Estados Unidos: Declaración de los obispos sobre el suicidio asistido

Piden una “verdadera” compasión para enfrentar las necesidades de los enfermos

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SEATTLE, jueves 23 de junio de 2011 (ZENIT.org).– Vivir cada día con dignidad es el título de la declaración aprobada el jueves pasado por los obispos de los Estados Unidos tras su asamblea plenaria de primavera en Seattle (Washington).

El documento reafirma la oposición de la Iglesia al suicidio médicamente asistido en nombre de los derechos humanos y las obligaciones éticas de la profesión médica en su conjunto.

También se refiere a las dificultades y los miedos de los enfermos terminales, recordando que tienen una mayor necesidad de “amor y de asistencia” que los demás, y a su “atención y consideración”.

“En contra de las estrategias de marketing, la campaña para legalizar este crimen no aumenta la libertad” de estas personas que, enfrentándose al momento “más vulnerable de su vida”, pueden tener cada vez más difícil “realizar elecciones” y pueden tener ideas suicidas y “ser influidos por los prejuicios y los deseos de los demás” en su contra.

“Anulando la protección legal de la vida de un grupo de personas –alertan los obispos-, el Gobierno transmite implícitamente el mensaje de que la muerte sería mejor para ellos”.

De esta manera acaba entrando en la política oficial “el prejuicio de demasiadas personas sanas contra el valor de la vida para todo aquel que tiene una enfermedad o una discapacidad”.

Los obispos reconocen que el sufrimiento en caso de enfermedades crónicas o terminales es a menudo fuerte y pide compasión.

Pero la “verdadera” compasión, subrayan, debe reconfortar siendo “solidarios” con los que sufren.

La compasión no es “dejar en sus manos los medicamentos mortales o abandonarles a sus impulsos suicidas, o a los motivos egoístas que les pueden llevar a querer su muerte”, insisten.

En este punto, los obispos expresan su preocupación por la “mala tendencia” de algunos médicos, por ejemplo en Holanda, que limitando en otro tiempo la eutanasia a los pacientes en fase terminal, proporcionan medicamentos mortales a enfermos crónicos, discapacitados.

Los obispos temen también que los programas gubernamentales y las aseguradoras privadas puedan limitar sus ayudas a los cuidados que puedan prologar la vida, recurriendo a una solución basada en la relación “costes-beneficios” de una muerte prescrita por el médico.

“¿Por qué la profesión médica debería pasar toda su vida desarrollando una empatía y las capacidades necesarias para llevar a cabo una tarea tan difícil e importante como la de proporcionar una asistencia médica de elección cuando la misma sociedad empieza a autorizar, para los pacientes que sufren, una solución que no exige ninguna habilidad?”, preguntan.

“Una vez que algunas personas se hacen candidatas a un tratamiento económico de suicidio asistido –continúan los obispos- se les hace fácil también a los contribuyentes públicos y privados en materia de cobertura sanitaria dirigir a otros los recursos que afirman la vida”.

Por tanto, destacan los obispos estadounidenses en su declaración, “existe una manera infinitamente mejor de enfrentar las necesidades de las personas afectadas por una grave enfermedad”.

Su propuesta consiste en suscitar en ellas “confianza, paz, serenidad” consigo mismas, con los demás y con Dios, reconfortándolas planteándoles sin cesar la pregunta: ¿cómo podemos ser útiles? y aplicar cuidados paliativos eficaces.

Y eso no quiere decir, insisten, “buscar prolongar la vida utilizando medicinas ineficaces o inútilmente destructivas” ni que debamos privar de tratamientos contra el dolor a los pacientes que sufren por miedo excesivo o inoportuno a que puedan tener efectos secundarios y acortar la vida”.

“Merecemos envejecer en una sociedad sensible a nuestra persona y nuestras necesidades”, concluyen los obispos, una sociedad donde “la compasión, basada en el respeto, el apoyo, al final de nuestra vida, sea auténtica”.

“Las elecciones que realicemos juntos hoy –añaden- decidirán si este tipo de sociedad solidaria es la que dejamos a las generaciones futuras”.

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ZENIT Staff

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