ROMA, sábado 30 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Juan Pablo II fue un «gran defensor del hombre», afirmó hoy el cardenal Agostino Vallini, ofreciendo su testimonio durante la Vigilia de Oración por la beatificación del papa polaco, que organizó hoy la diócesis de Roma.
Ante miles de peregrinos congregados en la amplia explanada del Circo Máximo, el cardenal Vallini afirmó que el futuro beato supo leer los «signos de los tiempos», concentrando su esfuerzo en la dignidad de la persona humana.
«Testigo de la época trágica de las grandes ideologías, de los regímenes totalitarios y de su ocaso, Juan Pablo II intuyó con antelación el trabajoso pasaje, marcado por tensiones y contradicciones, de la época moderna hacia una nueva fase de la historia, mostrando una atención constante para que su protagonista fuese la persona humana», afirmó el purpurado.
Juan Pablo II, añadió, «fue defensor firme y creíble del hombre ante los Estados e Instituciones internacionales que lo respetaban y le rendían homenaje reconociéndolo como mensajero de justicia y paz».
«Con la mirada fija en Cristo, Redentor del hombre, ha creído en el hombre y le ha mostrado apertura, confianza, cercanía. Ha amado al hombre y le ha impulsado a desarrollar dentro de sí el potencial de la fe para vivir como una persona libre y cooperar en la realización de una humanidad más justa y solidaria, como operador de paz y constructor de esperanza».
El cardenal Vallini quiso recordar las conocidas palabras que Karol Wojtyla pronunció como papa: «¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo! … Cristo conoce lo que hay dentro del hombre. ¡Sólo El lo conoce!».
También subrayó el amor de Juan Pablo II por todos los «heridos por la vida» – como llamaba a los pobres, enfermos, los sin nombre, los excluidos a priori-, «pero con un amor muy singular ha amado a la gente joven».
«Las convocaciones de las Jornadas Mundiales de la Juventud tenían como fin que los jóvenes fueran protagonistas de su futuro, convirtiéndose en constructores de la historia», añadió.
El papa polaco veía en los jóvenes «la riqueza de la Iglesia y de la sociedad», y les invitaba a «prepararse para las grandes decisiones, a mirar hacia adelante con confianza, confiando en las propias capacidades y siguiendo a Cristo y el Evangelio».
«De su vida, aprendemos, en primer lugar, el testimonio de la fe: una fe arraigada y fuerte, libre de miedos y de compromisos, coherente hasta el último aliento, forjada por las pruebas, la fatiga y la enfermedad, cuya benéfica influencia se ha difundido en toda la Iglesia, más aún, en todo el mundo», afirmó.
El recuerdo de Juan Pablo II, concluyó el cardenal vicario de Roma. «no debe significar para nosotros un regreso al pasado, sino que aprovechando su patrimonio humano y espiritual, sea un impulso para mirar hacia adelante».