CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Gracias a los progresos científicos con las células madre adultas (stam cells), en un futuro próximo se prevé que la vida de las personas podrá alargarse notablemente. ¿Qué supondrá para los jóvenes, ancianos, pero también para las personas hoy llamadas de media edad? Un problema no indiferente con claras consecuencias políticas, sociales y principalmente antropológicas y culturales.
Para buscar respuestas a dichos interrogantes el Consejo Pontificio de la cultura ha convocado del 9 al 11 de noviembre un congreso internacional con el título “Células madre adultas: la ciencia y el futuro del hombre y de la cultura”. El evento fue presentado hoy en la Sala de prensa del Vaticano a la prensa.
Presentes en la conferencia el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura; el sacerdote Tomasz Trafny, director del departamento Ciencia y Fe de dicho Consejo, y la doctora Robin L Smith, presidenta de la empresa farmacéutica estadounidense NeoStem Inc, moderados por el padre Federico Lombardi.
El interés del Consejo Pontificio de la Cultura no es, por lo tanto, particularmente de índole técnico, sino de explorar el impacto cultural de la medicina regenerativa a medio y largo término.
Lo precisó Trafny, recordando que según las previsiones actuales “en las próximas décadas la medicina regenerativa tendrá un rol importante no solamente para las patologías degenerativas” sino también en la potencialidad de la medicina y en la “percepción del ser humano en el vasto contexto cultural, sujeto fuertes cambios”.
Y por lo tanto se plantean “muchas preguntas existenciales que necesitan una mayor reflexión y comprensión.”
La colaboración con la NeoStem Inc, por lo tanto se basa “en la coincidencia en valores éticos que ven en el centro la tutela de la vida humana en cada una de sus etapas. Y sobre el impacto cultural que pueden tener los nuevos descubrimientos científicos en el campo de la medicina regenerativa”.
Particularmente hoy, que “no se da por descontado que una empresa biofarmacéutica tenga una fuerte sensibilidad hacia la tutela de la vida en su totalidad, además de un interés de investigación cultural”.
La conferencia internacional cuenta con el apoyo de otros dos dicasterios de la santa sede: el Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios (para Pastoral de la Salud) y la Pontificia Academia para la Vida, sin excluir aportaciones específicas de la Pontificia Academia de la Ciencia.
La cumbre de noviembre tendrá un carácter divulgativo de alto perfil, sin por ello excluir a quienes no tienen una específica preparación médico-científica.
Se buscará por lo tanto conferenciantes capaces de emplear un lenguaje adecuado, precisó el padre Trafny.
Sobre las células madre adultas, se ilustrará las aplicaciones clínicas que en algunos casos ya traen notables beneficios para los pacientes, así como de los desafíos futuros del hombre.
Los invitados son: obispos, embajadores ante la Santa Sede, ministros de la Salud de diversos países, medios de comunicación, etc.
Monseñor Ravasi quiso distinguir también que existe “una diferencia importante entre técnica y ciencia”, visto que la primera da datos, instrumentos, mientras la ciencia utiliza los datos producidos en un contexto mucho más vasto, justamente el científico y por lo tanto conectado también al cultural.
El hecho que el Vaticano colabore junto a un coloso farmacéutico estadounidense, no significa que quiera desafiar a la administración Obama y sus políticas sanitarias, como sugirió un periodista, sino más bien de profundizar un problema de índole científico cultural, teniendo en cuenta “que muchas compañías biofarmacéuticas se centran en el lucro y no están interesadas en indagar si habrá también algún resultado a nivel cultural”.
Después de la conferencia de prensa, en declaraciones a ZENIT, el padre Trafny precisó que “se intentará afrontar esta específica investigación sobre las madre adultas, contextualizarla, hacer entender que no es un protocolo investigativo típicamente científico que se queda circunscrito en el ámbito de un laboratorio, sino que creará aplicaciones clínicas y que tendrá un impacto social y cultural muy amplio en las próximas décadas”.
Y la pregunta que se planteó el director del departamento Ciencia y Fe es “¿Cómo será la cultura existente dentro de diez o veinte años? ¿Cómo veremos al hombre cuando el desarrollo científico sea tan avanzado que entrará en la profundidad de los mecanismos biológicos?”
Pero también “Cómo habrá que dar asistencia a las personas que lleguen o quizás vivan más de 100 años, cómo asistirlas y darles sostenibilidad? Así como otras incógnitas: si la sociedad no será demasiado anciana, cuál será el balance y relación entre jóvenes, bebés, adultos y ancianos? Estas serán –dijo- las preguntas que hoy tenemos que plantearnos para poder responderlas”.
Por si hubiera alguna duda al respecto precisó que “la Iglesia no está contra la investigación científica a la que deseamos sostener. Entre tanto queremos que los obispos, pastores, agentes pastorales no tengan miedo de estos descubrimientos científicos, de manera que ellos puedan responder a las preguntas que les serán planteadas. Porque aparecerán preguntas de tipo existencial, antropológico y es bueno explorarlas desde ahora”.
El alargarse de la vida ¿podrá alterar en concepto mismo de la muerte? “Es claro --respondió el director de Ciencia y Fe --que las células madre servirán para reparar un tejido dañado de un órgano y por lo tanto la idea de la inmortalidad es ciencia ficción. Nadie es capaz de afirmar que la pluripotencialidad de las células garantizará la inmortalidad, aunque pudiera ser el deseo de algún científico. Pero no estamos preocupados por esta visión”.