KIEV, domingo 21 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- La Iglesia en Ucrania se suponía que había desaparecido. Los comunistas intentaron liquidarla en 1946, pero los creyentes conservaron la fe de modo clandestino, manteniéndola como una Iglesia de catacumbas durante más de 40 años.
Lubomyr Husar, la futura cabeza de la Iglesia en Ucrania, nació en Kiev en 1933, pero, en medio del alboroto del comunismo, su familia abandonó el país, encontrando refugio primero en Austria y asentándose, luego, en Estados Unidos en 1949. Vivieron en Estados Unidos durante 20 años y el joven Lubomyr siguió allí su vocación sacerdotal, convirtiéndose en sacerdote de la eparquía ucraniana de Stamford, Connecticut, en 1958.
Vivió en Italia durante más de dos décadas, y luego, tras 46 años de ausencia, volvió a su nativa Ucrania.
Hoy, a la edad de 77 años, y ahora cardenal (desde el año 2001), es el arzobispo de Kiev.
En esta entrevista, el cardenal reflexiona sobre la mano de la Divina Providencia en su Iglesia que «se suponía desaparecida».
–Sus padres deben haber sido un ejemplo para usted. ¿Tuvo usted siempre el deseo o el sentido de la vocación?
—Cardenal Husar: Lo experimenté a edad muy temprana. Creo que fue antes de los 10 años cuando tuve de alguna manera el deseo de hacerme sacerdote. Por supuesto que entonces, durante la guerra, era muy difícil – sólo se podía soñar en ello – pero, cuando la guerra terminó y, luego, cuando llegamos a Estados Unidos en 1949, fue posible hacer realidad aquel sueño y entré en el seminario tres semanas después de nuestra llegada a Estados Unidos.
–¿A una edad tan tierna como los diez años hubo alguna persona o algún acontecimiento que despertara este deseo de ser sacerdote?
—Cardenal Husar: Creo que fue el buen ejemplo del sacerdote de la iglesia a la que solía ir mi familia. La iglesia estaba a cargo de los padres redentoristas y ellos trabajaban con mucho celo, predicaban muy bien, cuidaban de los fieles que iban a su iglesia. Siendo un muchacho, fui miembro de la comunidad dedicada a la Madre Santísima en la que nos reunían los padres redentoristas y con la que nos guiaban. Estoy seguro de que esto de alguna manera tuvo que ver con mi vocación.
–Usted ahora es responsable de los católicos griegos, no sólo en Ucrania, sino también en la diáspora y muchos de ellos están en Estados Unidos. ¿Siente usted que la Providencia le llevó a Estados Unidos de modo que pudiera conocer su cultura y su gente?
—Cardenal Husar: Estoy personalmente convencido de que la historia de nuestra Iglesia en los últimos diría 130 años, desde la época en que la primera oleada de inmigrantes llegó a Estados Unidos, en los años 80 y 90 del siglo XIX, todo este movimiento, que luego se repitió tras la primera y segunda guerras mundiales, fue de alguna manera providencial. Que nuestra Iglesia pudiera establecerse en el Norte y el Sur de América y fuera capaz de sobrevivir los años en que la Iglesia en la patria era perseguida, nos ha ayudado mucho. Creo que hoy hay una cuarta oleada que llega a Estados Unidos y Canadá y encuentra un nuevo hogar para ellos en las iglesias que existen desde hace un siglo.
Siento también que de alguna manera es providencial que podamos servir a la comunidad – no sólo a nuestra propia comunidad ayudando a mantener la fe y la tradición – sino que también podamos ser testigos para los demás de la catolicidad verdadera de la Iglesia, la amplitud de la Iglesia, su capacidad de existir en diversas culturas y lenguas y siento que, de alguna manera, esto también es una intervención de la Divina Providencia.
–Usted volvió a Ucrania al final del comunismo. ¿Cuál fue su primera impresión al volver a Ucrania?
—Cardenal Husar: Visité Ucrania por primera vez en 1990 y de forma muy breve, sólo por diez días. Me encontré con algunos sacerdotes y laicos. La impresión diría que fue de luces y sombras, porque por un lado me enfrenté a la realidad de aquella gente que había pasado un periodo muy, muy duro y, por otro lado, me di cuenta de que a esta gente, debido a lo que habían pasado, les habían hecho un gran daño. He estado de forma permanente en Ucrania durante casi 15 años y me sorprenden, sino todos los días, casi todos. Descubro algo nuevo sobre lo que fue aquella realidad y los efectos y consecuencias que dejó en los corazones de la gente.
El partido comunista, apoyado por el estado comunista, intentó, de modo muy asiduo y de manera muy refinada, cambiar a la gente, hacer que olvidaran que son criaturas de Dios y convencerlas de verdad que son criaturas del estado, que son completamente dependientes del estado. En otras palabras, intentar que asumieran una naturaleza y una moral diferentes. Esto todavía lo tenemos con nosotros aunque, gracias a Dios, la gente haya en un gran número, mantenido su fe y vaya a la iglesia. Pero vivir una vida cristiana diaria no es fácil para ellos porque han sido educados de modo diferente, contrario a los principios de la moral cristiana.
