VALENCIA, jueves 28 de julio de 2011 (ZENIT.org).- El pasado viernes 15 de julio, en el Palacio de la Musica de Valencia, se clausuraba una exposición que ha estado varios meses abierta al público, del pintor español David López.
Una obra de esta exposiciónintegrará la muestra de arte contemporáneo Arte+Fe, que se inaugurará el próximo 10 de agosto dentro de los actos previstos para la JMJ Madrid 2011 (ver www.zenit.org/article-40041?l=spanish). Después de ello, la muestra irá al National Museum of Catholic Art de Washington (EE.UU.)
Precisamente, la clausura de la exposición en Valencia se llevó a cabo mediante una especie de “Atrio de los Gentiles” del arte, en el que participaron un músico y una poetisa. López cree que es necesario que el cristianismo sea capaz de dialogar con el arte actual.
David López (Valencia, 1972) ha expuesto hasta ahora en Valencia, Madrid, París y Nueva York, en exposiciones tanto individuales como colectivas. Es asesor cultural del Instituto Cervantes de París. Es también uno de los colaboradores del pintor e iniciador del Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello, en la realización de pinturas murales de iconos.
Su obra no es – ni pretende ser – arte sacro. No obstante, quiere ser una reflexión sobre la posibilidad de dialogar con la fe, como él mismo explica en esta entrevista concedida a ZENIT.
– ¿Es posible que el arte contemporáneo entre en diálogo con el pensamiento cristiano? ¿Cómo puede hacerlo?
David López: No sólo es posible, sino que es necesario. La filosofía y la antropología que la acompaña se traducen en cultura. Nietzsche tiene una consecuencia cultural, que es el arte de Duchamp. Cuando Nietzsche moría, estaba naciendo Duchamp como artista: Nietzsche dijo “Dios no existe”, y treinta años después, su “hijo” cultural diría: “la belleza no existe”.
Cito a Duchamp porque es el padre de todo el arte contemporáneo. No existe la belleza porque no existe Dios. Él hace un acto irónico, que es coger un urinario y ponerlo como obra suya en una sala de exposiciones.
Lo llaman irónico… para mí es incluso un acto violento. Cuando desaparece Dios desaparece la fe, desaparece el sentido del sufrimiento… Duchamp vivió entre dos guerras mundiales, en un periodo de escepticismo. Si no existe Dios, ¿cómo podemos hablar de algo tan absurdo como la belleza? Desde entonces, el arte toma este camino.
De hecho, hoy hablar de la belleza es algo que no tiene mucho sentido. Pero es una cuestión que yo quiero volver a proponer como valor. Se han escrito cientos de cosas sobre la belleza, de hecho mi intención no es proponer algo nuevo, sino actualizar algo que siempre ha estado, porque ya no está.
Como cristiano, en mi obra esta siempre esto, porque lo que uno vive es lo que refleja, haga un pájaro o haga un limón. En este sentido, mi reciente exposición de Valencia iba un poco más allá, pues cogí un motivo antropológicamente cristiano, para hablar de la existencia de Dios, de la existencia de la belleza, de la existencia del sentido.
La gente se acerca a un paisaje, contempla un paisaje, y le gusta, siente un placer estético, un placer que está ligado al amor. Y ya está, no tiene porqué profundizar más. En lo que conforma esa experiencia estética, hay una matemática, pero el espectador no necesita entenderla. Uno no necesita entender científicamente una naranja para disfrutar de ella, aunque haya una explicación científica: la combinación de azúcares con aminoácidos etc.
Cuando hay algo bello, hay una matemática, una relación entre materiales, texturas, etc. y eso conforma la belleza. La mayor parte de las personas la disfruta, pero los artistas son capaces de acercarse intuitivamente a la relación que hay detrás de esa belleza: las materias se dan valor mutuamente porque están en relación.
Los artistas lo traducimos en obras, materiales, texturas, colores… por ejemplo, una curva necesita una recta, una mancha necesita una línea, un color plano necesita un color deshecho… estas son las herramientas con las que se recrea la belleza, sea en pintura como en música, donde el sonido necesita del silencio.
Esto forma parte de la experiencia existencial del hombre, y tiene que ver con la bendición: quien nunca haya experimentado el frío, no sabe lo que es el calor. Si nunca hubiéramos pasado frío, nunca podríamos bendecir por tener una chimenea, si nunca hemos pasado hambre, no podríamos bendecir por comer un buen cordero de Segovia… Todo está en relación, y contribuye a darse valor mutuamente.
Los artistas traducimos esta relación que hay en la materia en formas y colores; eso es un cuadro. Y ese cuadro tiene que ser bello en su relación de materias, sea una Virgen, un burro, o no sea nada. Este es el primer nivel del arte.
