CIUDAD DEL VATICANO, martes 19 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Con el aniversario de la elección del cardenal Joseph Ratzinger como sucesor de Pedro, este martes, ha concluido un sexto año de pontificado intenso y en algunos momentos lleno de acontecimientos dramáticos.
El 19 de abril del año pasado, el papa acababa de volver de su viaje a Malta, un viaje que, según comentaba el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, había «superado todas las expectativas».
Ese mismo día, concluido el primer quinquenio de pontificado, el obispo de Roma confiaba a los cardenales de la Curia, durante el almuerzo celebrado ese día en el Palacio Apostólico, «no sentirse solo» a pesar de las dificultades que estaba atravesando.
En efecto, el quinto año de pontificado había concluido en medio de la polémica creada por los casos de abuso perpetrados por miembros del clero, especialmente en Irlanda y Alemania. Esto había creado un intenso malestar, al haber estallado precisamente durante la celebración del Año Sacerdotal.
Benedicto XVI quiso, en este sentido, que la clausura del Año fuese también un momento especial de reflexión sobre el sacerdocio, en el que el papa, en diálogo con los presbíteros de todo el mundo, reafirmaba la importancia de la vocación a la entrega, de la santidad del sacerdocio ministerial, de la celebración de la Eucaristía como centro y de la validez del celibato sacerdotal.
En definitiva, un fuerte «sí» al sacerdocio en medio de la crisis, así como un renovado llamamiento a la responsabilidad de obispos y formadores responsables de las vocaciones.
Al mismo tiempo, la Santa Sede trabajaba intensamente para combatir la crisis. Pocos meses después, se organizaba la visita apostólica a Irlanda, para investigar sobre el terreno los casos de abusos, una visita que comenzó el pasado mes de noviembre.
A finales de abril concluía también la visita apostólica a la congregación de los Legionarios de Cristo, para abordar la crisis producida por el caso Maciel y se nombraba también en julio a un delegado papal, el entonces monseñor Velasio de Paolis, hoy cardenal.
Apenas en el primer mes de su sexto año, el Papa realizaba una importante visita a Portugal en el décimo aniversario de la beatificación de los pastorcitos de Fátima, durante la cual consagraba a los sacerdotes de todo el mundo al Sagrado Corazón de María, y celebraba un importante encuentro con el mundo de la cultura y el arte portugués.
Oriente Medio
A principios de junio, Benedicto XVI realizaba otro de sus viajes importantes, a la isla de Chipre, invitado por el patriarca ortodoxo Crisóstomos II. Un viaje ensombrecido por el sangriento asesinato del vicario de Anatolia, monseñor Luigi Padovese.
Este viaje concentró la atención en uno de los acontecimientos clave de este año, la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio. Este Sínodo, preparado cuidadosamente por las Iglesias locales, constituyó un «salir a la luz» de la situación que atraviesan los cristianos en estos países.
De esta Asamblea surgió un fuerte llamamiento a la unidad entre las distintas Iglesias sui iuris, así como la conciencia de que el fundamentalismo islámico no podrá desaparecer si no se combaten las graves injusticias sociales que existen en el mundo árabe, mediante una mayor difusión de la doctrina social católica.
La desesperada situación de los cristianos volvía a ponerse de manifiesto con la masacre, el 31 de octubre, en la iglesia siro-católica de Bagdad, así como en los ataques contra las comunidades coptas en Alejandría (Egipto), en Navidad.
El Papa recogía toda esta preocupación en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero) y en su discurso al Cuerpo Diplomático (10 de enero), reiterando que no habrá paz en el mundo sin libertad religiosa. Discursos que fueron calificados en todo el mundo como un «hito» importante en la enseñanza de Benedicto XVI.
Gran Bretaña
Indudablemente, otro de los grandes momentos de este pontificado se produjo también este sexto año, a primeros de septiembre, con el viaje a Gran Bretaña. Un viaje, lleno de significados y gestos históricos, que dejó sorprendido a todo el mundo, empezando por los propios católicos.
En él, hubo dos momentos estelares, la intervención en el Westminster Hall ante los miembros del Parlamento, en defensa de la «laicidad positiva» – otro de los sellos del pensamiento este Papa, y la beatificación de John Henry Newman.
Lo más sorprendente fue ver cómo un país que durante siglos fue enemigo acérrimo del catolicismo, acogía con calor a Benedicto XVI, superando los mejores pronósticos (los peores vaticinaban un fracaso absoluto de la visita).
Este viaje supuso también un cambio histórico en las relaciones con la Comunión anglicana: a los dos meses, se materializaban las disposiciones tomadas en la Anglicanorum coetibus (2009) para la creación del primer Ordinariato para ex anglicanos, el de Nuestra Señora de Walshingham.
Mucho trabajo
Este ha sido también el año que ha visto terminados los dos nuevos volúmenes del Papa. El libro-entrevista «Luz del mundo» y el segundo volumen de «Jesús de Nazaret», dedicado a la pasión y resurrección de Cristo, ha visto la luz hace pocas semanas.
Y ha sido también un año importante para las relaciones con la Iglesia ortodoxa, y en especial la rusa. Además de importantes intercambios culturales, se ha constatado una mejora importante del clima entre Roma y Moscú, que pudo palparse especialmente en la reciente elección del nuevo patriarca greco-católico de Ucrania, monseñor Sviatoslav Shevchuk.
Precisamente, en los últimos meses el Metropolita Hilarión Alfeyev, encargado de las relaciones externas del Patriarcado de Moscú, lanzaba la idea de una entente entre ortodoxos y católicos en defensa de los valores cristianos, y especialmente de la familia y la vida.
Ha sido este año también el del impulso a la nueva evangelización, una preocupación constante de Juan Pablo II que Benedicto XVI materializaba el pasado mes de diciembre, con la creación del nuevo Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Al mismo tiempo, el Consejo Pontificio para la Cultura, por deseo del Papa, ponía en marcha una iniciativa inédita para el diálogo con los no creyentes, el «Atrio de los Gentiles», celebrado por primera vez en París el último fin de semana del pasado marzo.
Eso sin contar el viaje a España del pasado mes de noviembre, en el que el papa cumplía su deseo personal de entrar como peregrino en Santiago de Compostela y visitar la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona.
Por Inma Álvarez