–¿Cuál sería la cicatriz más profunda y persistente que ha dejado el comunismo en los corazones o en el espíritu de la gente?
—Cardenal Husar: No sé si podría identificar una en particular, pero, en general, es la falta de confianza en la gente, en los vecinos e incluso en los miembros de la propia familia, porque todo el sistema se apoyaba en el miedo y el miedo consistía en no confiar en nadie.
–Usted dijo una vez: «El problema es que el Este – es decir, la tradición bizantina – no conoce Occidente, la Iglesia latina, y Occidente no conoce Oriente». ¿Qué quería decir con ello?
–Cardenal Husar: Quería decir eso casi literalmente. En ese sentido, Europa occidental, es decir la cultura latina, y Europa oriental, que básicamente es de cultura bizantina, no se conocen el uno al otro simplemente por circunstancias históricas; no se ha dado el suficiente intercambio.
Puede haber dos razones para ello. Una puede ser una razón externa, la situación política, la división política entre Europa occidental y oriental, que fue muy obvia durante la Guerra Fría, el Telón de Acero. La mentalidad de un «Telón de Acero» ha estado presente durante décadas, quizá incluso siglos. El segundo aspecto es que Europa occidental, especialmente la cultura latina, ha sido también una cultura católica mientras que en Europa oriental, debido a circunstancias que se han desarrollado durante años y siglos, la cultura bizantina se ha identificado primariamente con lo que generalmente se llaman las tradiciones ortodoxas. Hablo aquí de los ortodoxos en sentido confesional. Lo que ha impedido un intercambio fácil entre estas dos culturas, que hoy, en consecuencia, conocemos como Oriente y Occidente.
–El Papa Juan Pablo II habló de una Europa con dos pulmones: el bizantino u ortodoxo y el católico. ¿Qué dones puede aportar la Iglesia latina a la bizantina, y la bizantina, o tradición ortodoxa, a la Iglesia católica?
–Cardenal Husar: Es necesario hacer aquí una pequeña aclaración porque el aspecto oriental y occidental – o ambos pulmones si usted quiere – no deberían identificarse totalmente con los católicos y los ortodoxos. La mayoría de la gente del este es ortodoxa y la mayoría de la de occidente es católica, sin embargo, hay católicos en las tradiciones orientales, así que no debemos hacer una identificación de esta manera exclusiva.
Pero de lo que el Santo Padre hablaba era de un intercambio de dones, hablando espiritualmente. Creo que hay ciertos aspectos en Occidente y en Oriente, que, si ambas partes los conocieran, enriquecerían Oriente con Occidente y Occidente con Oriente. No sabría identificarlos de modo preciso pero, en general, uno de ellos es la fe. Y creo que deberíamos ser muy conscientes del hecho de que, aunque tengamos dos pulmones, sie
mpre hay un único corazón detrás, y este único corazón es Jesucristo que es reconocido por culturas diferentes de maneras diferentes, pero que esencialmente es el mismo Jesucristo en Occidente y en Oriente. Sin embargo, hay ciertos acentos y creo que se deberían estudiar estos acentos y deberían ser la expresión de este intercambio de dones.
–-Usted conoció al padre Werenfried, el fundador de Ayuda a la Iglesia Necesitada. ¿Puede decirme cuál ha sido la importancia de Ayuda a la Iglesia Necesitada en la historia de la Iglesia católica griega y cuál es su importancia hoy?
—Cardenal Husar: En los años 60, 70 y 80, el padre Werenfried, con Ayuda a la Iglesia Necesitada, la organización que él fundó, amaba a nuestra Iglesia y ayudó a nuestra Iglesia cuando no era popular hacerlo. Se suponía que habíamos desaparecido. Nos habían liquidado. No debíamos ser mencionados oficialmente, pero, en aquel momento, el padre Werenfried estaba dispuesto a ayudar todo lo que pudiera en aquellos días de persecución. Por eso pienso no sólo en la ayuda material ofrecida, sino sobre todo en la ayuda moral que nos dio, su fe en nuestra Iglesia, en su existencia, en su eventual renacimiento. Creo que esto ha sido para nosotros de una importancia capital.
Hoy, por supuesto, la situación es diferente. Hoy Ayuda a la Iglesia Necesitada nos ayuda por ejemplo aún mucho más con ciertos proyectos. Uno de los proyectos más grandes es la Universidad Católica Ucraniana, la única universidad católica en la antigua Unión Soviética. Cuando el Santo Padre Juan Pablo II vino a Ucrania en 2001, pasó junto al lugar donde estaban el seminario y la facultad de teología y donde estaban presentes los representantes de la universidad. Entre ellos estaba el padre Werenfried y el Santo Padre le agradeció expresamente lo que había hecho por nosotros. Creo que, en este sentido, en las nuevas condiciones de libertad y desarrollo de nuestra Iglesia, la labor del padre Werenfried todavía continúa.
Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Más información en www.ain-es.org, www.aischile.cl
Puede verse el vídeo original completo de esta entrevista en: www.wheregodweeps.org/the-mediator-the-greek-catholic-church-in-ukraine/