ROMA, miércoles 15 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Occidente intenta imponer a África una ideología de género contraria a su cultura, con el pretexto de ayudas y subvenciones. Un tema que preocupa a los obispos africanos, y sobre el que monseñor Anatrella trató el pasado mes de julio.
Monseñor Tony Anatrella es psicoanalista y especialista en psiquiatría social. Consultor del Consejo Pontificio para la Familia y del Consejo Pontificio para la Salud, es también miembro de la Comisión Internacional de Investigación sobre Medjugorje de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y asesora y enseña en París en el IPC y en el Collège des Bernardins.
Fue invitado a dar una conferencia sobre el tema: «La Caritas in Veritate y la teoría de género» a los obispos africanos reunidos en Accra (Ghana) para la plenaria del SCEAM, celebrada del 26 de julio hasta el 2 de agosto de 2010.
Sobre este tema concedió también esta entrevista a ZENIT, que por su densidad y extensión ofrecemos en cuatro partes (la primera se publicó el lunes 13, y la segunda, el martes 14 de septiembre).
-¿Cómo se está expandiendo la ideología de género en África?
Monseñor Tony Anatrella: Occidente produce ideas que son nuevas patologías sociales y trata de exportarlas a África, aunque los africanos no quieren, a pesar de la financiación que se les ofrece en salud, educación, pareja y familia a cambio de la difusión de los conceptos de «género» en este continente. Algunos grupos cristianos están atrapados en el juego de las subvenciones en la medida en que propagan esta ideología en sesiones de formación organizadas por las Cáritas dirigidas a los sacerdotes, religiosos y religiosas. Algunos obispos me han dicho que ellos han rechazado y se han negado a disponer de fondos para sus escuelas y centros de salud porque no querían ser instrumentalizados por las agencias de las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales.
Del mismo modo, los responsables políticos de varios países africanos soportan cada vez menos la acción común de las diversas cancillerías europeas, a través de sus embajadas, que intervienen de forma acosadora para favorecer el reconocimiento casi matrimonial de las relaciones entre personas del mismo sexo. Para los africanos, los occidentales comenten un disparate al querer imponerles un estilo de vida que es contraria a la realidad de que sólo un hombre y una mujer forman una pareja, se casan, conciben, adoptan y educan a los niños. La orientación sexual es un factor determinante de la personalidad que el sujeto puede asumir más o menos, es su problema. Pero no es una referencia a partir de la cual la sociedad se organiza en materia conyugal y familiar. Es precisamente por esta razón por lo que Francia no reconoce el matrimonio o adopción de niños por personas del mismo sexo. No hay discriminación para afirmar que el interés superior del niño es el de poder crecer entre un hombre y una mujer. Incluso sería discriminatorio privarle de la unión uno y otra en el corazón de la vida conyugal de sus padres que dan en sí mismos y de verdad, nacimiento a una familia. El interés superior del niño no reside en roderarle afectivamente de personas que se ocupan de él, sino vivir en las mismas condiciones de la filiación que solo pueden compartir un hombre y una mujer. El resto es una falsificación de la conyugalidad y de la filiación con efectos dañinos sobre los individuos y la sociedad.
En la ideología de género, se nos querría devolver a una naturaleza indeterminada y maleable según las fantasías de cada uno. El psicoanálisis nos ha enseñado lo que los antiguos ya sabían, que la fantasía no está destinada a hacerse realidad. Es simplemente una obligación hecha a la representación instintiva de trabajar sobre sí misma. El clima social, y la política educativa de la época actual, no facilitan esta operación porque valoran el infantilismo, la impulsividad y el permanente paso a la acción.
-¿Se tiene el sentimiento de que la teoría de género rechaza la diferencia sexual, la cual es por tanto uno de los fundamentos de toda sociedad?