En mi caso, además, me interesa darle un contenido, y este sería un segundo nivel. Esas formas que tienen que “funcionar” entre sí y ser bellas, además tienen que tener un contenido. Porque el arte no es sólo relación entre materias, sino que es relación entre personas, es comunicación.
Este es otro aspecto que la postmodernidad ha quebrantado, al exaltar el individualismo. Muchos artistas, si les preguntas el significado de su obra, niegan que lo tenga, sino que pintan para sí mismos, se cierran al diálogo, “no quieren decir nada”.
Hay un tercer nivel del arte, y es el de relación espiritual. El arte siempre ha sido espiritual, ha expresado relación con lo divino, lo que no hay que confundir con el arte propiamente sacro. Desde Altamira hasta el siglo XX, el arte siempre ha expresado lo espiritual; es precisamente en el siglo XX cuando aparece, por primera vez en la historia, la sociedad “atea”.
Siempre ha habido personas no creyentes, pero éste nunca había sido un planteamiento de la propia sociedad. El arte, como dijo Juan Pablo II a los artistas, es “nostalgia de Dios”.
Por eso, para un humanista ateo de hoy, el concepto “belleza” no tiene sentido… y tienen razón, porque en este siglo, la belleza se ha banalizado, se ha convertido en un artículo económico. La belleza se ha utilizado para sublimar la realidad, pero no para trascenderla. Sublimar supone cambiar la realidad, “hacer Photoshop”; trascender la realidad es saber ver a través de ella.
– ¿El problema sería entonces llegar a un concepto universalmente aceptado de belleza?
David López: Ese es el punto, en efecto. En un libro reciente, Umberto Eco escribe: “Dios ha muerto, la belleza ha dejado de existir, la historia ha terminado”. Al desaparecer Dios, desaparece un concepto universal de la belleza, que es uno de sus atributos. Con el relativismo y el subjetivismo, ya no hay cabida para lo universal.
En mi exposición puse una cita del cineasta ruso Tarkowsky, uno de los grandes de esta época, que dice: “Una imagen es una impresión de la verdad, a la que dirigir la mirada de nuestros ciegos ojos”. Hubo alguno que al leerla se molestó: la verdad, qué es la verdad, qué se cree este…
Hay otra cuestión, yo en mi obra intento poner en relación lo universal con lo particular, porque en lo particular, en lo cotidiano, están los universales más importantes, como el amor.
– ¿Puede que un artista no crea que existe la belleza porque no tiene experiencia personal de ella? Es decir, ¿es posible que un siglo XX tan violento y duro como hemos vivido haya influido en el arte?
David López: Cuidado, esto no es del todo así. El artista tiene una intuición de la belleza, aunque no haya oído nunca hablar de Dios o no crea en él. Pero indudablemente el arte contemporáneo es fruto del siglo XX, y expresa la antropología que éste ha producido.
Es el caso de Duchamp y del mundo de
entreguerras y posguerra en el que vivió. Después de él, vienen dos artistas, que junto con Duchamp forman la “trinidad” del arte contemporáneo: Joseph Beuys y Andy Warhol. Ambos expresan esta antropología: para Andy Warhol, el arte es dinero, sin tapujos; para Beuys, el arte es melancolía, soledad del artista consigo mismo.
Respecto a su pregunta, tengo un amigo pintor, Juan Olivares, que para mí es uno de los mejores, por lo menos de España. Es un pintor que tiene experiencia de belleza, porque sus cuadros son de una verdadera belleza. Es arte abstracto, pero utiliza una combinación de materiales que expresa una intuición de algo que hay en la naturaleza. Si hablas con él, puede que no sepa expresarlo con palabras, pero lo ha entendido, porque si no no podría pintar así.
– Entonces, un artista necesita tener una “revelación” personal sobre lo que es bello, aunque no sepa conectarlo con una belleza universal, pero que es su “manera particular” de buscarla…
David López: Eso es, en efecto. De hecho, una de las series de mi última exposición en Valencia se llama “arte es revelación”. De hecho, reconocer que el arte es una revelación supone un acto de humildad: no es una “genialidad” de uno, sino que es algo que se nos ha revelado, que se nos ha confiado.
Otro caballo de batalla es la dicotomía entre originalidad y tradición. Hoy hay una idolatría de la originalidad, de una originalidad mal entendida. La originalidad viene de nuestro mismo ser persona, única e irrepetible. La originalidad aparece cuando uno se sincera, se muestra a sí mismo.
– Esta pérdida del sentido universal de belleza, ¿puede haber afectado también al arte sacro?
