CIUDAD DEL VATICANO, martes 21 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI no ha alterado en ningún punto la doctrina en lo referente al uso del preservativo, que recoge la Humanae vitae, ni lo ha acogido simplemente como un «mal menor» que relativice la condena de la prostitución.
Así lo afirma la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una nota hecha pública este martes, con el título Sobre la banalización de la sexualidad. A propósito de algunas lecturas de «Luz del mundo».
En ella, la Congregación sale al paso de las «diversas interpretaciones incorrectas, que han creado confusión sobre la postura de la Iglesia Católica acerca de algunas cuestiones de moral sexual», a raíz de la publicación del libro-entrevista a Benedicto XVI.
El pensamiento del Papa «se ha instrumentalizado frecuentemente con fines e intereses ajenos al sentido de sus palabras, que resulta evidente si se leen por entero los capítulos en donde se trata de la sexualidad humana».
Algunas interpretaciones, subraya la nota, «han presentado las palabras del Papa como afirmaciones contrarias a la tradición moral de la Iglesia, hipótesis que algunos han acogido como un cambio positivo y otros han recibido con preocupación».
«En realidad, las palabras del Papa, que se refieren de modo particular a un comportamiento gravemente desordenado como el de la prostitución, no modifican ni la doctrina moral ni la praxis pastoral de la Iglesia», afirma la nota.
Moral conyugal
La Congregación subraya que en sus palabras sobre el preservativo, el Papa «no habla de la moral conyugal, ni tampoco de la norma moral sobre la anticoncepción».
«Dicha norma, tradicional en la Iglesia, fue reafirmada con términos muy precisos por Pablo VI en el n. 14 de la encíclica Humanae vitae«, que excluye el uso del preservativo como medio anticonceptivo.
«Pensar que de las palabras de Benedicto XVI se pueda deducir que en algunos casos es legítimo recurrir al uso del preservativo para evitar embarazos no deseados es totalmente arbitrario y no responde ni a sus palabras ni a su pensamiento», añade la nota.
Prostitución
En sus declaraciones, el Papa «se refería al caso completamente diferente de la prostitución, comportamiento que la doctrina cristiana ha considerado siempre gravemente inmoral».
En su visión de la prostitución, aclara la nota, la postura de la Iglesia es la de condena: «hay que luchar contra la prostitución; y las organizaciones asistenciales de la Iglesia, de la sociedad civil y del Estado han de trabajar para librar a las personas que están involucradas en ella».
Sin embargo, en el caso de personas infectadas con el virus del Sida y conscientes de serlo, «además del pecado grave contra el sexto mandamiento comete uno contra el quinto, porque conscientemente pone en serio peligro la vida de otra persona, con repercusiones también para la salud pública».
A este respecto, el Papa ya afirmaba que el preservativo «no son una solución real y moral del problema del sida, y también que la mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad».
«Por otra parte, es innegable que quien recurre al profiláctico para disminuir el peligro para la vida de otra persona, intenta reducir el mal vinculado a su conducta errónea», y así el Papa decía que «recurrir al profiláctico con la intención de reducir el peligro de contagio, es un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida en forma diferente, hacia una sexualidad más humana».
«Se trata de una observación completamente compatible con la otra afirmación del Santo Padre: Ésta no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH», añade la nota.
¿Mal menor?
Respecto a ciertas interpretaciones de las palabras del Papa valiéndose de la teoría del llamado «mal menor»,la congregación aclara que esta teoría «es susceptible de interpretaciones desviadas de tipo proporcionalista».
«No es lícito querer una acción que es mala por su objeto, aunque se trate de un mal menor. El Santo Padre no ha dicho, como alguno ha sostenido, que la prostitución con el recurso al profiláctico pueda ser una opción lícita en cuanto mal menor», subraya la nota.
«La Iglesia enseña que la prostitución es inmoral y hay que luchar contra ella. Sin embargo, si alguien, practicando la prostitución y estando además infectado por el VIH, se esfuerza por disminuir el peligro de contagio, a través incluso del uso del profiláctico, esto puede constituir un primer paso en el respeto de la vida de los demás, si bien el mal de la prostitución siga conservando toda su gravedad», añade.
En resumen, la nota afirma que «los miembros y las instituciones de la Iglesia Católica deben saber que en la lucha contra el sida hay que estar cerca de las personas, curando a los enfermos y formando a todos para que puedan vivir la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del pacto conyugal».
Asimismo, «hay que denunciar también aquellos comportamientos que banalizan la sexualidad, porque, como dice el Papa, representan precisamente la peligrosa razón por la que muchos ya no ven en la sexualidad una expresión de su amor».