CIUDAD DEL VATICANO, jueves 2 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Con “serenidad” y “un poco de tristeza”, así se despidió monseñor Agostino Marchetto, hasta ahora secretario del Consejo Pontificio para los Migrantes e Itinerantes.
“El mío es el estado de ánimo de quien se jubila después de muchos años. Hay un poco de tristeza, pero también la serenidad de haber hecho lo que consideraba mi deber”, explicó hoy el propio prelado a los micrófonos de Radio Vaticano.
Monseñor Marchetto se declaró muy contento de poder dedicarse a su mayor pasión, la historia: “Yo fundamentalmente soy un historiador – explicó a la emisora vaticana – Me interesa la teología, me ha interesado mucho la pastoral, también el derecho canónico, pero mi gran pasión es la historia”.
El arzobispo ya dimisionario resaltó también el trabajo realizado en el Consejo Pontificio para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes, un sector pastoral “muy consolidado”.
En esta cuestión, afirmó, “la Iglesia ha tenido un papel profético, desde hace más de cien años”, con un “magisterio extraordinario”.
Sobre inmigración, “nosotros los hombres de Iglesia hemos dicho siempre que existe un binomio entre acogida y seguridad, pero en muchos lugares los esfuerzos y el dinero van todos en la línea de la seguridad más que de la acogida”.
El prelado, que saltó a la actualidad el pasado 20 de agosto por unas declaraciones contra la decisión del gobierno francés de deportar a un grupo de gitanos rumanos, se vio envuelto en una polémica por una traducción errónea de sus palabras.
Benedicto XVI concedió el pasado 25 de agosto a monseñor Marchetto la dimisión que éste había pedido al Papa hace tiempo, según explicó el propio prelado.
Monseñor Marchetto, que cumplió 70 años el pasado 28 de agosto, había pedido desde hacía tiempo al Papa poder retirarse de su trabajo en el dicasterio antes de la edad habitual como arzobispo (75 años), para poder consagrarse al estudio de la historia del Concilio Vaticano II, sobre el que ya publicó un volumen el pasado mes de marzo.
Retirarse a los 70 años de edad es un privilegio que se concede a los nuncios apostólicos.
Diplomático durante veinte años en África y aquejado por una grave enfermedad en 1996, el arzobispo Marchetto quiere quedarse en Roma, por lo que no quiere dejar de trabajar.
«Quiero continuar mi investigación sobre el Concilio Vaticano II, una obra que me fascina tanto como las cuestiones de la movilidad humana», dijo a Radio Vaticano.
Antes de trabajar al servicio de los Migrantes, el arzobispo Marchetto, que habla perfectamente francés, fue el Observador Permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que tiene su sede en Roma.