David López: La fe es verdaderamente acogida cuando se transforma en cultura, han dicho los dos últimos Papas. Esto es profundísimo: si tu evangelizas a una persona, ¿cómo sabes si esa evangelización ha “tomado cuerpo” en ella? Sólo es visible si se ha transformado en cultura, en forma de vivir. Según se cree, así se vive.
En algunos lugares de la Iglesia hay hoy un eclecticismo en el arte, una huida de la tradición. Cabría preguntarse si esto no refleja una crisis de fe mucho más profunda.
Hay que señalar otro aspecto: el Occidente cristiano ahora está viviendo un proceso de acercamiento al Oriente, y esto va a ir a más, a mucho más. El día que estemos más próximos, empezaremos a “beber” muchas cosas de Oriente que nos van a ayudar muchísimo. Por ejemplo, la importancia que ellos dan a la belleza.
– Una curiosidad respecto a su obra, que llama mucho la atención, ¿por qué utiliza tanto el blanco? Blancos puros, crema, blancos rotos, opacos o transparentes, de diferentes texturas… y los negros no son sólidos, no son consistentes ni definidos.
David López: Es importantísimo
– ¿Por qué?
David López: No lo sé, es una intuición mía, pero es muy importante. Nunca lo he articulado de forma lógica… es una pregunta difícil de contestar.
Voy a hacer una confesión: a mi, la película que más miedo me ha dado, la vi a los 7 años, es la Guerra de las Galaxias. Cuando empieza la película, el ataque a la nave, la puerta explota y entran los malos… ¡vestidos de blanco! El blanco no podía ser para mí el color del mal… Aquello me aterrorizó, aún recuerdo el miedo que pasé.
En realidad, el blanco es un color que se utiliza mucho en el arte conceptual, porque es un color neutro, que permite centrar la atención en lo que se quiere expresar. En mi caso, en el caso de mi obra… De alguna manera, el blanco está ligado a las cosas verdaderas.
– Al concluir la exposición de Valencia, se hizo una especie de “Atrio de los Gentiles” artístico. Explíquelo un poco.
David López: La preocupación del Papa por crear un “Atrio de los Gentiles” es una intuición que algunos artistas habíamos compartido. En realidad, es algo que hacía ya san Felipe Neri: a la gente que no iba a entrar en la Iglesia a escuchar una predicación, por dificultad, prejuicios o lo que sea, ¿cómo entrar en diálogo con ellos?
Neri se dio cuenta de que la cultura era un vehículo importante para el diálogo, porque hay verdades comunes que nos son comunes a muchos – la verdad, la bondad, la belleza – y hay que buscar lo que nos une y no lo que nos desune. Entonces, organizaba tardes de conciertos, que eran seguidos de tertulias. En ellas participaba uno de los grandes músicos de la época, Palestrina.
En la JMJ, entre los artistas que participamos en la exposición de arte contemporáneo hay católicos, protestantes y ortodoxos, pero indudablemente va a ser un punto de encuentro con la modernidad.
Mi aportación, una obra de la serie Nowa Huta, es un gran Cristo. El lenguaje es contemporáneo. Una persona no creyente que entre a verla reconocerá el lenguaje, aunque pueda no conocer el contenido. Pero también hay personas entre los cristianos que nunca irían a una exposición de arte contemporáneo, porque no entienden este lenguaje, pero que sí reconoce el contenido.
El lenguaje del arte contemporáneo es muy interesante y tiene muchas posibilidades. Mi obra quiere, en este sentido, ser un puente.
¿Por qué Nowa Huta? Es famoso el proyecto comunista en Polonia de hacer una ciudad sin Dios, la ciudad moderna del futuro. A los pocos meses de vivir allí, los habitantes empiezan a levantar una cruz en el sitio donde se reúnen a rezar. Por la noche rezaban, por el día las autoridades les derribaban la cruz. Así estuvieron años, poniendo la cruz que al día siguiendo les derribaban.
– De hecho, según el cardenal Cordes, nació allí el concepto de “nueva evangelización” del papa Juan Pablo II (n.d.r., ver www.zenit.org/article-39534?l=spanish) .
David López: [Muy sorprendido] ¡No lo sabía! Hace dos años estuve allí, en Nowa Huta. Quería ir a verlo. Es muy impresionante.
Volviendo a nuestro pequeño “Atrio” artístico de Valencia, vino una poetisa cubana exiliada en España a ver la exposición, y propuso escribir unos textos – bellísimos, por cierto – sobre el arte como relación. Un amigo mío músico compuso una obra con el mismo tema. Se celebró el día de la clausura, el 15 de julio. Una experiencia muy positiva, muy hermosa.
Por Inma Álvarez