ROMA, miércoles 20 de abril de 2011 (ZENIT.org).- El genocidio perpetrado por los nazis, pero también una larga historia de discriminación vuelve necesario profundizar el proceso de integración de los gitanos en la sociedad, para que puedan superar el temor de ser absorbidos y privados de su identidad, volviendo necesario un cambio de mentalidad de la sociedad que les acoge.
Fueron estos los temas centrales abordados por monseñor Antonio María Veglió, presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinterantes, durante la apertura de la primera edición del Salone Editoria dell’Impegno, que se realizó del 9 al 17 de abril en la ciudad de Grottaferrata, nacida entorno a la abadía de San Nilo, a unos 15 kilómetros de Roma,
“Tengo el gusto de participar a esta manifestación de apertura del Salone Editoria dell’Impegno – indicó su excelencia – que tiene por tema Pueblos Nómadas: un mundo que es necesario abrir. Del Porrajmos a la integración”. El genocidio gitano en su idioma, el romaní, se denomina porrajmos, literalmente: destrucción.
Monseñor Veglió recordó la intolerancia y hostigamiento que sufrieron los gitanos con la persecución racial operada por el nazismo y no solamente; la deportación en campos de concentración y la eliminación física de miles de personas, lo que entretanto levantó solamente protestas aisladas y despertó poco interés de los historiadores.
Y recordó que Juan Pablo II condenó el extermino de los gitanos en el mensaje por los 50 años del final de la Segunda Guerra Mundial. “Y en esta línea – prosiguió – se coloca el pedido de perdón a Dios por los pecados cometidos contra los gitanos por los hijos de la Iglesia, querida por Juan Pablo II el 12 de marzo del 2000” en el Jubileo.
Cuidado pastoral
Monseñor Veglió recordó che el Pontificio Consejo de la Pastoral para Migrantes e Itinerantes, es uno de los organismos más jóvenes de la Curia Romana, que sigue a las personas que por motivos diversos están lejos de su patria o de un territorio parroquial, entre ellos las comunidades nómadas.
El estudio de la realidad de los gitanos “ha llevado al Pontificio Consejo a publicar los ‘Orientamientos para una Pastoral de los Gitanos”, en diciembre de 2005. Un primer documento de la Iglesia a nivel universal, dedicado a dicho pueblo”.
Entre los valores positivos de los pueblos gitanos, monseñor Veglió recordó la “hospitalidad fraterna, el sentido profundo de solidaridad, el fuerte apego a la fe de los predecesores”.
Además de apreciar dichos valores es necesario “sostener el proceso de integración de los Gitanos dentro de la cultura de la sociedad que les circunda, con el consecuente cambio de mentalidad sea en ámbito eclesiástico que civil y con la creación de estructuras que garanticen continuidad al proceso de participación de los gitanos en la sociedad”.
Se vuelve necesario además, indicó, distinguir el concepto de primera acogida al del proceso de integración, el que requiere tiempos más largos.
Las Orientaciones indican como “la larga historia de tensiones y persecuciones ha dejado huella en la identidad gitana. El temor de ser absorbidos y privados de su identidad refuerza la resistencia a la asimilación y también a la integración”.
Integración
Por ello uno de los deberes es hacer que “los gitanos particularmente vulnerables se consideren y sean aceptados como miembros a pleno título de la familia humana”. Para ello es necesario respetar su identidad, desarrollar la defensa de sus derechos y la observancia de los relativos deberes.
Esto porque “una sana organización política exige que cuanto más los individuos son indefensos en una sociedad, más necesitan del interés y atención de todos y en particular de la autoridad pública”. Por ello los Estados tienen que promover tipos de apertura que permitan la inserción positiva de los gitanos.
Monseñor Veglió recordó que “la experiencia enseña que para favorecer el proceso de integración de los gitanos en la Iglesia es necesario apoyarse en las personas llamadas integrantes, es decir, capaces de diálogo y mediación”.
Incluso de operadores pastorales que actúen como mediadores y funden comunidades puentes porque “compartir vida cotidiana muchas veces tiene más valor que muchos discursos” incluso para que las comunidades cristianas se liberen de prejuicios y acepten encontrarlos.
Y claramente “que la minoría gitana se empeñe en cumplir sus deberes y obligaciones con la activa y responsable participación de cada uno de sus miembros”.
El prelado subrayó que “en el universo de los jóvenes se encuentra en acto un cambio que se manifiesta en una mayor toma de consciencia de la propia dignidad y el la consciencia del valor de la formación profesional, del estudio y escolarización”. Incluso la voluntad de participación política y el deseo de promoción humana y social de los miembros de la propia etnia.
Resaltó además el rol del Consejo de Europa de los organismos internacionales y de los Estados en lograr un cambio positivo, si bien consideró que necesario optimizar los instrumentos a disposición.
Recordó también el llamamiento promovido en el 2004, a los medios de comunicación para que no den una imagen distorsionada de la comunidad gitana.
Uno de los factores necesarios para la pastoral de los gitanos es la educación, la calificación profesional y la adquisición de competencias para una calidad de vida digna. Entre las lagunas el elevado porcentaje de analfabetismo y la alta ausencia escolar debido a una serie de factores económicos y sociales.
Precisó que en Europa los jóvenes gitanos son unos 6 millones y que diversas congregaciones religiosas y movimientos eclesiásticos se encuentran empeñados en primera línea, entre ellas 14 comunidades salesianas.
“Deseo – concluyó – que para las acciones en favor de los gitanos nos dejemos guiar por dos reglas de oro elaboradas por los gitanos jóvenes en el Congreso Mundial de Frisinga: saber escuchar, es decir, conocerse mejor y actuar a favor de ellos pero sobre todo con ellos”.