ROMA, martes 26 de julio de 2011 (ZENIT.org).- En estos meses de verano, cuando el calor aprieta, los turistas, abrumados, descienden en tropel a la Ciudad Eterna, a menudo se oyen muchas tonterías sobre los Papas y su legado. Quizás tiene que ver con la nueva serie de televisión “Los Borgia”, sobre uno de los menos estelares sucesores de Pedro, el Papa Alejandro VI. Quizás es el mecanismo de defensa del cinismo frente a tanta historia y tanta grandeza. En cualquier caso, escuchar comentarios despectivos e ignorantes sobre una institución cuyos frutos hacen de Roma una de las ciudades turísticas más populares del mundo (de 7 a 10 millones de personas al año), siempre me deprime en esta época del año. Dado que el Papado hizo que Roma fuese una de las actividades turísticas preferidas y convirtió a la Ciudad Eterna en uno de los mayores objetivos de las fotos, me pregunto, ¿no se le debe un poco de gratitud?
Esta semana, pensé que sería bonito recordar cómo el papado ha contribuido a esta ciudad, y lo mucho que ha resultado enriquecida por las peregrinaciones pasadas y las presentes vacaciones. Ya que el número de la suerte romano es el siete, haré una lista de siete ejemplos.
1) Calles rectas y obeliscos. La caída del Imperio Romano vio a sus supervivientes abandonar el área del Foro y las siete colinas que la rodean, para anidar en un pequeño espolón del río Tíber conocido como el Campus Martius. Allí, usando las estructuras y cimientos ya existentes, los romanos llenaron el espacio con una mezcla de tiendas, palacios, iglesias y mercados. El laberinto de calles del Campo de Marte contrastaba ampliamente con las viejas áreas inhabitadas de la antigüedad, donde había campos vacíos con algunas pocas ruinas.
Los peregrinos que iban a Roma desde el siglo VIII, se perdían tanto en un laberinto tan confuso como en un campo tan amplio. En la Edad Media, el papado comenzó a cortar las calles con callejuelas sinuosas como la Via del Pellegrino (el camino de los peregrino) y la Via dei Coronari (la calle de los vendedores de Rosarios), que conducían con facilidad a los peregrinos (los principales visitantes de Roma durante los tristes y difíciles siglos venideros) a las áreas históricas de la Basílica de San Pedro.
Los Papas del Renacimiento mejoraron las cosas, concediendo a la ciudad la majestuosa Piazza del Popolo y el tridente de calles que conducen a las tres áreas más importantes de la ciudad – un sistema que fue copiado después por París y Barcelona. También construyeron la elegante avenida de la Via Giulia – la Quinta Avenida del siglo XVI. El Papa Sixto V, sin embargo, hizo que las calles facilitasen a los peregrinos en su orientación. La calle que conecta la Iglesia de la Santa Cruz con San Juan de Letrán y Santa María la Mayor a la Escalinata Española fue hazaña suya; también pavimentó caminos que llevasen a los campos abiertos e hicieran los Lugares Santos más accesibles. Para ayudar a los peregrinos a encontrar su camino, restauró los obeliscos rotos, lejanos trofeos de las conquistas romanas en Egipto, desde hacía mucho tiempo en estado de ruina, y los colocó en los lugares más importantes. Se podían ver a larga distancia – el obelisco de San Juan de Letrán se podía ver desde Santa María la Mayor, por ejemplo – y servían como faros que guiaban a los peregrinos y a los turistas a través de la ciudad. Un plan de urbanismo y de reciclaje sagaz, ¿no son las cualidades más admiradas hoy en día?.
2) Conservación de antigüedades. Pensad en todas las fotos de vacaciones con los antiguos monumentos de Roma al fondo. ¿Dónde estarían el Panteón, el Coliseo o incluso la antigua curia romana sin el cuidado del Papado? El Panteón con sus mármoles, granitos y bronce, construido en los terrenos pantanosos del Campo de Marte, se habría arruinado si el papado no hubiera seguido la política de convertir antiguos templos paganos en lugares de culto cristianos, como cuando Bonifacio IV pidió al emperador bizantino Phocas, el permiso para transformar el Panteón en una iglesia el 13 de mayo del año 609.
El anfiteatro Flavio (conocido como el Coliseo) había sido ocupado por la familia romana Frangipane desde el siglo VI hasta el XI y se usaba como fortaleza. Un decreto papal de esa época reclamó este y otros grandes monumentos del pasado de las manos privadas, que estaban llevando sus estructuras a la ruina. Cuando un terremoto devastó el anfiteatro en 1349, se convirtió en una cantera usada para la reconstrucción de Roma después de la vuelta del Papa de Aviñón. En 1754, sin embargo, el Papa Clemente XIV declaró el lugar como martyrium y prohibió los desmantelamientos del edificio. Sus sucesores, el Papa Pío VII y Gregorio XVI, construyeron dos soportes que aún hoy mantienen el edificio. Los templos intactos que ahora podemos disfrutar visitando fueron preservados gracias al cuidado, financiación y atención de la Iglesia romana la cual, a pesar del problemático pasado de éstos, consideró que eran merecedores de una nueva vida al servicio de Dios.
