ROMA, miércoles 23 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- A principios de marzo, el Parlamento italiano debería votar la propuesta de ley sobre las llamadas “declaraciones anticipadas de tratamiento” o DAT. El proyecto relacionado con estas “voluntades anticipadas” o también “testamentos vitalicios” cierra la puerta a la eutanasia activa y a la interrupción de la alimentación e hidratación artificiales.

Tras el caso de Eluana Englaro – la mujer de Lecco que estuvo 17 años en estado vegetativo y que murió el 9 de febrero de 2009 tras la suspensión de la nutrición asistida, a petición de su padre Beppe Englaro – el texto excluye además el recurso de orientaciones eventuales expresados por el paciente que estén fuera de los procedimientos establecidos por la ley.

Mientras que los partidarios de la “muerte dulce” y del suicidio asistido definen el proyecto de ley sobre el biotestamento como “prohibitivo”, “reaccionario”, “liberticida”, desde uno de los pocos países europeos donde la eutanasia es legal, Bélgica (desde el 2002), llegan noticias que invitan a un profunda reflexión y que demuestran entre otras cosas, que el riesgo de abusos es muy alto.

En el reino – sin gobierno desde casi 250 días, un “récord” – la fórmula de las “declaraciones anticipadas de eutanasia” no parece suscitar mucho entusiasmo. Como contó el pasado sábado 19 de febrero el diario Le Soir, a finales de 2010 fueron registradas por las autoridades competentes – el ISPF (Servicio Público Federal de Salud Pública) – 24.046 de estas declaraciones, de las que tres cuartas partes proceden de Flandes, es decir la parte septentrional y también la más poblada del país.

En el transcurso de 2010, fueron registradas además “sólo” 8.000 nuevas declaraciones, o sea un media semanal de 170, cifra considerada demasiado baja. Según el periódico de Bruselas, para frenar la divulgación de la práctica sería obligatorio ir a los servicios públicos acompañado de dos testigos adultos y además del hecho de que el documento debe ser renovado cada cinco años para ser válido.

Un proceso muy preocupante es el señalado, el pasado 25 de enero, por Wesley J. Smith, destacado opositor a la eutanasia y al suicidio asistido. En su blogg Secondhand Smoke, en la web de la revista estadounidense First Things, Smith ha llamado la atención sobre un proyecto presentado en diciembre de 2010 por tres trasplantólogos belgas-los profesores Dirk Ysebaert, de la Universidad de Amberes (UA), Dirk Van Raemdonck, de la Universidad Católica de Lovaina (KUL), y Michel Meurisse, de la Universidad de Lieja (Ulg)- durante un simposio sobre la donación y el trasplante de órganos en el país, organizado por la Real Academia de Medicina de Bélgica.

En su presentación en PowerPoint, llamada “Organ Donation after Euthanasia. Belgian experience: medical & practical aspects” (que se puede descargar de Internet), los tres médicos propusieron una serie de directrices para encuadrar la extracción de órganos para trasplantes de personas muertas por eutanasia.

Como explican los autores, exactamente el 20% o una quinta parte (es decir 141 de 705) de las personas que en 2008 eligieron oficialmente la eutanasia en Bélgica, sufría de trastornos neuromusculares. Ya que se trata de pacientes con órganos de una calidad relativamente “alta”, representan, por tanto, una categoría de potenciales donantes a tomar en consideración para combatir la escasez de órganos en Bélgica y otros países miembros de la organización Eurotransplant.

Según los tres académicos belgas, que piden, sin embargo, “una estrecha separación” entre la petición y el procedimiento de la eutanasia y después la extracción, “la donación de órganos tras la eutanasia es factible”. Por otro lado, afirman de este modo, “el fuerte deseo de donar de un paciente no se puede negar”.

La propuesta de los tres médicos no es una hipótesis sino que se basa -como sugiere el título de su presentación- sobre una práctica ya existente. La literatura científica menciona, de hecho, al menos cuatro casos de pacientes muertos por eutanasia en Bélgica, a los que se les extrajeron órganos para trasplantes.

El caso – que encontró Wesley Smith en la revista Transplantation – de una mujer en fase no terminal pero que había caído en un estado llamado “locked-in”, condición en la que la persona es perfectamente consciente y está despierta pero que se encuentra en la incapacidad de comunicarse porque se encuentra completamente paralizada. Diez minutos después de la muerte proporcionada a la mujer, según la declaración de tres médicos distintos y en presencia del marido, se le extrajeron el hígado y los riñones.

“Es un terreno muy peligroso, empeorado por médicos, cónyuges y por una respetada revista médica, ya que corroboran la idea de que es mejor estar muerto que inválido y por tanto los pacientes que viven pueden ser considerados, sustancialmente, un recurso natural que matar y explotar”, observó Smith siempre en su blogg Secondhand Smoke (First Things, 8 de mayo de 2010).

Que el “modelo belga” se está dirigiendo al llamado “terreno resbaladizo” o slippery slope, lo demuestran además otros dos estudios publicados el año pasado, el primero en mayo en el Canadian Medical Association Journal (CMAJ) y el segundo en octubre en el British Medical Journal (BMJ).

El primer estudio revela que casi un tercio (el 32%) de los casos de “muerte asistida” en la región de Flandes es aplicada sin la petición o consenso del paciente. En más de la mitad de estos casos -el 52,7%- la persona a la que se aplica la eutanasia sin su petición, tenía 80 años o más.

Del segundo estudio se sabe, que además, apenas la mitad (el 52,8%) de todas las defunciones por eutanasia en Flandes ha sido comunicada al organismo competente, la Comisión Federal de Control y de Valoración, aunque si la ley lo exige. Llama la atención también, que en casi la mitad de los casos no comunicados (el 41,3) el procedimiento de la eutanasia fue llevada a cabo por un enfermero en ausencia de un médico. La ley belga prevé, sin embargo, que sólo un médico puede practicar una eutanasia.

No obstante, para los partidarios de la eutanasia, la actual ley belga – aunque se considera que “funciona bien”- no es todavía suficiente. No sólo existe el caso de un experto en tratamientos paliativos, profesor Wim Distelmans, de la Vrije Universiteit Brussel (VUB), que ha hecho un llamamiento para crear en Bélgica una verdadera “clínica de la eutanasia” (De Morgen, 22 de enero), además aumentan las peticiones para extender la eutanasia también a los menores, legalizando de este modo una práctica bien enraizada. Lo ha revelado un estudio publicado en marzo de 2009 en la American Journal of Critical Care (AJCC), en cinco de las siete unidades de cuidados intensivos pediátricos, los casos llegaron al menos a los 76 durante los años 2007-2008.



Por Paul De Maeyer. Traducción del italiano por Carmen Álvarez



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1) http://www.scribd.com/doc/47509584/Organ-Donation-After-Euthanasia