DAMASCO, lunes 6 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Los jesuitas que están en Siria mostraron su conmoción por los disturbios que azotan el país y destacaron la importancia del diálogo y de la unidad nacional, en una declaración fechada el viernes 3 de junio en Damasco, tras reunirse para rezar y meditar sobre los recientes acontecimientos.

“Dada la gravedad de la situación, en nombre de todos los que han derramado su sangre, imploramos a los sirios de todos los lados que se movilicen urgentemente para construir un diálogo nacional sincero con el fin de encontrar una solución a esta crisis”, señala el texto, fruto de su oración.

“Nosotros, cristianos, consideramos la unidad nacional como la garantía de nuestra misma existencia, y la pérdida de esta unidad como una amenaza de desaparición, de endurecimiento y de desmoronamiento”, confiesan.

“Por eso queremos desempeñar una función que nos permita reforzar la unidad nacional, reactivando los valores que son esenciales según nuestro punto de vista”, explican.

Respecto al diálogo, indican que debe ser “sincero entre todas las partes” y cada uno debe tomar seriamente en consideración las ideas del otro.

También consideran una opinión pública moderada una condición esencial para una reforma de éxito.

E invitan a todos a rechazar la violencia. Especialmente, señalan que los que usan legalmente la fuerza respeten plenamente la dignidad de toda persona,

“Cada creyente debe ser, en todos los ámbitos de su vida social, tanto en familia como en la calle o en el trabajo, un elemento eficaz en la realización de la unidad nacional -dice el texto, firmado en Damasco- No puede refugiarse en una neutralidad negativa sino que debe ser un instrumento de paz”.

Países árabes

Los jesuitas constatan que “desde hace unos meses, surgen en nuestro país, como en la mayoría de los países árabes, reivindicaciones de reformas de estructuras políticas y sociales”.

“Estas reformas buscan fortalecer el Estado de derecho y la conciencia ciudadana, en el respeto a las libertades individuales”, recuerdan.

El texto original, escrito en árabe, indica que “esas reivindicaciones son un derecho legítimo y reconocido por todos, que permite a cada ciudadano ser un actor de la transformación de la sociedad”.

Para los jesuitas, “los cambios en el trabajo en el mundo árabe y las confusiones actuales que han provocado en la sociedad siria son portadores de una nueva esperanza que hay que tomar en consideración”.

“Por desgracia, la confusión se ha hecho la dueña de la situación, abriendo el camino a la violencia – advierten los jesuitas en referencia a Siria –. Nosotros observamos en este momento intentos de fomentar los disturbios y la guerra religiosa que llevaría a la desintegración de nuestra sociedad”.

Los jesuitas de Siria aseguran que “la historia de nuestro país se ha distinguido por el espíritu de hospitalidad y de apertura al otro, sea quien sea”.

En el Evangelio, el camino

También recuerdan que “estas circunstancias difíciles no constituyen la primera crisis que vive nuestro pueblo, y a pesar de ella y en cada crisis, hemos encontrado en el Evangelio el camino a seguir”.

“El Evangelio nos llama a dar testimonio en el corazón de nuestro mundo, a reforzar el diálogo con todos y a promover la justicia para todos – declaran –. Por eso nos sentimos ahora llamados a expresar nuestro apoyo total a esta patria y a su pueblo”.

“Compartimos con todos ellos la herencia de la noble civilización árabe y la misma preocupación por la unidad nacional y el mismo respeto a todos”.

El documento afirma que “la verdadera paz nacional no puede construirse a través del rechazo de una parte de la población a otra”.

El pasado 15 de mayo, tras rezar el Regina Caeli, el Papa dirigió un pensamiento especial a Siria, “donde es urgente restablecer una convivencia basada en la concordia y en la unidad”, dijo.

En aquella ocasión, Benedicto XVI destacó: “Pido a Dios que no haya más derramamientos de sangre en esa patria de grandes religiones y civilizaciones, e invito a las autoridades y a todos los ciudadanos que no ahorren ningún esfuerzo en la búsqueda del bien común y en la acogida de las legítimas aspiraciones a un futuro de paz y de estabilidad”.