ROMA, lunes 21 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Las Iglesias del Viejo Continente piden a las instituciones de la Unión Europea “una señal clara” de condena de las discriminaciones hacia los cristianos en muchas partes del mundo.

El llamamiento surge del mensaje lanzado por los miembros del Comité conjunto de la Conferencia de las Iglesias Europeas (KEK) y del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) al término de su encuentro anual, que tuvo lugar del 17 al 20 de febrero en Belgrado (Serbia) sobre el tema “Identidad nacional e integración europea: La contribución de los cristianos”.

En el texto, los representantes de las Iglesias europeas subrayan que la libertad religiosa “no puede significar relegar la dimensión religiosa a la vida privada”, sino que “representa un derecho y un valor que toda sociedad democrática debería estar dispuesta a defender y promover”.

En este espíritu, los miembros del Comité Conjunto han redactado y enviado una carta a Catherine Ashton, Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, pidiéndole que la cuestión de la defensa de la libertad religiosa y de los cristianos en el mundo fuese incluida en el orden del día del encuentro de los ministros de Exteriores de la Unión Europea, programada para este lunes.

Igualmente, pidieron que “se ofrezca una señal clara respecto a las decisiones sobre las políticas comunes que demuestre el compromiso de la Unión Europea en la defensa de la libertad religiosa para los fieles de todas las religiones en todo el mundo”, recuerda el mensaje.

“La referencia a la persecución de los cristianos, cuya urgencia parece evidente ante los recientes acontecimientos (en particular en Oriente Medio e Iraq), no puede ser olvidada o sepultada por políticas abstractas y no concluyentes”, subrayan los representantes eclesiales.

“Los países occidentales que tienen especiales relaciones con áreas en loas que está comprobada la persecución deberían demostrar su compromiso concreto en defender a aquellos que son perseguidos con motivo de su fe, independientemente de qué fe se trate”.

Dignidad no negociable

Durante el encuentro, prosigue el mensaje, ha surgido también “la convicción de que todo ser humano está dotado de una dignidad no negociable· que “le deriva del hecho de ser creado a imagen de Dios, que es ella misma una comunión de Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.

La persona humana, por tanto, “no está limitada a la dimensión individual”, “sino que participa también intrínsecamente de la dimensión social”. 

“Aunque cada persona es única, nadie puede realizar plenamente su propia llamada sin tener una relación con los demás”.

La identidad, indica el texto, “no es inmutable en el curso de la vida de una persona, de una ciudad o de una nación”, porque “hay un continuo desarrollo de nuevos elementos que pueden transformarse en retos a nuestra identidad, a veces enriqueciéndola, otras veces, en cambio, generando tensiones”.

“Pero es precisamente por esto que la identidad es una experiencia interior y permanece una llamada al diálogo con los hermanos y las hermanas que estaban alejados, con el fin de trabajar juntos para promover el bien común”.

Ecumenismo

En cuanto a los cristianos, la identidad fundamental deriva del bautismo, que les permite “descubrirse como seres humanos y, por tanto, servir a los demás”.

“De aquí nace su pertenencia a la Iglesia, en el sentido de la familia de Dios, y este hecho se convierte en parte de su identidad y produce, como resultado, una responsabilidad social”.

En este contexto, el mensaje recuerda el compromiso “en la búsqueda continua del bien de la justicia y de la paz, de la verdad y de la belleza del ecumenismo, que debe verse como un espacio de encuentro y de diálogo tanto a nivel personal como entre las comunidades que quieren emprender un camino hacia una unidad más profunda, un camino que implica la identidad arraigada en cada uno y que nos permite ddescubrir el don de los demás”.

“Requiere una continua conversión”, subrayan los representantes de las Iglesias europeas. “Sin todo esto, la unidad de la Iglesia seguirá siendo una aspiración irreal”.

“Como cristianos tenemos una contribución específica que ofrecer a Europa, y auguramos que el ecumenismo, en cuanto lugar de encuentro entre tradiciones, comunidades e individuos, pueda seguir desarrollándose y atestiguando el compromiso de los cristianos de mantener vivo el amor que nos empuja a seguir a Jesús, para poder convertirnos en constructores de la verdadera paz, que tiene sus raíces en los corazones de los pueblos y de las naciones”, concluye el mensaje.

Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Inma Álvarez