CIUDAD DEL VATICANO, domingo 17 de abril de 2011 (ZENIT.org).- El hombre necesita elevarse por encima de lo que le rodea, ponerse a la altura de Dios, pero si intenta hacerlo por sus fuerzas, con su soberbia, se derrumbará, porque sólo Dios puede elevarle, afirmó el Papa Benedicto XVI, durante la homilía de la Misa del Domingo de Ramos.
Reflexionando sobre el significado de la entrada mesiánica en Jerusalén que la Iglesia conmemora en esta fiesta litúrgica, el Papa explicó que Jesús era consciente de que “el fin último de su peregrinación es la altura de Dios mismo, a la cual él quiere elevar al ser humano”.
“Nuestra procesión de hoy por tanto quiere ser imagen de algo más profundo, imagen del hecho que, junto con Jesús, comenzamos la peregrinación: por el camino elevado hacia el Dios vivo”.
Sin embargo, subrayó, esta elevación “está por encima” de las posibilidades del hombre.
“Desde siempre los hombres están llenos – y hoy más que nunca – del deseo de ‘ser como Dios’, de alcanzar esa misma altura de Dios”, afirmó.
“En todos los descubrimientos del espíritu humano se busca en último término obtener alas, para poderse elevar a la altura del Ser, para ser independiente, totalmente libre, como lo es Dios”, explicó el Pontífice, subrayando “las muchas cosas que ha podido llevar a cabo la humanidad”.
Pero, añadió, junto con ello, “también han aumentado las posibilidades del mal que se presentan como tempestades amenazadoras sobre la historia. También permanecen nuestros límites: basta pensar en las catástrofes que en estos meses han afligido y siguen afligiendo a la humanidad”.
En el hombre, explicó citando a los Padres de la Iglesia, existen “dos campos de gravedad”: “la fuerza que le atrae hacia abajo – hacía el egoísmo, hacia la mentira y hacia el mal; la gravedad que nos abaja y nos aleja de la altura de Dios”, y “la fuerza de gravedad del amor de Dios: el ser amados de Dios y la respuesta de nuestro amor que nos atrae hacia lo alto”.
“Nosotros solos somos demasiado débiles para elevar nuestro corazón hasta la altura de Dios. No somos capaces. Precisamente la soberbia de querer hacerlo solos nos derrumba y nos aleja de Dios”, afirmó el Papa.
Sólo Dios puede elevar al hombre, añadió, “y esto es lo que Cristo comenzó en la cruz. Él ha descendido hasta la extrema bajeza de la existencia humana, para elevarnos hacia Él, hacia el Dios vivo”.
“Las grandes conquistas de la técnica nos hacen libres y son elementos del progreso de la humanidad” sólo “si nuestras manos se hacen inocentes y nuestro corazón puro; si estamos en búsca de la verdad, en busca de Dios mismo, y nos dejamos tocar e interpelar por su amor”.