglos, dando lugar una verdadera tradición cristiana, pero en la que en los últimos siglos – con dinámicas complejas – el proceso de secularización ha producido una grave crisis del sentido de la fe cristiana y de la pertenencia a la Iglesia”.
Subrayó también la importancia del diálogo ecuménico en esta nueva evangelización, ante los miembros de la Delegación enviada por el Patriarca Bartolomé I con motivo de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, como es costumbre desde hace varios años.
“Que la intercesión de los santos apóstoles Pedro y Pablo obtenga a la Iglesia entera fe ardiente y valor apostólico, para anunciar al mundo la verdad de la que todos tenemos necesidad, la verdad que es Dios, origen y fin del universo y de la historia, Padre misericordioso y fiel, esperanza de vida eterna”, concluyó el Papa.