Monseñor Tony Anatrella: Sí, está en la negación de la diferencia sexual y esta transgresión de lo real es insoportable para los africanos quienes, en el mejor de los casos, tienen el sentido del hombre y la mujer y la familia, cuando no están sometidos a concepciones de desigualdad y de dominación del hombre sobre la mujer. Esta negación se debe a que, al haberse creado esta ideología a partir de personalidades transexuales que ya no aceptan su cuerpo sexuado sino un cuerpo de fantasía perteneciente al otro sexo, los primeros teóricos han concluido que la identidad sexual no está de verdad inscrita en el cuerpo, sino en la psique. O dicho de otra forma, el verdadero sexo es la fantasía. Estamos en plena hemorragia psíquica. Un caso particular y extremo se ha convertido en una generalidad. Así ha nacido una ideología psicologizadora en cuyo nombre la política está llamada a hacer leyes a partir de los intereses subjetivos de cada uno, que dividen a la sociedad.
El movimiento feminista y las lesbianas y los gays han aprovechado para dar legitimidad «científica» a su estilo de vida y sus reivindicaciones. La orientación sexual sustituye a la identidad sexual. Se ha desarrollado toda una trayectoria de compasión en torno a estas cuestiones, a causa de la pandemia del Sida, y la ideología, uniendo los sentimientos y la negación de la humanidad, se ha impuesto hasta el punto de convertirse en la norma a partir de la cual se redefinen el hombre, la mujer, la pareja, el matrimonio, la familia y la filiación. Esta dinámica ha necesitado más de cuarenta años para crear nuevos paradigmas y suceder al marxismo.
Así que en lugar de tratar de unir en la complementariedad estableciendo una relación entre las diferencias sexuales del hombre y la mujer, esta ideología (y las leyes hechas en su nombre) separa y opone cada vez más tratando de mantenerse en la indiferencia y, de hecho, en la confusión de los pensamientos….
La teoría de género no deja de oponer al hombre contra la mujer hasta la reivindicación de un poder femenino a través de la autonomía de las mujeres, que excluye al hombre de la procreación humana y de la vida familiar. Manifiesta una profunda falta de madurez intelectual en el sentido de que el fin de la madurez humana no es la autonomía, aunque este paso es necesario en el momento de la adolescencia para que el sujeto tome posesión de sí mismo, sino la interdependencia entre el hombre y la mujer. Esto facilita su relación de cooperación, la complementariedad y los roles de acuerdo a las cualidades, las habilidades y las simbologías de cada sexo. No es cierto que todas las funciones puedan ser realizadas indistintamente por hombres y mujeres y que esto no tenga consecuencias en las personas y en los vínculos sociales. Es suficiente con observar a los niños y a los adolescentes en el ámbito escolar.
El compartir a medias entre el hombre y la mujer no debe confundirse con la similitud y, en este sentido, la escuela mixta ha fracasado. En vez de fomentar una mejor relación entre el uno y el otro, implica la identificación una identificación femenina con la psicología masculina y la necesidad, entre los post-adolescentes treintañeros, de reunirse en grupos de personas del mismo sexo: masculino o femenino. Queda por descubrir que la relación, la atracción hacia el otros y la relación del hombre y la mujer no se basan sino en el reconocimiento íntimo de su distinción. Por el contrario, la teoría de género sugiere que no hay distinción. Hay sin embargo una psicol
ogía masculina distinta de la psicología femenina, con intereses y necesidades que son diferentes entre sí. Al perder el sentido de esta gran diferencia entre los sexos, también se pierde el sentido de otras diferencias cuando queremos hacerlas valer. Lo que es una farsa, porque lo que se busca es la similitud.
-Uno de los aspectos de la teoría de género que usted ha analizado ampliamente en sus libros y que también ha precisado en otras recientes entrevistas, ¿es la de oponer el hombre a la mujer? ¿Cómo aborda la encíclica esta cuestión?
