Santa Sede plantea objeciones ante la Declaración de la ONU sobre el Sida

La gente tiene más dignidad de la que la ONU reconoce

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NUEVA YORK, miércoles 15 de junio de 2011 (ZENIT.org) .- Siendo la organización responsable de más de una cuarta parte de la atención mundial a los enfermos de Sida y a los afectados por la enfermedad, la Iglesia habla sobre el Sida con mucha experiencia.

Y lo que dice, y ha dicho otra vez en la sede de las Naciones Unidas la semana pasada, es que la persona humana es mejor, más fuerte y más capaz de lo que ordinariamente se piensa – la persona humana tiene una dignidad que a las Naciones Unidas le cuesta reconocer.

Por eso, cuando el pasado viernes, en la sede de Nueva York, se aceptó por unanimidad una declaración política de la ONU sobre el VIH/Sida, la delegación del Vaticano planteó puntos en los que no estaba de acuerdo.

También lo había hecho monseñor Silvano Tomasi, observador permanente ante la oficina de la ONU en Ginebra, unos días antes en una reunión en Europa, recordando el papel de la Iglesia católica en la lucha contra el Sida.

Para luchar contra esta infección – desde que apareciera por primera vez hace 30 años, y 30 millones de muertos más tarde – Jane Adolphe, profesora asociada de Derecho Ave Maria School of Law, habló en la reunión de alto nivel de Nueva York, en nombre del arzobispo Francis Chullikatt y propuso un punto de partida: «el reconocimiento de que la persona humana puede y debe cambiar un comportamiento irresponsable y peligroso, en lugar de simplemente aceptar ese comportamiento como si fuera inevitable e inmutable».

La Delegación de la Santa Sede en las Naciones Unidas quiso recordar que el Sida es algo más que estadísticas, o que planes imbuidos ideológicamente para luchar contra él.

"Las políticas, programas y declaraciones políticas no tienen sentido si no reconocemos la dimensión humana de esta enfermedad en los hombres, mujeres y niños que viven con o están afectadas por el VIH/Sida», afirmó.

La Santa Sede volvió a proponer de nuevo “el único medio universalmente efectivo, seguro y asequible para detener la propagación de este mal: abstinencia antes del matrimonio y fidelidad mutua durante el matrimonio, evitando correr riesgos y conductas irresponsables y promoviendo el acceso universal a los medicamentos que previenen el contagio del HIV de madre a hijo”.

Y criticó a aquellos que ignoran los resultados positivos de los programas basados en la abstinencia y la fidelidad “guiados por la ideología y el propio interés económico que ha crecido como resultado de la enfermedad del HIV”.

En el mismo sentido, declaró que el acceso a la financiación no debe limitarse a «nociones preconcebidas ideológicamente», sino que debe basarse en «la capacidad de las organizaciones para proporcionar una atención segura, asequible y eficaz a aquellos que la necesitan».

Pleno respeto

Por ello, tras aceptarse la Declaración, la delegación de la Santa Sede pidió que se incluyese una «declaración interpretativa», en el que mostraba sus reservas y precisiones hacia varios puntos del documento.

La declaración vaticana reiteró la posición de la Iglesia sobre los términos «salud sexual y reproductiva» y «servicios», así como «de género».

Afirmó una comprensión del término «jóvenes» que significa que los Estados deben respetar los derechos de los padres de familia, y que reconoce que la familia tradicional es indispensable en la lucha contra el Sida.

La Santa Sede rechazó las referencias a términos como «población de alto riesgo», diciendo que supone «tratar a las personas como objetos, lo que puede dar la falsa impresión de que ciertos tipos de comportamiento irresponsable de alguna manera sean moralmente aceptables».

Recordó que no respalda el uso de preservativos para los programas de prevención o clases de educación sexual.

Que no acepta los esfuerzos de «reducción del daño» relacionados con el consumo de drogas, ya que estos «no respetan la dignidad de las personas que sufren de adicción a las drogas, pues no tratan o curan al enfermo, sino que sugieren falsamente que no pueden liberarse del ciclo de la adicción».

Y rechazó la caracterización de las personas que ejercen la prostitución como «trabajadoras sexuales», «ya que esto puede dar la falsa impresión de que la prostitución de alguna manera podría ser una forma legítima de trabajo».

«Lo que se necesita», concluyó el comunicado, «es un enfoque basado en los valores para luchar contra la enfermedad del HIV/Sida, un enfoque que proporcione los cuidados necesarios y el apoyo moral a las personas infectadas y que promueva una vida en conformidad con las normas del orden moral natural, un enfoque que respete plenamente la dignidad inherente al ser humano».

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Dado el interés del tema, ZENIT ha publicado una traducción propia de los siguientes documentos:

-intervención de monseñor Silvano Tomasi (ver www.zenit.org/article-39610?l=spanish)

-intervención de Jane Adolphe en nombre de monseñor Chullikatt en la sede de la ONU (ver www.zenit.org/article-39619?l=spanish)

-Declaración interpretativa de la Santa Sede a la Declaración de la ONU (ver www.zenit.org/article-39613?l=spanish)

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ZENIT Staff

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