SANTIAGO, jueves 9 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo de Santiago, visitó este miércoles durante una hora el recinto penal para informarse sobre la tragedia que provocó la muerte de 81 presos en la cárcel de San Miguel y denunciar que la sociedad se ha olvidado de ellos.
El arzobispo pidió detalles sobre la identificación de los fallecidos y compartió momentos con los reos que se salvaron, quienes, según señaló posteriormente, «estaban muy impresionados y consideraban que era por la Providencia divina el que se habían salvado».
El cardenal les manifestó su pesar y les aseguró que, en ese día de la Inmaculadda, «en todos los santuarios se está rezando por ellos y se les está acompañando a ellos y a sus familiares».
Refiriéndose a la situación de los encarcelados, el cardenal afirmó ante la prensa que «la sociedad durante mucho tiempo se olvidó de este problema y recién este año, con ocasión del Bicentenario, se puso en primer plano». Indicó que los mismos reos le manifestaron «que este penal ya debiera haber sido evacuado hace un tiempo atrás».
Un golpe terrible
Previamente, antes de concurrir a la cárcel de San Miguel, el Arzobispo presidió la misa en el santuario de la Inmaculada Concepción del cerro San Cristóbal. Al término de ella se refirió al incendio diciendo que «fue un golpe totalmente inesperado. Sabíamos que a veces se producen situaciones muy difíciles en las cárceles, pero que llegaran a 81 los muertos y otros asfixiados es algo terrible, que nos lleva a solidarizar con sus familiares y sus sufrimientos enormes».
Recordó el cardenal que «estamos pidiendo hace tanto tiempo la preocupación por la convivencia en nuestras cárceles. Con este hacinamiento es imposible la rehabilitación». Agregó que «lo que está haciendo el ministro de Justicia merece todo nuestro apoyo, examinar a fondo lo que ocurre en nuestros penales, asesorarse con peritos de los mejores países del mundo».
Que vivan y mueran con dignidad
Destacó que «gracias a Dios hay muchas iniciativas de evangelización en las cárceles, se está haciendo catequesis en muchas de ellas. Precisamente en esa unidad de San Miguel se está haciendo catequesis. Eso tiene que aumentar, de manera que los reos aprendan a seguir el camino de Jesucristo, a vivir con toda la dignidad de hijos de Dios».
El arzobispo de Santiago subrayó que «a nosotros nos parece necesario que en nuestra patria haya un signo de humanidad importante para hacer una ley que diga que ningún preso que esté en situación de enfermedad terminal muera en la cárcel, sino que todos puedan regresar a sus familias y en un ambiente humano recorrer los últimos días de su vida. Eso nos parece totalmente necesario. Hay parlamentarios que quieren llevar adelante esta ley. También hay una actitud positiva de parte de algunas autoridad es de gobierno y del Poder Judicial. Confiamos en eso».
Hábitat violento y deshumanizante
Por su parte, monseñor Ricardo Ezzati Andrello, arzobispo de Concepción, presidente Conferencia Episcopal de Chile, ha emitido una declaración en la que reconoce que «es una dolorosa tragedia para el país y por eso nos unimos, en primer lugar, a los sentimientos de los familiares y a las personas que han perdido la vida y les manifestamos nuestra cercanía; también a quienes están gravemente lesionados».
«Oramos por quienes han perdido la vida tan trágicamente, por la recuperación de los lesionados y por el trabajo que realizan las autoridades, en cuanto a acompañar a los familiares de las víctimas y a quienes investigan con la debida acuciosidad, los detalles de estos dolorosos hechos. Ya es dolorosa y vergonzosa la tragedia del hacinamiento en que viven por años los reclusos en las cárceles del país».
«Los obispos lo hemos dicho con claridad cuando presentamos, en julio pasado, nuestra propuesta de indulto, con motivo del Bicentenario -afirma el presidente del episcopado–. Pedíamos, en esa ocasión, un esfuerzo conjunto de todos los sectores, para tener un sistema penal y carcelario más humano. Decía el Comité Permanente en el mensaje que entregamos al Presidente de la República».
«Muchos recintos carcelarios no procuran oportunidades verdaderas y suficientes de rehabilitación a los internos, incluso las nuevas cárceles. Por el contrario, sabemos que con frecuencia los recintos penales son el hábitat más violento y deshumanizante que aquellos que favorecieron el desarrollo de la delincuencia», denuncia el presidente de la Conferencia Episcopal.
«La muerte violenta en un recinto de reclusión es una de las peores formas de concluir el paso por la historia. Los testimonios que a diario la Iglesia recoge, en el ámbito del acompañamiento pastoral en las cárceles, son elocuentes, respecto a este mundo de sufrimiento y de dolor y un dolor al que como sociedad muchas veces expresamos nuestra indiferencia».
El prelado cree «que el país debe saber con claridad las causas de esta tragedia y también las condiciones de indignidad en la que viven muchos reclusos».
Asimismo alienta a «la concreción de los anuncios hechos, hace un mes, por el Ministerio de Justicia, en orden a mejorar notablemente el estado de vida de los encarcelados. Aún no es tarde para recoger el propósito fundamental de nuestra propuesta».
«Que los actores sociales entremos en un diálogo de alto nivel para resolver definitivamente el drama de las cárceles de Chile, como se hizo en torno a la educación, el trabajo y la previsión; como se hizo recientemente para mejorar la salud pública. La realidad penitenciaria de Chile debe ser incorporada en la agenda de las decisiones y ello es urgente», concluye.