SANTO DOMINGO, martes 15 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Un gran número de niños de la calle haitianos en la capital dominicana no son, como se presumía al principio, víctimas desplazadas del terremoto del pasado año, sino del tráfico de niños.
Según los primeros hallazgos de una investigación del Servicio Jesuita al Refugiado (SJR) en la República Dominicana, muchos de los niños traídos al país están obligados a trabajar contra su voluntad.
La desesperación y el trauma del terremoto de hace poco más de un año en Haití empeoró aún más la vulnerabilidad de la población, lo que beneficia a las redes de tráfico de personas en ambas partes de la frontera, dice el informe.
La mayoría de niños y niñas haitianos que llegaron al país y deambulan por las calles mendigando no son de áreas afectadas por el seismo, según un informe del SJR.
El documento preliminar del Observatorio de Derechos Humanos del Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes (SJRM) indica que muchos infantes traídos a la República Dominicana, están siendo sometidos a labores en contra de su voluntad.
El estudio, que cita otras organizaciones, como la Coalición ONG, indica que los menores proceden de zonas como Cabo Haitiano y Wanament, por lo cual es muy probable, que sean víctimas de trata, ya que no son zonas afectadas por el seismo.
El informe indica que los niños y niñas son traídos al país para que mendiguen, trabajen como vendedores ambulantes, limpiabotas, en el servicio doméstico en casas de familias dominicanas y haitianas, como mano de obra barata en la construcción, en fincas agrícolas y ganaderas, en prostitución y en la venta de drogas a pequeña escala.
Señala también que es alarmante la situación de muchas jóvenes haitianas llevadas hacia zonas turísticas, como Puerto Plata, para ser utilizadas como acompañantes en discotecas y bares.
Según un estudio de Solidarité Fwontalye, en 2009, los propietarios de las discotecas pagan una comisión a los tratantes por las jóvenes y muchas de ellas afirmaron haber sido víctimas de abusos sexuales durante el viaje de Haití hacia República Dominicana. Esa situación preexistente se incrementó tras el seismo.
Según un informe de las Hermanas Juanistas de Wanament, en aproximadamente un año atendieron 67 casos de personas objeto de trata: 55 menores, ocho mujeres y cuatro hombres.
El informe indica que la policía haitiana dijo entonces que se vendían niños por unos 400 euros para adopción y por unos 40.000 euros para tráfico de órganos.
Entre las causas de tráfico, especialmente de niños y niñas, las Hermanas Juanistas de Wanament destacan la tendencia de los padres y madres haitianos, que viven en la República Dominicana, a confiar en los “buscones” para traer a sus niños a este país.
Tan sólo en Wanament se registraron doscientos niños desplazados que viajaron con los “buscones”, en grupos de 10 a 25; en el camino, aguantan hambre y abusos, y en muchos casos su destino en la República Dominicana es ser utilizados para pedir dinero en las calles.
El informe señala que las autoridades dominicanas y haitianas están llamadas a responder por ellos y a eliminar estas actividades en uno y otro lado de la frontera.
El SJR pidió que se tomen medidas contra esta práctica y apremió a que los responsables respondan por estos delitos.
Según indican diversas fuentes, en Sosúa y Cabarete, que por sus condiciones para el kitesurfing reciben a miles de turistas europeos y sudamericanos, los niños pedigüeños reúnen hasta 500 pesos al día (unos 13,5 dólares), convirtiéndose en un atractivo negocio para las redes de traficantes, según María Josefina Paulino, de una ONG que trabaja con niños de la calle.
«Aunque siempre ha habido tráfico (de inmigrantes), después del terremoto nos dimos cuenta del incremento de niños haitianos en Sosúa y Cabarete», así como en Santiago, la segunda ciudad más importante del país, detalló Paulino, directora del Movimiento para el Autodesarrollo Internacional de la Solidaridad (MAIS), con sede en Puerto Plata.