Monseñor Tony Anatrella: El riesgo y el peligro de la teoría de género consiste precisamente en que, en nombre de artificios intelectuales, divide y separa realidades humanas que están destinadas a unirse. Adoptar medidas legislativas, por ejemplo, para modificar el idioma para aceptar mejor la oposición del hombre y la mujer, y fomentar el matrimonio y la adopción de niños por personas del mismo sexo aunque sean contradictorio, es este tipo de situación paradójica.
El Santo Padre subraya, con razón en su razonamiento, que el hombre no puede reducirse a un mero dato cultural, como sostiene la teoría de género. En concreto, destaca el riesgo de separar la cultura de la naturaleza humana. «El eclecticismo y el nivelamiento cultural tienen en común que separan la cultura de la naturaleza humana. Por lo tanto, las culturas ya no pueden encontrar su medida en una naturaleza que los trasciende, y terminan reduciendo al hombre a un mero dato cultural. Cuando esto sucede, la humanidad corre nuevos riesgos de esclavitud y de manipulación «(n. 26). En concreto, la raza humana se destruirá a menos que se reencuentre y se vea a través de la alteridad en la que se basa la «apertura a la vida que es fundamental para el desarrollo» integral (n. 28). Una alteridad que tiene su origen en la alteridad de Dios uno y trino, como el Papa dijo: «Sólo el encuentro con Dios permite no solo » ver al otro como otro «, sino reconocer en él la imagen de Dios, ayudando así a descubrirse realmente unos a otros y desarrollar un amor que se convierte en solicitud de uno hacia el otro” (n. 11).
En la teoría de género estamos en las antípodas del sentido de la alteridad, para instalarnos en la similitud, vista desde una visión medible de la paridad en todo punto entre el hombre y la mujer. Esta ya no actúa para volver a cuestionar una necesaria igualdad entre el hombre y la mujer. La Iglesia, a imagen de Cristo, fue la primera institución que apoyó la igualdad entre hombres y mujeres contra todos los modelos sociales concretos que iban en contra de esta dignidad. Luchó durante casi dos siglos para que se aceptara el matrimonio de libre elección de los esposos contra los matrimonios forzados y arreglados por las familias, la responsabilidad conyugal y parental compartida entre uno y otra y la centralidad de la expresión sexual en la vida de la pareja. Todavía le daría muchos ejemplos que han sido olvidados en la historia de las ideas para hacer justicia a la Iglesia en cuanto a la promoción de la mujer.
Sin embargo, lo que se está reproduciendo no tiene nada que ver con la igualdad entre hombres y mujeres. La paridad ha sido un pretexto para introducir un poder femenino que tiende a excluir al hombre, en particular en la esfera del matrimonio y la procreación. Una actitud que consiste en devaluar el matrimonio en beneficio de la convivencia, de la unión civil, de la célula monoparental, poniendo a todos en el mismo plano. Una confusión adicional perjudicial para el vínculo y la cohesión social que resulta fragmentada. Entonces usted se sorprenderá por el creciente número de sencillos y la dificultad para muchos de saber estar en pareja y de elaborar una relación conyugal según las etapas de la propia vida de la pareja.
Por este motivo el Santo Padre recuerda que el matrimonio no es otra cosa que la alianza comprometida sólo entre un hombre y una mujer, y sería poco razonable e injusto atribuir sus características a situaciones relacionales que son de una u otra naturaleza. El Papa subraya con razón que «los Estados están obligados a aplicar políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, primera y vital célula de la sociedad, teniendo en sus aspectos económicos y fiscales con respeto a su naturaleza relacional «(n. 44). En otras palabras, los Estados se equivocan al extender los derechos inherentes al matrimonio a situaciones como la cohabitación, el pacto civil y los dúos homosexuales que no tienen las mismas propiedades ni las mismas virtudes. Así, se fractura la antropología en vez de tener una visión unitiva.
[Entrevista realizada por Anita S Bourdin, traducida del francés por Inma Álvarez]