CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 22 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- “Este viaje apostólico ha confirmado en mí una convicción profunda: las antiguas naciones de Europa tienen un alma cristiana, que constituye una unidad con el ‘genio’ y la historia de los respectivos pueblos”.
Por ello, la Iglesia “no deja de trabajar para mantener continuamente en pie esta tradición espiritual y cultural”.
Así lo afirmó hoy el Papa Benedicto XVI, durante la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro, adonde acudió desde el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo.
Como es tradicional en este pontificado, Benedicto XVI quiso dedicar la primera audiencia general después del viaje apostólico a reflexionar sobre éste con los fieles y a expresar sus propias impresiones.
En una larga intervención, el Papa fue desgranando uno a uno los momentos del viaje, comenzando por el encuentro con la Reina Isabel II y el Duque de Edimburgo, en el palacio escocés de Holyroodhouse, y terminando con la beatificación del cardenal Newman, en el Cofton Park de Birmingham.
Este viaje “ha sido una visita oficial y, al mismo tiempo, una peregrinación al corazón de la historia y del hoy de un pueblo rico de cultura y de fe, como lo es el británico”, explicó.
El Papa subrayó que se ha tratado “de un acontecimiento histórico, que ha marcado una nueva fase importante en la larga y compleja historia de las relaciones entre esas poblaciones y la Santa Sede”.
En esta visita “quise sostener en primer lugar a la comunidad católica, animándola a trabajar sin descanso para defender las verdades morales inmutables que, retomadas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, están a la base de una sociedad verdaderamente humana, justa y libre”.
El Pontífice subrayó también que su intención ha sido “hablar al corazón de todos los habitantes del Reino Unido, sin excluir a nadie, de la verdadera realidad del hombre, de sus necesidades más profundas, de su destino último”.
“Al dirigirme a los ciudadanos de ese país, encrucijada de la cultura y de la economía mundial, tuve presente a todo Occidente, dialogando con las razones de esta civilización y comunicando la perenne novedad del Evangelio, de la que ésta está impregnada”.
De hecho, constató el Papa, la herencia cristiana “es aún fuerte e incluso activa en todos los estratos de la vida social”.
“El corazón de los británicos y su existencia están abiertos a la realidad de Dios y hay numerosas expresiones de religiosidad que esta visita mía ha puesto aún más en evidencia”, reiteró.
En estas cuatro jornadas, que calificó de “intensas y bellísimas jornadas”, el Papa subrayó que tuvo “la gran alegría de hablar al corazón de los habitantes del Reino Unido, y ellos han hablado al mío, especialmente con su presencia y con el testimonio de su fe”.
Descubriendo a Newman
Como el propio pontífice explicó a los presentes, el momento principal de su viaje fue la beatificación del cardenal Newman, “ uno de los ingleses más grandes de los tiempos recientes, insigne teólogo y hombre de Iglesia”.
“Este impresionante acontecimiento ha puesto aún más de relieve a un erudito de gran talla, un insigne escritor y poeta, un sabio hombre de Dios, cuyo pensamiento iluminó muchas conciencias y que aún hoy ejerce una fascinación extraordinaria”.
El Papa auguró que los católicos ingleses se inspiren en Newman “para que también en nuestros días esa noble tierra siga produciendo frutos abundantes de vida evangélica”.
“A la multitud de los fieles, especialmente los jóvenes, quise volver a proponer la luminosa figura del cardenal Newman, intelectual y creyente, cuyo mensaje espiritual se puede resumir en el testimonio de que el camino del conocimiento no es cerrazón en el propio “yo”, sino que es apertura, conversión y obediencia a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida”.
“El beato John Henry Newman, cuya figura y escritor conservan aún una actualidad extraordinaria, merece ser conocido por todos”, añadió el Papa.
Momentos significativos
De todas los encuentros celebrados, de los que el Papa aseguró que guarda un “recuerdo imborrable”, destacó su discurso en Westminster Hall ante los representantes políticos y civiles británicos, así como el encuentro con los representantes de la Iglesia de Inglaterra.
Del primero, destacó la importancia de haber podido decir, en un “tan prestigioso”, que la religión, “para los legisladores, no debe representar un problema que resolver, sino un factor que contribuye de forma vital al camino histórico y al debate público de la nación, en particular al recordar la importancia esencial del fundamento ético para las decisiones en los diversos sectores de la vida social”.
Por otro lado, Benedicto XVI concedió gran importancia a su encuentro privado con el Arzobispo de Canterbury, el cual supuso “la ocasión para reafirmar el compromiso común de dar testimonio del mensaje cristiano que une a católicos y anglicanos”, y a las vísperas en la Abadía de Westminster.
“Por primera vez un Sucesor de Pedro en el lugar de culto símbolo de las antiquísimas raíces cristianas del país”, afirmó.
“El rezo de la oración de las Vísperas, junto a las diversas comunidades cristianas del Reino Unido, representó un momento importante en las relaciones entre la Comunidad católica y la Comunión anglicana”, especialmente “cuando veneramos juntos la tumba de san Eduardo el confesor, mientras el coro cantaba: Congregavit nos in unum Christi amor”.
El Papa dedicó también un especial recuerdo a los jóvenes y a los niños, que tuvieron mucho que ver con “la atmósfera de fiesta y de alegría” durante su estancia en Gran Bretaña.
Los jóvenes, subrayó el Papa, “demostraron querer ser los protagonistas de una nueva etapa de valiente testimonio, de solidaridad con los hechos, de generoso compromiso al servicio del Evangelio”.
Por último, Benedicto XVI aludió a su encuentro con algunas víctimas de abusos por parte de miembros del clero y de religiosos.
“Fue un momento intenso de conmoción y de oración. Poco después, me encontré también con un grupo de profesionales y voluntarios responsables de la protección de los niños y de los jóvenes en los ambientes eclesiales, un aspecto particularmente importante y presente en el compromiso pastoral de la Iglesia”, concluyó.