CIUDAD DE MÉXICO, martes 5 de abril de 2011 (ZENIT.orgEl Observador).- El domingo pasado, en el Estadio Azteca, lugar donde tuvo lugar uno de los encuentros más impresionantes de las cinco visitas que hiciera el Papa Juan Pablo II a México, se llevó a cabo un homenaje multitudinario en honor a su pronta beatificación del 1 de mayo en Roma. El homenaje al “Papa mexicano”, como se le llamó en este país no solamente por la frecuencia y la calurosa acogida del pueblo sino, también, por su inmenso amor a la Virgen de Guadalupe, estuvo presidido por monseñor Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en México

El Nuncio del Papa Benedicto XVI en México recordó las palabras de Juan Pablo II al finalizar su quinta visita a México, tras la canonización del indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin: “¡Me voy, pero no me voy.  Me voy pero no me ausento, pues aunque me voy, de corazón me quedo!”

“Estas palabras, (...) se nos presentan como una misteriosa realidad, hoy que nos reunimos para rendirle nuestro homenaje, conscientes de que desde la comunión de los santos él está verdaderamente con nosotros, invitándonos a hacer memoria de sus mensajes y de sus enseñanzas y a mirar, libres de todo prejuicio, el testimonio mismo de su vida”, expresó monseñor Pierre ante una multitud venida al Estadio Azteca desde todos los rincones del país para celebrar al único Papa que ha portado un sombrero de charro mexicano.

El enviado vaticano, recordó que el Papa Juan Pablo II “está verdaderamente presente, ante todo, en nuestras mentes y corazones, renovándonos aquella invitación que dirigió por primera vez al mundo seis días después de su elección:"¡No tengan miedo!, ¡Abran, más aún, abran de par en par las puertas a Cristo!"

“Ha sido esta la invitación que el Santo Padre Juan Pablo II dirigió, una y otra vez, a los corazones de los hombres y de las mujeres de su tiempo: “¡Abran las puertas a Cristo!”, sin tenerle miedo a la verdad y dirigiendo la mirada al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús, vencedor del mal, del pecado y de la muerte”, siguió diciendo en su mensaje monseñor Pierre.

Se trata, afirmó de “un llamado a no tener miedo, a abrir de par en par las puertas de los propios corazones, y también, las puertas de las culturas y de las sociedades humanas. Este es el llamado que insistentemente también nos hace nuestro actual Santo Padre Benedicto XVI”.

México, el país con el segundo mayor número de católicos del mundo nunca había recibido la visita papal (de hecho Juan Pablo II es el único Papa que lo ha visitado), recibió al “Papa peregrino en su primer del más de centenar de viajes al extranjero que realizo, aquel enero de 1979 en el que vino a inaugura la reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en Puebla.

El recuerdo de las inmensas concentraciones humanas que se dieron cita en las calles, en las plazas, en los estadios, en las iglesias, quedo en el corazón tanto del Papa como de los mexicanos y contribuyó, sensiblemente, a que las relaciones entre la Iglesia y el Estado se transformaran por la vía positiva para el ejercicio de la libertad religiosa en México.

“Por ello, expresó el nuncio Christophe Pierre, también hoy damos gracias a Dios que ha permitido al pueblo mexicano caminar casi de la mano del gran hombre que supo defender la dignidad humana de todo hombre y de toda mujer, que reclamó los derechos del pobre, el respeto para nuestros hermanos indígenas, la justicia social, la práctica de la solidaridad, la búsqueda del bien común y de la paz. Del gran hombre que no cesó de animar a todos a luchar por desterrar de su amado México, la corrupción, la pobreza, las injusticias, la violencia, la drogadicción y el narcotráfico. Del gran hombre que supo también manifestarnos su paternal “lamento” por la indiferencia y falta de respeto de muchos por los valores trascendentales de la persona humana, de su dignidad y libertad, de su derecho inviolable a la vida y del don inestimable de la familia. Factores, estos, que progresivamente han hecho que cada vez más se doblegue la verdadera identidad del pueblo mexicano”.

Recordando la imborrable presencia de Juan Pablo II al que le gritaban en la calle “¡Juan Pablo, hermano, ya eres mexicano”!, el Nuncio exclamó: “Ustedes, hijos y hermanos mexicanos de Juan Pablo II tendrán siempre en sus corazones al “Papa amigo” que en su último viaje a México oró diciendo: “¡Amado Juan Diego, ´el águila que habla´! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac (…), pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios”.

Al final de su mensaje, el Nuncio de Su Santidad recordó que “la Virgen Morenita, a quien él consagró su pontificado, ha recibido ya, junto a sí, a Juan Pablo II. Nosotros, por ello, podemos estar seguros que, junto a ella, estará también Juan Pablo II favoreciéndonos con su intercesión amorosa ante nuestro Padre Dios, para que sepamos mantener vivo y actuante, cada uno y todos como Nación, el recuerdo de sus visitas, la actualidad y valor innegable de sus enseñanzas, y la transparencia de su humildad y de su testimonio de vida”.