A mediados del año pasado, MAIS y los grupos de la Coalición ONG por la Infancia habían detec-tado 53 infantes (44 varones y nueve mujeres) de entre tres y 15 años que deambulaban en las calles de Sosúa, Cabarete y Santiago.
El informe de la Coalición ONG por la Infancia, elaborado en coordinación con las autoridades, reveló que sólo 14 de los 53 infantes provenían de Puerto Príncipe, mientras el resto era originario del norte de Haití, como Cabo Haitiano y Juana Méndez, donde el terremoto no provocó daños.
Además, el 30% de los infantes pedigüeños en Santiago es llevado a la calle cada mañana y recogido por la noche por los explotadores, según el estudio.
Paulino aseguró que la Coalición ONG cuenta con indicios de que los traficantes alojan a los infantes en Navarrete, en la zona metropolitana de Santiago, luego de comprarlos o intercambiarlos en el poblado fronterizo de Juana Méndez.
«Lo hemos denunciado muchas veces, pero nadie hace nada», lamentó, en referencia a que ningún traficante de niños inmigrantes ha sido detenido y procesado.
Los niños de la calle, dominicanos y haitianos, no sólo son usados para mendigar o como vendedores ambulantes o limpiabotas, sino en la prostitución y en la venta al menudeo de drogas, coincidió Estíbaliz Ladrón de Guevara, de la ONG Niños del Camino, que trabaja en Santo Domingo.
Entre los sitios señalados frecuentemente como centros de turismo sexual está Cabarete, a donde un grupo de supuestos misioneros estadounidenses, encabezados por Laura Silsby, pretendía llevar ilegalmente a 33 niños haitianos después del terremoto, en un suceso que dio la vuelta al mundo.
Además de los niños que deambulan solos, en la ciudad de Santiago se incrementó la presencia de mujeres haitianas con sus hijos que mendigan en las calles y son víctimas de la trata humana, co-mentó Davide Sala, del SJR.
Sala explicó que tras el terremoto, muchos de los haitianos que ya vivían en República Dominicana trajeron a sus esposas e hijos, «pero es muy difícil contabilizarlos porque aún hay mucho movimiento».
«Por ahora, después del terremoto, la gente en Santiago está muy sensible», debido a la tragedia, y les dan dinero a los niños”, comentó Cynthia Lora, de la organización Acción Callejera. Lora lamentó que la gente «realmente no está consciente de que esos niños son víctimas de tráfico o explotación».
En el incremento de niños haitianos influye también la decisión de las autoridades dominicanas, dada la emergencia que vive Haití después del terremoto, de evitar durante 2010 las repatriaciones de niños a menos que fueran acompañados por sus familiares.
Kirsis Fernández, ministra del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia (CONANI) de la República Dominicana informó el pasado 27 de enero que, en la República Dominicana, hay aproximadamente seiscientos niños haitianos detectados que llegaron después del terremoto y que están recibiendo la protección adecuada tanto psicológica como alimentaria y de salud, en una
labor conjunta con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
La ministra dominicana dijo que en la frontera hay personal del CONANI en centros de albergue que están siendo supervisados por UNICEF, y que la mayoría de esos infantes tienen familiares.
Rechazó que en la República Dominicana se esté traficando con niños, y destacó que, para evitar esa situación, se acordó que sea el embajador de Haití en la República Dominicana, Firgz Cineas, el más idóneo para otorgar permiso para que salgan del país.
“Nosotros acordamos con UNICEF que sea el embajador haitiano quien otorgue el permiso para que un niño pueda salir del país, incluso esos niños están con familiares, ya sea un herma
no, un tío o un abuelo”, dijo la señora Fernández.
Destacó que, en el caso de una ONG alemana, que quería llevarse algunos niños, el embajador hai-tiano se presentó y se acordó que sería él, quien certificaría que esos niños iban a estar en buenas condiciones con las personas que lo requerían.
CONANI adelantó además que esa institución y la Dirección de Migración están acondicionando ocho albergues para alojar temporalmente a los niños haitianos que deambulen en las calles de la capital.
Por Nieves San Martín