CIUDAD DEL VATICANO, viernes 10 de junio de 2011 (ZENIT.org).-La Iglesia quiere seguir colaborando en el desarrollo de Guinea Ecuatorial, tanto en el desarrollo social como moral, afirmó ayer el Papa Benedicto XVI, al aceptar las Cartas Credenciales de Ntugu Abeso Oyana, nuevo embajador de este país ante la Santa Sede.

En su mensaje a este país, el Papa aseguró que “no faltará la presencia animadora de la Iglesia” de cara al “perfeccionamiento de la sociedad y en el despliegue de nuevas estructuras capaces de darle una trama más flexible”.

La Iglesia, afirmó el Pontífice, infunde “la luz de la fe en Cristo, que manifiesta al hombre su auténtica vocación y le ayuda a trabajar sin desfallecer por todo aquello que lo dignifica y engrandece”.

Por ello mostró su esperanza de que los ecuatoguineanos, “fortalecidos por esta misma fe, no vacilarán en sus propósitos de participar activa y sabiamente en la edificación de una serena y armónica convivencia”.

“En ese clima, la persona humana podrá realizarse plenamente de acuerdo a su altísima dignidad y derechos fundamentales y germinarán copiosamente los valores esenciales de la tutela de la vida, el cuidado de la salud, el desarrollo de la educación y la solidaridad, así como la salvaguardia del medio ambiente y la ecuánime distribución de la riqueza”.

Todo ello, añadió, es “condición indispensable” para avivar un verdadero progreso social, que llegue a todos, “pero en especial a los más pobres y menesterosos, y al que todos puedan contribuir con su aportación adecuada, libre y responsable”.

El Papa quiso destacar que existe en Guinea Ecuatorial una “sana independencia y respeto recíproco entre la Iglesia y el Estado”, y agradeció en este sentido los esfuerzos llevados a cabo para recuperar y reestructurar muchos lugares de culto.

También quiso reconocer “las iniciativas emprendidas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, especialmente de aquellos que tienen grandes dificultades para vivir de manera digna”. “Animo, pues, a todos a seguir recorriendo con entusiasmo este camino, remediando las carencias sociales, económicas y culturales existentes”.

La Iglesia quiere colaborar, afirmó, “poniendo a disposición del pueblo ecuatoguineano su larga y fecunda experiencia en el campo de la promoción del matrimonio y la familia, la sanidad, la formación de las nuevas generaciones y el ejercicio de la caridad y la beneficencia”.

“No podría ser de otro modo, pues la Iglesia no ignora que todo lo que favorece la concordia y la fraternidad, la erradicación de la pobreza, el incremento de la justicia y el diálogo, así como el afianzamiento del mutuo entendimiento, abre horizontes luminosos de futuro y enaltece al ser humano, de quien jamás debe olvidarse que es imagen de Dios”, concluyó.