ROMA, viernes 1 de abril de 2011 (ZENIT.org). – ¿Cuál fue el secreto de la fecunda comunicación de Juan Pablo II? ¿Qué había estudiado teatro? ¿La dicción, su gestualidad siempre comprensible y nunca enigmática, el arte de la retórica, la doctrina de sus mensajes o la sinceridad de su persona?

Esta fue la pregunta reiterada en el centro del encuentro que se realizó  hoy en Roma en la Universidad de la Santa Cruz.

El cardenal Ángel Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, introdujo los trabajos con el tema “La beatificación de Juan Pablo II: opinión pública y sensus fidei”.

El más esperado de los relatores fue sin lugar a dudas el entonces portavoz de la Sala de prensa de la Santa Sede, el médico español Joaquín Navarro ValLs, quien contó como “desde su primer viaje en México, Juan Pablo II despertó la curiosidad de los expertos de comunicación”.

Y en una exposición llena de hechos y recuerdos comentó como después del viaje en Estados Unidos en 1979, un periodista que buscaba de explicar el éxito de la comunicación de Juan Pablo II dijo: “me he enamorado no de lo que dijo pero de como lo dijo”. Y Navarro Valls precisó que en ese momento “ya tenía una impresión exactamente contraria a la del periodista”.

Si bien “en el mundo de la imagen él fue un personaje indiscutible en los medios de comunicación porque se encontraba a gusto cuando comunicaba”. Esto porque “sabía que sea él que quien le escuchaba eran criaturas de Dios y por lo tanto podría entender, porque todos los hombres tienen la capacidad de conocer una cosa: la verdad”.

“Por este motivo exponía las cosas – recordó – con una simplificación originaria que facilitaba la transmisión. E la simplificación originaria es uno de los dones de la comunicación de masa que muchos quisieron imitar”.

En el viaje de Juan Pablo II a Estados Unidos, en septiembre de 1987 un periodista del New York Times se hizo la misma pregunta y respondió: “El Papa domina la televisión simplemente ignorándola” y “le haría sentir escalofríos a cualquier consultor de comunicación en Estados Unidos”. Aquí ya es más aquella opinión “me gusta como lo dice pero no lo que dice”.

El director emérito de la Sala de Prensa recordó la gran libertad de comunicación que el Papa le daba: “En 1991 cuanto tuvo un tumor en el colon que se pensaba fuera maligno, antes de ir al hospital quería en el Ángelus del domingo, pedir a los fieles oraciones por el Papa” y después dijo: “Usted que está informado de todo diga lo que considere conveniente”.

“Entonces pensé y ahora aún más – precisó el ex-portavoz – que la eficacia comunicativa dependía más de lo que se decía, si bien estaban los dos ingredientes”. Y se preguntó ¿Cuál era su mensaje?

Navarro Valls indicó un punto clave que dijo el mismo Pontífice en una cena informal: “Hablando me dijo: el punto central y también nuestra responsabilidad es mantener el carácter transcendente de la persona humana que muchas veces puede transformarse en un mero objeto ”.

“Habiendo visitado 160 países vemos cómo es pequeño el Occidente, donde –simplificando un poco- los parámetros prevalentes entonces eran: el estructuralismo y el marxismo, pero no el soviético en donde de pensamiento había poco, sino el existente en grupos universitarios e intelectuales que se influenciaban la percepción popular”.

Aquí su mensaje explota, dijo, porque “le mostró a una generación que el tema de Dios era inevitable. Estaba convencido que no se puede entender al ser humano si se pone de lado a Dios. Y que sin Dios el hombre es solamente un triste animal ingenioso”.

“Mismo en aquel ‘no tengáis miedo’ había un modo de comunicar – precisó – porque era proponer una experiencia personal universal de quien escucha, él que conoció el miedo y lo superó”.

Por lo tanto, la experiencia personal se repite como leitmotiv “puede responder a esta pregunta inicial sobre el interés popular y mediático”. 

Los jóvenes que lo encontraban – prosiguió -  captaban la verdad de su mensaje y en los diversos países, después de encontrarle coincidía en estas tres respuestas: “nunca nadie me dijo estas cosas, ni la familia, ni la escuela ni la sociedad. No se si lograré vivir en el nivel ético que me ha propuesto, pero él tiene razón”.

“Esta percepción de la verdad existencial de sus palabras no era solamente con los jóvenes” y cuenta cuando el Papa en Miami visitó la sinagoga y después de los discursos un periodista en directa dijo: ‘parece que el Papa hizo pocas concesiones a los judíos’. Juan Pablo II sale y a través de un micrófono que se había quedado abierto se escucha a un rabino que dice: “El ha hablado con el corazón y no los labios”. Estaba la percepción de la verdad que él predicaba”.

Y el portavoz emérito llega al punto: “Quizás en esto se encontraba la capacidad comunicativa de Juan Pablo II”.

Por lo que se refiere a la fuerza de su gestualidad que era evidente, médico español precisó: “Siempre expresaba una verdad, los gestos eran claros no enigmáticos, sea en el Muro de los Lamentos, en el Mausoleo de Gandhi o cuando acariciaba a los enfermos en la plaza San Pedro”. Vale a decir “nada de postizo, eran gestos auténticos”.

El periodista español consideró que “el mejor testimonio de lo que se decía era él mismo, no servían ni las estrategias de comunicación ni las apariencias” y “nos quedaba claro que no era una técnica, sino un testimonio”.

Recordó como en sus viajes era necesario más tiempo para prepararlos que para hacerlos y como se informaba sobre geografía, historia, etnias, etc. 

Otros casos que contó Navarro Vals, fueron cuando encontró a un sanguinario dictador, o a Bill Clinton después del caso Lewinsky y con todos hablo estando solo, porque se sentía sacerdote. Y recordó que después de encuentros con Pinochet, Stroesner, Mobutu, Gorvachov, sus regimenes concluyeron, aunque no necesariamente por una razón causa efecto.

En el centro del problema Navarro Valls indicó: “En su caso la comunicación no le servía para obtener consenso, pero para convencer a las personas de la grandeza cristiana”. Porque “pienso que la enseñanza más importante es que: en definitiva comunicar consiste en hacer aparecer la verdad y no en crear una apariencia.

Y concluyó: “En la vida humana la única cosa que no es comunicativa ni se puede comunicar no es el mal, ni siquiera el dolor, simplemente es la falsedad”.

En la segunda parte de la jornada se realizó una mesa redonda con periodistas vaticanistas y docentes de comunicación, moderada por el profesor Diego Contreras decano de la Facultad de Comunicación de dicha universidad sobre el tema: Opinión pública y respuesta popular respecto a Juan Pablo II.

A la misma intervinieron diversos periodistas de los principales medios de comunicación de Italia.