CIUDAD DEL VATICANO, viernes 26 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la audiencia concedida a los participantes en la Asamblea de la Federación Italiana de Semanarios Católicos (FISC) en la Sala Clementina del Palacio Apostólico

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¡Queridos hermanos y hermanas!

Estoy contento de encontraros con ocasión de la Asamblea de la Federación Italiana de Semanarios Católicos. Mi cordial saludo va a monseñor Mariano Crociata, secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, a los prelados y sacerdotes presentes, y a don Giorgio Zucchelli, presidente de la Federación, a quien doy las gracias por sus corteses palabras. Os saludo a vosotros, directores y colaboradores de las 188 cabeceras periodísticas católicas representadas en la Federación; en particular, al director de la agencia Sir y al director del diario Avvenire. Estoy agradecido por este encuentro, con el que manifestáis vuestra fidelidad a la Iglesia y a su magisterio; os doy las gracias también por el apoyo que seguís dando a la colecta del Óbolo de San Pedro y a las iniciativas benéficas promovidas y sostenidas por la Santa Sede.

La Federación Italiana de Semanarios Católicos reúne a los semanarios diocesanos y a los diversos órganos de prensa de inspiración católica de toda la península italiana. Esta surgió en 1966 para responder a la exigencia de desarrollar sinergias y colaboraciones, dirigidas a favorecer la preciosa tarea de dar a conocer la vida, la actividad y la enseñanza de la Iglesia. Creando canales de comunicación entre los diversos órganos de la prensa local, diseminados por toda Italia, se quiso responder a la exigencia de promover la colaboración y de dar una cierta organicidad a las diversas potencialidades intelectuales y creativas, precisamente para aumentar la eficacia y la incisividad del anuncio del mensaje evangélico. Esta es la función peculiar de los periódicos de inspiración católica: anunciar la Buena Nueva a través de la narración de los hechos concretos que viven las comunidades cristianas y de las situaciones reales en las que se insertan. Como una pequeña cantidad de levadura, mezclado con la harina, hace fermentar toda la masa, así la Iglesia, presente en la sociedad, hace crecer y madurar lo que en ella hay de verdadero, de bueno y de bello; y vosotros tenéis la tarea de dar cuenta de esta presencia, que promueve y fortifica lo que es auténticamente humano y que lleva al hombre de hoy el mensaje de verdad y de esperanza del Señor Jesús.

Sabéis bien que, en el contexto de la postmodernidad en la que vivimos, uno de los retos culturales más importantes implica el modo de entender la verdad. La cultura dominante, la más difundida en el areópago mediático, se coloca, respecto a la verdad, con una actitud escéptica y relativista, considerándola igual que las simples opiniones y considerando, en consecuencia, como posibles y legítimas muchas “verdades”. Pero el deseo que hay en el corazón del hombre atestigua la imposibilidad de contentarse con verdades parciales; por eso, la persona humana "tiende hacia una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que no puede encontrar solución si no es en el absoluto” (Juan Pablo II, Enc. Fides et ratio, 33). La verdad, de la que el hombre está sediento, es una persona: el Señor Jesús. En el encuentro con esta Verdad, en conocerla y amarla, encontramos la verdadera paz la verdadera felicidad. La misión de la Iglesia consiste en crear las condiciones para que se realice este encuentro del hombre con Cristo. Colaborando en esta tarea, los órganos de información están llamados a servir con valor a la verdad, para ayudar a la opinión pública a mirar y a leer la realidad desde un punto de vista evangélico. Se trata de presentar las razones de la fe, que, en cuanto tales, van más allá de cualquier visión ideológica y tienen pleno derecho de ciudadanía en el debate público. De esta exigencia nace vuestro compromiso constante de dar voz a un punto de vista que refleje el pensamiento católico en todas las cuestiones éticas y sociales.

Queridos amigos, la importancia de vuestra presencia está atestiguada por la difusión capilar de las cabeceras periodísticas a las que representáis. Esta difusión pasa a través del medio del papel impreso, que, precisamente por su sencillez, sigue siendo eficaz caja de resonancia de cuanto sucede dentro de las diversas realidades diocesanas. Os exhorto por ello a proseguir en vuestro servicio de informar sobre las vicisitudes que marcan el camino delas comunidades, sobre su vida cotidiana, sobre las muchas iniciativas caritativas y benéficas que estas promueven. Seguid siendo periódicos de la gente, que intenten favorecer un diálogo auténtico entre los diversos componentes sociales, palestras de confrontación y de debate leal entre opiniones distintas. Haciendo así, los periódicos católicos, mientras llevan a cabo la importante tarea de informar, realizan, al mismo tiempo, una insustituible función formativa, promoviendo una inteligencia evangélica de la realidad compleja, como también la educación de conciencias críticas y cristianas. Con ello respondéis al llamamiento de la Conferencia Episcopal Italiana, que ha puesto en el centro del empeño pastoral de la próxima década el desafío educativo, la necesidad de dar al pueblo cristiano una formación sólida y robusta.

Queridos hermanos y hermanos, todo cristiano, a través del sacramento del Bautismo, se convierte en templo del Espíritu Santo e, inmerso en la muerte y resurrección del Señor, se consagra a Él y le pertenece. También vosotros, para llevar a término vuestra importante tarea, debéis ante todo cultivar un vínculo constante y profundo con Cristo; ¡sólo la comunión profunda con Él os hará capaces de llevar al hombre de hoy el anuncio de la Salvación! Que en la laboriosidad y en la dedicación a vuestro trabajo sepáis dar testimonio de vuestra fe, el don grande y gratuito de la vocación cristiana. Seguid manteniendoos en la comunión eclesial con vuestros Pastores, para poder cooperar con ellos, como directores, redactores y administradores de semanarios católicos, en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Al despedirme de vosotros, quisiera aseguraros mi recuerdo en sufragio del llorado monseñor Franco Peradotto, recientemente fallecido, primer presidente de la Federación de los Semanarios Católicos Italianos y durante mucho tiempo director de la Voce del Popolo de Turín. Confiando la Federación y vuestro trabajo a la intercesión celestial de la Virgen María y de san Francisco de Sales, os imparto de corazón a vosotros y a todos vuestros colaboradores la Bendición Apostolica.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]