Predicador del Papa en Viernes Santo: La perla escondida en el sufrimiento

Homilía del padre Raniero Cantalamessa en la celebración de la Pasión

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 22 abril 2011 (ZENIT.org).- El sufrimiento no puede ser algo absurdo si Cristo, que es Dios, decidió experimentarlo, aseguró este Viernes Santo el predicador del papa durante la celebración de la Pasión del Señor.

«En el fondo del cáliz debe haber una perla», y esta perla es la resurrección, afirmó el padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., durante la homilía que pronunció ante Benedicto XVI y los fieles que llenaban la Basílica de San Pedro .

«Hay una verdad que proclamar fuertemente el Viernes Santo. Aquel a quien contemplamos en la cruz es Dios ‘en persona'», afirmó el predicador

«Hasta que no se reconozca y no se tome en serio el dogma de fe fundamental de los cristianos –el primero definido dogmáticamente en el Concilio de Nicea– que Jesucristo es el Hijo de Dios, es Dios mismo, de la misma sustancia que el Padre, el dolor humano quedará sin respuesta», reconoció el fraile capuchino.

«No se puede decir que ‘la pregunta de Job todavía permanece sin respuesta’, o que tampoco la fe cristiana tiene una respuesta que dar al dolor humano, si de entrada se rechaza la respuesta que ésta dice tener», añadió.

«¿Cómo se hace para demostrar a alguien que una cierta bebida no contiene veneno?», se preguntó el padre Cantalamessa. «¡Se bebe de ella antes que él, delante de él! Así ha hecho Dios con los hombres. Él bebió el cáliz amargo de la pasión. No puede estar por tanto envenenado el dolor humano, no puede ser sólo negatividad, pérdida, absurdo, si Dios mismo ha decidido saborearlo».

Por eso, «en el fondo del cáliz debe haber una perla», añadió. «El nombre de la perla lo conocemos: ¡resurrección!".

En medio del recogimiento propio del Viernes Santo, el predicador explicó que la cruz «no es el ‘no’ de Dios al mundo, sino su ‘sí’ de amor». Por la cruz, el mal ha sido «eliminado, vencido».

«La respuesta de la cruz no es sólo para nosotros los cristianos, es para todos, porque el Hijo de Dios murió por todos», precisó.

Y puso el ejemplo de los mártires, quienes «bebieron el cáliz» después de Jesús. «No podemos pasar en silencio su testimonio», dijo, citando entre los «testigos modernos de la fe» a los monjes de Tibhirine, asesinados en 1996, y más recientemente el ministro paquistaní Shahbaz Bhatti «asesinado por su fe el mes pasado», quien quería vivir y morir por Cristo, como el mártir Ignacio de Antioquía.

Por Gisèle Plantec

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ZENIT Staff

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