3) Iglesias, hablando de iglesias ¿Cuántas veces los cansados turistas han encontrado un poco de respiro, al huir del calor y del caos de las calles dentro de una de las frescas iglesias de Roma? Los cientos de iglesias construidas dentro de la ciudad han albergado a órdenes religiosas, han dado un hogar espiritual en Roma a diversas nacionalidades, o simplemente acomodaron las muchas parroquias de la diócesis del Papa. También son lugares para sentarse junto al aire acondicionado natural de las grandes estructuras de piedra. Las basílicas papales, en particular, permanecen abiertas de 7 de la mañana a 7 de la tarde (y están equipadas con servicios gratis, a diferencia de las iglesias de Venecia y de Florencia). Tampoco el cansado turista es abordado por un religioso o religiosa que practique el “proselitismo” a cambio del servicio gratuito, sino que normalmente está rodeado por obras de arte, ya sea Rafael en San Agustín, Caravaggio en San Luis de los Franceses o Filippino Lippi en Santa María sobre Minerva. Estas pinturas valiosas, por las que se pagarían una cara entrada en cualquier museo, son ahora la única evangelización que las iglesias romanas ofrecen: la posibilidad de contemplar la Verdad a través de la gran belleza y la comodidad.
4) Acueductos. El flujo espectacular de agua que da vida, refresca y revitaliza la ciudad también es un regalo del papado. La gran tradición de los acueductos fue comenzada por los antiguos romanos, que ofrecieron agua fresca a la población a través de acueductos extensos que llevan el agua hasta 60 millas. Estos grandes acueductos fueron destruidos durante la época de las invasiones bárbaras, junto con la tecnología que los crearon. El Papado renacentista recuperó los grandes esfuerzos del pasado de Roma, restaurando los antiguos acueductos y construyendo algunos nuevos.
En 1543, Nicolás V restauró el Aqua Vergina, la primera construcción de Agripa, seguido por un nuevo acueducto, el Aqua Felice, construido por el Papa Sixto V en 1586. Dos Papas más añadieron acueductos, ofreciendo a Roma un flujo constante de agua que todavía los romanos y los turistas pueden disfrutar en cualquiera de las fuentes de la ciudad. Los Papas también embellecieron Roma con sus magníficas fuentes: la Trevi, la fuente de los cuatro ríos en la piazza Navona, la fuente del barco que hace agua de la piazza de España y muchas más. Belleza, placer y descanso, todo gratis.. ¿alguien pide más?
5) Museos. Los grandes museos que nos ayudan a pasar las horas, desde el helado hasta los espaguetis all’amatriciana, son el fruto de la generosidad papal. Las colecciones papales del museo vaticano, por supuesto de renombre mundial, además de varios tesoros de arte romano, no existirían sin el papado. El Papa Sixto IV abrió el primer museo público del mundo en 1471, cuando donó 5 esculturas de bronce preservadas desde
la antigüedad al pueblo romano, albergándolas en el palacio de los Conservadores en la colina Capitolina. Este lugar, todavía conocido como el museo Capitolino, mejoró durante los siglos con cientos de regalos de los Papas, de manera que la Loba y el Spinario de la colección original están ahora flanqueados por la estatua de bronce ecuestre de Marco Aurelio, el Galo moribundo y la famosa Venus Capitolina.
6) Hospitales y Albergues. La descripción del trabajo del Papa se centra más en el cuidado espiritual de su rebaño, sin embargo el Pontífice Romano también ha entendido siempre las necesidades corporales de su rebaño. En el desafortunado caso de enfermedad o el problema de “no hay lugar en la posada”, los Papas también prepararon instalaciones para asegurar que nadie se quedase sin cuidado o atención.
El hospital de Santo Spirito, construido por el Papa Sixto IV en 1480, construido cerca del Vaticano, trató no sólo a los enfermos romanos, también a cualquier peregrino que cayese enfermo durante su viaje a Roma. El Papado construyó la Trinità dei Pellegrini, donde a los peregrinos se les proveía de una cama, comida, consuelo o ayuda. Durante el año jubilar de 1600, la Trinità dei Pellegrini atendió las necesidades de 145.000 peregrinos. Este espíritu de bienvenida todavía se puede encontrar en las docenas de conventos que proveen de sitios económicos para los peregrinos, en los miles puntos de información de toda la ciudad y la afable voluntad de cualquier sacerdote de la curia que detiene sus actividades para bendecir a los peregrinos y a sus rosarios.
7) Oraciones. El último don de los Papas, que continúa dándose hoy en día, son sus oraciones por nuestra seguridad, nuestro disfrute, y lo más importante, para que nuestros corazones se abran a Dios en esta antigua y santa ciudad.
Tal vez durante nuestro disfrute de compras y turismo, podríamos ser lo suficientemente amables como para hacer una pausa y recordar todo lo que el Papado ha hecho por la ciudad. Una oración de gratitud y una petición por el Pontífice Romano es lo mínimo que podemos hacer para dar gracias por las muchas bendiciones que hemos recibido de sus manos.
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Elizabeth Lev enseña Arte y arquitectura cristianos en el campus italiano de la Universidad de Duquesne y en el programa de estudios católicos de la Universidad de St. Thomas. Se le puede contactar en: lizlev@zenit.org
[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]