CIUDAD DEL VATICANO, viernes 15 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Con ocasión de la II edición de la Jornada Mundial del Circo (JMCII), que se celebra mañana sábado 16 de abril, el Consejo Pontificio para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes ha enviado un mensaje en el que invita a reconocer el valor socio-cultural de la experiencia circense.
La Jornada está convocada por la Fédération Mondiale du Cirque bajo el patrocinio de la princesa Estefanía de Mónaco. El objetivo, recuerda el dicasterio vaticano, es el de “dar a conocer la contribución del Circo como parte integrante de la cultura humana” y al mismo tiempo “hacer un reconocimiento a todas las personas comprometidas en el mundo del espectáculo itinerante, como los artistas, los trabajadores y el personal de seguridad”.
El mensaje lo firman el presidente de este Consejo Pontificio, monseñor Antonio Maria Vegliò, y el subsecretario, padre Gabriele Bentoglio, CS.
En él, monseñor Vegliò subraya que la Iglesia “sigue con solicitud maternal el mundo del circo, que ofrece espacios privilegiados para romper la soledad y superar el anonimato, para apreciar la belleza de los juegos y exhibiciones, de ejercicios atléticos y artísticos, y para devolver una esperanza que es portadora de paz interior aún en medio de los sufrimientos, ansias y frustraciones de la vida”.
Igualmente, reconoce “el valor social, cultural y pedagógico de los circos, que hace de ellos lugares extraordinarios de congregación, donde los circenses pueden llevar a cabo una labor educativa, peculiar de su arte, sobre todo en el diálogo con los más pequeños”.
El prelado citó al papa Juan Pablo II, para quien la grandeza del circo consiste en “hacer nacer la sonrisa de un niño e iluminar por un instante la mirada desesperada de una persona sola y, a través del espectáculo y de la fiesta, hacer a los hombres más cercanos unos a otros”.
Monseñor Vegliò auguró también que esta Jornada “sea una ocasión propicia para recordar a los Estados y los Gobiernos su deber de tutelar los derechos de los circenses, para que estos puedan sentirse, a todos los efectos, parte integrante de la sociedad”.
“Las Administraciones públicas deben esforzarse por reconocer el valor socio-cultural del espectáculo circense, contrastando cualquier eventual forma de marginalidad y de prejuicio hacia el circo, y las Instituciones públicas deben favorecer la profesionalidad de los jóvenes artistas del circo”, añadió.
Refiriéndose a los casos en los que la exhibición artística se vale de la colaboración de los animales, “demostrando que el hombre puede establecer con ellos relaciones de entendimiento y de fascinante belleza”, el prelado recomendó que los propietarios circenses vigilen “sobre el trato adecuado de los animales”.