Ante la violencia

Por monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán

Share this Entry

TEHUACÁN, sábado, 3 de julio de 2010 (ZENIT.orgEl Observador).- Mediante una reflexión sobre la vida como don y regalo de Dios, el obispo de Tehuacán, monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, propone una visión católica de la realidad que hace asumir la esperanza a los fieles que, como en México, se encuentran sumidos en una espiral de violencia que pretende acabar con la armonía de la sociedad.

A continuación, presentamos el mensaje completo de monseñor Aguilar Martínez

 

* * *

 

 

Nuestra vida: regalo y tarea

 

No cede la ola de violencia en nuestro país, por desgracia con muchas y variadas manifestaciones, a veces muy cerca de nosotros o en que nos vemos afectados. Me pregunto y pregunto a usted: ¿esto es irremediable? Yo prefiero no dejarme llevar por el pesimismo; tampoco por la sola acusación y condena de lo que otros hacen mal.

Resuenan en mi conciencia las palabras de san Pablo, cuando se dirige a los romanos: «No se adapten a los criterios de este mundo; al contrario, transfórmense, renueven su interior, para que puedan descubrir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto… Que el amor entre ustedes no sea hipócrita; aborrezcan lo malo y pónganse de parte de lo bueno… Sean los primeros en estimarse unos a otros… Bendigan a quienes los persiguen; bendigan y no maldigan… A nadie devuelvan mal por mal; procuren hacer el bien ante todos los hombres. Hagan lo posible, en cuanto de ustedes dependa, por vivir en paz con todos. No hagan justicia por sus propias manos… No te dejes vencer por el mal; por el contrario, vence el mal a fuerza de bien.» (Romanos 12, 2ss).

Estas palabras de san Pablo son iluminadoras y exigentes. Empecemos por revisar y desterrar de nuestra vida toda acción de violencia, de agresión, de abuso. Por el contrario, veamos nuestra vida como un gran y hermoso regalo que Dios nos ha hecho para ser agradecidos, por una parte, y, por otra, para comprometernos en hacer el bien.

Así iniciemos cada día, disponiéndonos a vivirlo como una ofrenda agradable a Dios y según su voluntad, que siempre es lo mejor para nosotros y para todos. A su vez, al terminar el día reconozcamos, agradecidos, lo que Dios nos ha concedido y también ha concedido a otros, incluyendo los momentos en que hemos sido instrumentos de Dios para los demás; también reconozcamos, con humildad, el mal que hemos hecho y el bien que hemos dejado de hacer, pidiéndole perdón por ello; por último, renovemos nuestra fe en Dios, que no deja de confiar en nosotros, que no deja de enviarnos para ser testigos de su amor y su bondadosa misericordia.

Así cada día, podremos sembrar menos violencia y muerte, más paz y vida.

Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación

@media only screen and (max-width: 600px) { .printfriendly { display: none !important; } }