ROMA, lunes 6 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Dos muertos, unos cincuenta heridos (entre ellos 7 oficiales y 11 agentes de policía) y más de 150 personas arrestadas. Este es el balance de los duros enfrentamientos entre manifestantes coptos y fuerzas del orden, que han tenido lugar recientemente ante la sede de la Gobernación de Gizeh, al sur de El Cairo.

La protesta, en la que participaron según la agencia AsiaNews (25 de noviembre) unos dos mil miembros de la comunidad copta, fue provocada por los continuos intentos por parte de las autoridades locales de bloquear los trabajos de la nueva iglesia de los santos María y Miguel, en fase de conclusión en el área de Talbiya, en la zona de las Pirámides.

Según informa AsiaNews, desde primeros de noviembre, las autoridades locales intentan detener, con varios pretextos legales, los últimos trabajos del edificio. Mientras que la comunidad copta mantiene que tiene todos los papeles en regla y las autorizaciones necesarias para completar la estructura, según las autoridades locales los permisos en cuestión no hablan de una iglesia, sinode un centro social.

“Quisiera saber por qué es posible construir cien mezquitas y no se puede construir una sola iglesia”, afirmó a AsiaNews (24 de noviembre) una trabajadora voluntario de la comunidad copta, Samira Ibrahim Shehata.

En la zona vive de hecho casi un millón de coptos pero no hay ninguna iglesia, excepto la que está en obras. Según un informe del gobierno, en todo Egipto hay unas 93.000 mezquitas, pero solo 2.000 iglesias.

La protesta, que refleja la creciente rabia y frustración por parte cristiana, llega en un momento difícil en las relaciones entre la Iglesia copta y la mayoría islámica. Los coptos, que constituyen una de las comunidades cristianas más antiguas de todo Oriente Medio y sin duda la más numerosa hoy, se sienten de hecho ciudadanos de segunda en su país. De hecho, en los últimos meses han aumentado las tensiones entre ambas comunidades.

Un ejemplo del clima explosivo es la noticia difundida el 16 de agosto pasado por los medios de comunicación egipcios, según la cual las fuerzas de seguridad habrían interceptado una nave con “explosivos” (en realidad se trataba de fuegos artificiales) procedente de Israel y perteneciente a Joseph Boutros Al-Jabalawi, hijo de un líder de la Iglesia copta en Port Said.

Según el abogado musulmán Nabih Al-Wahsh – una voz habitual cuando se trata de provocar a la comunidad copta –, lo sucedido demuestra que la Iglesia copta es aliada de Israel y que está amasando armas para derribar a la mayoría musulmana. Es más, en los edificios de culto y en los monasterios coptos habría prisioneros cristianos convertidos al Islam.

Este polémico abogado ha lanzado – según L. Azuri, del MEMRI (Middle East Media Research Institute) (Spero News, 15 de noviembre) – la propusta de poner las iglesias y los conventos coptos bajo control de las autoridades. Su llamamiento ha recibido el apoyo de un grupo de académicos de la Universidad Al-Azhar, en El Cairo, el más importante centro de enseñanza teológica del islam sunní.

Un mes después estalló en cambio el “caso Bishoy”. En una entrevista con el diario egipcio Al-Masri Al-Yawm, el obispo Anba Bishoy, secretario del Santo Sínodo y número 2 de la Iglesia copta, declaró que los musulmanes son “huéspedes” en Egipto.

“Nosotros amamos a los huéspedes que han venido y se han instalado en nuestro país, y les consideramos hermanos, ¿pero ellos quieren controlar incluso nuestras iglesias? Rechazo cualquier cosa que dañe a los musulmanos, pero como cristianos haremos de todo, incluso morir como mártires, si alguien intenta dañar nuestra misión cristiana”, reafirmaba Bishoy.

Para empeorar la situación, hubo algunas revelaciones de la prensa egipcia según las cuales Bishoy estaba poniendo en discusión la autenticidad de un versículo del Corán que define a los cristianos como “blasfemos”, pues según él este versículo habría sido añadido sólo tras la muerte de Mahoma (Compass Direct News, 22 de noviembre).

Para calmar las aguas tuvo que intervenir incluso el papa Shenouda III, cabeza de la Iglesia copta. En una entrevista televisiva transmitida el domingo 26 de septiembre, la más alta autoridad copta pidió excusas a la comunidad musulmana.

“Lamento si nuestros hermanos musulmanes se han sentido ofendidos”, afirmó. “Somos nosotros los huéspedes desde el momento en que los musulmanes son la mayoría”, prosiguió Shenouda, el cual advirtió además que “debatir sobre las creencias religiosas es una línea roja, una profunda línea roja”.

Solo veinticuatro horas antes, la Universidad Al-Azhar había criticado fuertemente las tesis del obispo Bishoy, acusándolo de provocar tensiones sectarias. Por su parte, el jefe del movimiento de los Hermanos Musulmanes, Mohammed Badie, había invitado a los musulmanes a “responder a quien difame el libro de Dios o al Profeta” (Associated Press, 26 de septiembre).

A raíz de la polémica, el Centro de Investigación Islámico del ateneo publicaba una declaración – apoyada por el Gran Mufti de Egipto, Ali Gomaa – en la que se declaraba que Egipto es “un Estado musulmán”. Ya en 1980, la Asamblea Nacional había proclamado al islam religión de Estado (Compass Direct News, 22 de noviembre).

Lo más preocupante en este momento es que el clima tenso en Egipto, con sus fáciles acusaciones, alimentadas por presuntos ataques contra el islam, se convierte para la galaxia del terrorismo islámico internacional un fácil pretexto para atacar a los cristianos presentes en el mundo árabe, como ya sucede en otros lugares.

Lo demuestra el feroz ataque lanzado el 31 de octubre pasado por un grupo terrorista perteneciente a la célula iraquí de Al Qaeda contra la iglesia siro-católica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en el corazón de Bagdad, que provocó al menos 55 víctimas. Los asaltantes pedían de hecho la liberación de dos mujeres egipcias – mujeres de sacerdotes coptos – que tras su presunta conversión al islam habrían sido “detenidas” en algún monasterio copto, una acusación rechazada incluso por la misma autoridad sunní de Al Azhar (AsiaNews, 1 de noviembre).

Después del ataque en Iraq, las autoridades egipcias reforzaron las medidas de seguridad en torno a las iglesias. Los jefes de las diversas Iglesias se encontraron el 8 de noviembre pasado para discutir la cuestión de la seguridad de los fieles, y el mismo papa Shenouda III canceló la celebración del 39° aniversario de su elección (Compass Direct News, 22 de noviembre).

Todo esto tiene lugar por tanto en un momento muy delicado para Egipto. Ayer domingo 5 de diciembre tuvo lugar el segundo turno de las elecciones legislativas, boicoteado por las principales formaciones de la oposición islámica y laica. Mientras la coalición de ONG, la Independent Coalition for Elections' Observation, lanzaba un llamamiento al presidente Hosni Mubarak para anular el voto, según los primeros resultados el Partido Nacional Democrático (NDP) de Mubarak obtendría al menos el 80% de los asientos del Parlamento de El Cairo (Reuters, 6 de diciembre).

En todo caso, en la nueva asamblea, los representantes de la minoría copta se podrán contar con los dedos de una mano. En el mejor caso serán como máximo cinco (sobre un total de 508 asientos, es decir, apenas el 1%), en el peor de los casos, apenas dos. Lo revela el Al-Ahram Weekly (5 de diciembre), en un artículo con un título elocuente: “Egypt elections obliterate Coptic voice”.

Por Paul De Maeyer, traducción del italiano por Inma Álvarez