BARCELONA, sábado, 9 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje redactado por  el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, con el título "El sacramento del perdón".

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La llamada a la penitencia y el anuncio del perdón de los pecados es uno de los grandes temas de la predicación de Jesús y de los apóstoles. Esto ya había sido preparado por Juan el Bautista, quien predicaba un bautismo como signo de conversión para obtener el perdón de los pecados. Jesús reiteró la misión de anunciar a todas las naciones “la conversión a Dios por el perdón de los pecados”.

No podemos olvidar esto, pues comportaría traicionar el Evangelio. Es Dios mismo, quien en Jesucristo, ha situado el momento del perdón en la vida de todas las personas. Juan Pablo II recordaba que “en el sacramento de la reconciliación cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado”. Muy significativo es que para su beatificación, Benedicto XVI haya elegido precisamente el segundo domingo de Pascua, fiesta que Juan Pablo II quiso que también fuera designada como “domingo de la Divina Misericordia”, un atributo de Dios al que él era especialmente sensible, como lo demuestra su encíclica titulada Dios, rico en misericordia.

Cristo ha instituido el sacramento de la penitencia para todos los miembros pecadores de su Iglesia, sobre todo para los que, después del bautismo han caído en pecado grave, perdiendo así la gracia bautismal, y han herido la comunión eclesial. Los padres de la Iglesia presentan este sacramento del perdón como “la segunda tabla de salvación después del naufragio que es la pérdida de la gracia”.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que “la confesión de los pecados, incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás”. Por la confesión, “la Iglesia mira cara a cara los pecados de que se ha hecho culpable, acepta la responsabilidad y se abre así de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia”.

Benedicto XVI ha centrado su mensaje para la Cuaresma de este año en la relación entre este tiempo litúrgico y el sacramento del bautismo y nos recuerda que este tiempo es una invitación para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida, a dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como San Pablo en el camino de Damasco, abriéndonos a la caridad de Cristo. “El período cuaresmal –nos dice Benedicto XVI- es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una revisión de vida completa, la gracia renovadora del sacramento de la penitencia y caminar con decisión hacia Cristo”.

Me parece muy significativa –en especial para esta última etapa de la Cuaresma- esta invitación a abrirnos al perdón de Cristo y a renovarnos interiormente. Por ello, invito a los cristianos, en estos días cuaresmales y de preparación inmediata a la celebración de la Pascua, a recibir este sacramento del perdón de Dios por la confesión de los propios pecados.

Durante el tiempo cuaresmal hemos de acoger la gracia que Dios no da en el momento del bautismo y que se ofrece en el sacramento del perdón, como “segunda tabla de salvación”. Esto nos moverá a conversión para seguir a Cristo de una manera cada vez más generosa y auténtica y así ser dignos de obtener la vida eterna.