CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 de junio de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI recordó hoy a las familias cristianas que el primer testimonio que están llamadas a dar es el de la fidelidad de los esposos.

Como es su costumbre, quiso dedicar esta Audiencia General a reflexionar sobre los momentos más importantes de su reciente viaje apostólico a Croacia, ante los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.

El Papa recordó que precisamente la clausura de la Jornada Nacional de las Familias era su principal objetivo en este viaje apostólico.

“Ha sido muy importante para mí, confirmar en la fe sobre todo a las familias, que el Concilio Vaticano II llamó 'iglesias domésticas'”, afirmó el Papa, recordando que Juan Pablo II, que visitó tres veces Croacia, “dio una gran importancia al papel de la familia en la Iglesia”.

“Con este viaje, he querido dar continuidad a este aspecto de su Magisterio”, afirmó Benedicto XVI.

“En la Europa de hoy, las naciones de sólida tradición cristiana tienen una especial responsabilidad en la defensa y promoción del valor de la familia fundada sobre el matrimonio, que es, por tanto, decisiva, tanto en el ámbito educativo como en el social”.

Este mensaje, subrayó, “tenía una particular relevancia para Croacia, que, rica en patrimonio espiritual, ético y cultural, se prepara para entrar en la Unión Europea”.

Recordando sus propias palabras en la Misa celebrada con las familias en el Hipódromo de Zagreb, el Papa destacó que la primera misión de los esposos es la de ser fieles uno al otro.

“En nuestros días, mientras por desgracia se constata la multiplicación de las separaciones y de los divorcios, la fidelidad de los cónyuges se ha convertido en sí misma un testimonio significativo del amor de Cristo”, afirmó.

Este amor “permite vivir el matrimonio para lo que es, es decir, la unión de un hombre y de una mujer que, con la gracia de Cristo, se aman, y se ayudan durante toda la vida, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad”.

Es más, subrayó, la primera educación a la fe “consiste exactamente en el testimonio de esta fidelidad al pacto conyugal; de ella los hijos aprenden sin palabras que Dios es amor fiel, paciente, respetuoso y generoso”.

Después quiso recordar también la Vigilia con los jóvenes celebrada el pasado sábado en la plaza Jelačić.

“Allí me pude encontrar con la nueva generación croata, y percibí toda la fuerza de su fe joven, animada por un gran empuje hacia la vida y su significado, hacia el bien, la libertad, se puede decir que hacia Dios”, reconoció el Papa.

“A ellos les repetí la pregunta que Jesús hizo a sus primeros discípulos: '¿Qué buscáis?', pero les he dicho que Dios los busca a ellos antes y con más ahínco con el que ellos le buscan a Él”, subrayó.

También citó la celebración en la catedral con los sacerdotes, obispos, seminaristas y religiosos croatas, donde pudo venerar la tumba del cardenal beato Alojzije Stepinac.

“A la luz de su testimonio, animé a los obispos y presbíteros en su ministerio, exhortándoles a la comunión y a la misión apostólica; replanteé a los consagrados la belleza y la radicalidad de su forma de vida; invité a los seminaristas, novicios y novicias, a seguir con alegría a Cristo que les ha llamado por su nombre”.

Por último, se refirió a su encuentro con exponentes de la sociedad civil, del mundo político, académico, cultural y empresarial, con el Cuerpo Diplomático y con los líderes religiosos, reunidos en el Teatro Nacional de Zagreb.

Allí subrayço que “la más profunda vocación de Europa, que es la de custodiar y renovar un humanismo que tiene raíces cristianas y que se puede definir como 'católico', es decir universal e integral”.

El humanismo católico “pone en el centro la conciencia del hombre, su apertura trascendente y al mismo tiempo, su realidad histórica, capaz de inspirar proyectos políticos diversificados pero que convergen en la construcción de una democracia sustancial, fundada sobre los valores éticos radicados en la misma naturaleza humana”.

“Mirar a Europa desde el punto de vista de una nación de antigua y sólida tradición cristiana, que es parte integrante de la civilización europea, mientras se prepara para entrar en la Unión política, ha hecho sentir nuevamente la urgencia del reto que interpela hoy a todos los pueblos de este continente: la de no tener miedo de Dios, del Dios de Jesucristo, que es Amor y Verdad, y que no le quita nada a la libertad, sino que la restituye a sí misma y le da el horizonte de una esperanza fiable”, concluyó.