La pobreza se debe a menudo a actitudes egoístas, indica el Papa a la FAO

Recibe a los los participantes de la 37ª Conferencia de la organización

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 1 de julio de 2011 (ZENIT.org).- No hay que leer el drama del hambre en clave exclusivamente técnica sino recordar que la pobreza muchas veces depende de “actitudes egoístas” que se manifiestan en la economía, en un mercado sin reglas seguras y pobre de principios morales y anclado solamente al lucro.

Con estos conceptos Benedicto XVI se dirigió este viernes a los participantes de la XXXVII Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) al recibirles en audiencia en el Vaticano, siguiendo una larga tradición iniciada sesenta años atrás cuando el ente se instaló en Roma.

El Papa recordó que existe “una producción alimentaria global que según la FAO y expertos de peso es capaz de alimentar a la población mundial”.

Entre los presentes se encontraba el director general Jacques Diouf de Senegal y el director general electo, José Graziano da Silva, originario de Brasil y ex responsable del plan “hambre cero”, a quien el Papa deseó “éxito en su obra futura”.

Sobre lo operado por la FAO, el Papa reconoció que el ente de las Naciones Unidas “ha indicado políticas y estrategias en grado de contribuir al importante desarrollo del sector agrícola, de los niveles de producción alimentaria y del desarrollo general de las áreas rurales”.

Recordó que es necesario hacer todos los esfuerzos posibles para “eliminar la pobreza”.

Y ello, dijo, sin limitarse a reducir el problema a “los niveles de producción, aumento de demanda de alimentos o a la volatilidad de los precios: factores que si bien son importantes corren el riesgo de hacer leer el drama del hambre en clave exclusivamente técnica”.

Benedicto XVI mencionó entonces cuáles son los factores de fondo: “Las actitudes egoístas que partiendo del corazón del hombre se manifiestan en su actuación social, en las transacciones económicas, en las condiciones de mercado, en la falta de acceso a los alimentos y se traducen en la negación del derecho primario que tiene cada persona de nutrirse y por lo tanto de estar liberada del hambre”. 

“¿Cómo podemos callarnos delante del hecho que los alimentos se han vuelto objeto de especulación o están ligados a la evolución del mercado financiero que, sin reglas seguras y pobre de principios morales, aparece anclado a un único objetivo, el de la ganancia?”, preguntó.

Sin mencionar directamente la problemática de los impuestos aduaneros o los subsidios de los países ricos que alteran el mercado, el Pontífice pidió “actuar directamente y sin indulgencia sobre aquellos factores que en el sector de la agricultura pesan negativamente sobre la capacidad de elaboración, sobre los mecanismos de la distribución y sobre el mercado internacional”.

E insistió en la necesidad de dar “respuestas concretas y necesariamente unitarias para conseguir resultados que individualmente los Estados no pueden garantizar” haciendo de la “solidaridad un criterio esencial para cada acción política y estratégica”.

Citando su encíclica Caritas in Veritate, el Papa pidió un nuevo modelo de desarrollo que considere “la dimensión humana de cada iniciativa y sea capaz de realizar una auténtica fraternidad.

Sobre la FAO y el inicio de la reforma en su estructura, Benedicto XVI subrayó que la FAO está llamada a relanzar su propia estructura liberándola de obstáculos que la alejan del objetivo indicado por su Constitución.

Ese objetivo consiste en garantizar el crecimiento nutricional y el desarrollo de las áreas rurales de manera que asegure a la humanidad estar liberada del hambre.

El Papa pidió “plena sintonía de la Organización con los Gobiernos” en la actual coyuntura “que ve la reducción de la disponibilidad de recursos económicos-financieros”.

“Mi pensamiento se dirige ahora –dijo el Papa- a la situación de millones de niños, que son las primeras víctimas de esta tragedia”.

En este sentido, constató que “la asistencia y las ayudas concretas se limitan muchas veces a las emergencias, olvidándose que una concepción coherente del desarrollo tiene que estar en grado de diseñar un futuro para cada persona, familia y comunidad, favoreciendo objetivos a largo plazo”.

E invitó a “sostener las iniciativas” para “redescubrir el valor de la empresa familiar rural”.

De esta familia, destacó su “función central para alcanzar una estable seguridad alimentaria”.

Y destacó que “la familia rural es un modelo no solamente de trabajo, sino también de vida y expresión concreta de solidaridad, donde se confirma la función esencial de la mujer”.

Garantizar la seguridad alimentaria “a las presentes generaciones y a las que vendrán significa también preservar los recursos naturales de una explotación frenética, porque la carrera del consumo y del despilfarro parece ignorar toda consideración al patrimonio genético y a las diversidades biológicas, tan importantes para las actividades agrícolas”, advirtió.

“Una apropiación exclusiva de estos recursos se opone la llamada que Dios dirige a los hombres y mujeres para que “labrando y cuidando” la tierra promuevan una participación en la utilización de los bienes de la Creación, objetivo que la actividad multilateral y las reglas internacionales pueden, ciertamente ayudar a alcanzar”, añadió.

Hoy “a los muchos problemas que afectan a la actividad agrícola se añaden nuevas oportunidades para contribuir a aliviar el drama del hambre”, concluyó.

Y animó a los representantes de la FAO a “trabajar para que a través de la garantía de una alimentación correspondiente a las necesidades, cada uno pueda crecer según su verdadera dimensión de criatura hecha a semejanza de Dios”.

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ZENIT Staff

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