ROMA, jueves 24 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- El asesinato de un párroco mexicano sucedido entre el lunes y el martes es “un reflejo de la corrupción, de la mentira y de la situación social inmoral que crea situaciones de violencia”.

Lo ha declarado el obispo de Tuxpan Veracruz, monseñor Juan Navarro Castellanos, en una nota para la agencia vaticana Fides en la que el prelado comentó el homicidio del padre Santos Sánchez Hernández, cuyo cadáver fue encontrado en su casa parroquial.

El asesinato sucedió en la noche entre el 21 y el 22 de febrero en la comunidad parroquial de Mecapalapa, en el estado mexicano de Puebla. 

Para monseñor Navarro Castellanos, todo parece indicar que alguno se introdujo en la casa del sacerdote probablemente para robar, y una vez descubierto lo agredió con un machete, provocándole graves heridas que le causaron la muerte.

Las autoridades han abierto una investigación sobre los sucedido.

El padre Santos Sánchez Hernández nació el 29 de agosto de 1967 en Potrero del Llano (Veracruz). Fue ordenado diácono el 22 de diciembre de 1998 y sacerdote el 28 de abril de 1999. 

El 24 de junio de 2010 fue nombrado párroco de San José en Mecapalapa, y desde hace poco tiempo era Decano del Decanato de parroquias de Tihuatlán. 

“Invitamos a toda la comunidad a unirse a la oración de la diócesis de Tuxpan, para pedirle al Señor por el padre Santos Sánchez Hernández, y para su familia y para la comunidad diocesana el consuelo de la esperanza eterna”, escribió en su nota monseñor Navarro Castellanos.

Después de haber celebrado el funeral del presbítero, en una entrevista concedida a un periódico local, dijo que “el que lo ha asesinado le dará cuentas a Dios, ya que el homicidio es un pecado capital, porque la vida es un don divino del cual nadie puede disponer”.

El prelado condenó el clima de violencia y de inseguridad que reina en México, definiendo el asesino del párroco de Mecapalapa como “un reflejo de la corrupción, de la mentira y de la situación social inmoral de las instituciones que determinan un desorden ético y social, que confunde a las personas, creando situaciones y comportamientos de violaciones de los derechos humanos y de violencia”.