GINEBRA, martes 14 de junio de 2011 (ZENIT.org).- La violencia contra la mujer, a pesar de los avances, sigue siendo un grave problema en muchos lugares del mundo, un problema ante el que la educación es uno de los mejores instrumentos para provocar un cambio.
Así lo afirmó el observador permanente de la Santa Sede, monseñor Silvano Tomasi, durante la 17ª Sesión del Consejo para los Derechos Humanos de la ONU, que se celebra en Ginebra, en la sesión dedicada a la mujer.
El observador de la Santa Sede coincidió con los resultados del informe en que la raíz del problema “reside en el punto de vista de la mujer que ignora o rechaza su igual dignidad”.
“A pesar de los progresos realizados, la violencia contra las mujeres sigue siendo una realidad trágica”, afirmó, citando entre otras agresiones la violación como arma de guerra, el tráfico de niñas, los abusos contra empleadas domésticas, los raptos y conversiones forzosas, y los matrimonios y abortos forzados.
“Si bien la violencia es más frecuente donde hay pobreza e inestabilidad social, debemos reconocer que algunos sistemas legales y tradiciones todavía la toleran”, agregó el prelado, citando palabras del Papa Benedicto XVI.
“Hay lugares y culturas donde las mujeres están discriminadas o infravaloradas por el solo hecho de ser mujeres, donde se recurre incluso a argumentos religiosos y familiares, sociales y culturales de presión para mantener la desigualdad de los sexos, donde los actos de violencia se realizan contra las mujeres, convirtiéndolas en objeto de maltrato y de explotación en la publicidad y en la industria de consumo y entretenimiento”.
“Ante fenómenos graves y persistentes el compromiso cristiano es cada vez más urgente para que en todas partes se promueva una cultura que reconozca la dignidad que pertenece a los mujeres, en la ley y en la realidad concreta”, añadió.
Monseñor Tomasi indicó “las mejoras en el nivel de vida y la provisión de un igual acceso a la educación” como los instrumentos que “permitirán a la sociedad prevenir la aparición de este tipo de violencia”.
Recordó en este sentido la enseñanza de la Iglesia sobre la “igualdad de dignidad y en la unidad de hombre y mujer los dos, en la arraigada y profunda diversidad entre lo masculino y lo femenino, y en su vocación a la reciprocidad y a la complementariedad, a la colaboración y a la comunión”.
«Mi delegación considera que es posible mejorar la situación de las mujeres y luchar contra el azote de la violencia, y construir una igualdad creativa y un respeto mutuo que prevengan todo recurso a la violencia”, concluyó el representante vaticano.