LOS ÁNGELES, jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- El primado de Dios es fundamental en la formación sacerdotal, que debe priorizar la formación humana y reservar un lugar central a una formación intelectual sin equívocos, afirmó el prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal Mauro Piacenza este martes en un coloquio informal con los seminaristas de Los Ángeles.
El purpurado está interviniendo estos días en la reunión anual de sacerdotes hispánicos en servicio en los Estados Unidos, por invitación del nuevo arzobispo de la archidiócesis de Los Ángeles.
Al dirigirse a los seminaristas antes de escuchar y responder a sus preguntas, el cardenal afirmó que la santidad es la verdadera prioridad y el único recurso posible para la necesaria reforma.
“El seminario de la santidad tiene un rector verdaderamente magnífico y es una mujer: la bienaventurada Virgen María”, dijo.
El representante vaticano confió a los seminaristas “el secreto de la felicidad, el secreto de la plena realización de la vida Sacerdotal: donar todo, sin conservar nada para uno mismo, ¡siguiendo el ejemplo de Jesús!”.
También les dijo que “el futuro de la Iglesia, que es cierto, porque está en las manos de su Cabeza y Señor, que es Cristo, pulsa en vuestras existencias”.
Les invitó a vivir el tiempo del seminario como “la gran ocasión que se os da para realizar una extraordinaria experiencia de intimidad con Dios”.
“La relación que habréis tejido con Él en estos años, ciertamente se profundizará y cambiará durante la vida, pero los fundamentos, el meollo de aquella relación, ¡se constituye ahora!”, exclamó.
Y destacó que el momento formativo comunitario, que la Iglesia considera necesario para la formación de sus sacerdotes, “es, en dicho sentido, ¡irrepetible!”.
El purpurado dio las gracias a los seminaristas por su “sí ¡tan generoso!” y les aseguró su oración “para que sea total e incondicionado”.
También les ofreció unas reflexiones sobre lo que el prefecto de la Congregación para el Clero considera fundamental hoy, y siempre, en la formación sacerdotal.
¡Hombres de Dios!
Respecto al primado de Dios, el cardenal destacó que “cualquier otra motivación, que también puede acompañar el inicio de la percepción de una llamada al sacerdocio, confluye en el movimiento de total donación al Señor y en el reconocimiento de su primado en nuestra vida, en la vida de la Iglesia y en la del mundo”.
A continuación, explicó que “primado de Dios” significa “primado de la oración, de la intimidad divina; primado de la vida espiritual y sacramental”.
En este sentido, afirmó: “la Iglesia no tiene necesidad de gestores, ¡sino de hombres de Dios!”, necesidad “de hombres creyentes y, por tanto, creíbles”.
“Primado de Dios significa primado de la vida sacramental, vivida hoy y ofrecida, a su tiempo, ¡a todos nuestros hermanos!”, continuó.
Y señaló que los hombres buscan en el sacerdote “lo que sólo él puede dar: la divina Misericordia, el Pan de vida eterna, un nuevo horizonte de significado ¡que haga más humana la vida presente y posible la eterna!”.
El cardenal Piacenza indicó que la Iglesia necesita “hombres fuertes, firmes en la fe, capaces de conducir a los hermanos a una auténtica experiencia de Dios”.
“La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes que, en las tempestades de la cultura dominante, cuando “la barca de no pocos hermanos es combatida por las olas del relativismo” sepan, en efectiva comunión con Pedro, tener firme el timón de la propia existencia, de las comunidades que les han sido confiadas y de los hermanos que piden luz y ayuda para su camino de fe”, añadió.
Formación humana
Además del primado indiscutido de Dios, continuó, “es necesario que la formación humana ocupe el puesto fundamental que le corresponde”.
En este sentido consideró indispensable “con toda honestidad, ponerse en juego, confiando a Dios, a través del Director espiritual”.
Y advirtió a los seminaristas que no cedan a la ilusión por la que las cuestiones no resueltas (o no debidamente afrontadas) se podrán improvisamente resolver después de la ordenación: “¡No es así! ¡Y la experiencia lo demuestra!”, exclamó.
También reconoció la necesidad de “un justo grado de autoconocimiento” en la formación humana de los seminaristas.
“Las llamadas ciencias humanas pueden ofrecer una válida ayuda, ¡pero sobre todo tiene necesidad de “estar en contacto” con la Santa Humanidad de Cristo!”, dijo, destacando la importancia para ello de la adoración eucarística prolongada.
Formación intelectual
El cardenal prosiguió su intervención indicando que “juntamente con la formación humana, es central la intelectual”.
Constató que en las últimas décadas, la formación intelectual ha ocupado una importante parte de toda formación seminarista y apuntó que “ahora, muy probablemente, en este ámbito es necesario valorar atentamente las proporciones y los equilibrios”.
“Aunque se desea para todos una buena formación, no todos los sacerdotes deberán ser teólogos”, explicó.
Sobre esa formación intelectual, indicó que “debe tender a transmitir los contenidos ciertos de la fe, argumentado razonablemente sus fundamentos escriturísticos, los de la gran Tradición eclesial y del Magisterio y hacerse acompañar por los ejemplos de vida de sacerdotes santos”.
“No debéis desorientaros en los meandros de las diversas opiniones teológicas que no dan certeza y ponen la Verdad revelada a la par de cualquier otro “pensamiento humano” -aconsejó-. Uno se forma en las certezas y tratando de tener en el propio equipaje una visión de síntesis con el entusiasmo de la misión”.
El prefecto mostró su convencimiento en que “una buena y sólida formación teológica, que descubra también el fundamento filosófico de la metafísica y no tema acoger toda la Verdad completa, es el mejor antídoto a las tantas “crisis de identidad”.
Y destacó la necesidad de utilizar el Catecismo y de “que la formación intelectual no viva equívocos de ningún género”.
Continuidad tras el Vaticano II
Respecto al Concilio Vaticano II, el cardenal Piacenza advirtió ante las “polarizaciones, a veces ideológicas, que la interpretación de aquel acontecimiento providencial ha suscitado”.
“Seréis vosotros, probablemente, la primera generación que interpretará correctamente el Concilio Vaticano II, no según el “espíritu” del Concilio, que tanta desorientación ha traído a la Iglesia, sino según cuanto realmente el acontecimiento conciliar ha dicho, en sus textos, a la Iglesia y al mundo”, afirmó.
“¡No existe un Concilio Vaticano II diverso del que ha producido los textos hoy en nuestra posesión!”, exclamó.
“En estos textos nosotros encontramos la voluntad de Dios para su Iglesia y con ellos es necesario confrontarse, acompañados por dos mil años de Tradición y de vida cristiana”, aseguró.
“¡Pero no existe, ni podría existir una Iglesia pre-Conciliar y una post-Conciliar! -añadió-. Si fuera así, la segunda – la nuestra – ¡sería histórica y teológicamente ilegítima!”.
Sacerdotes santos
Finalmente, recordó a los seminaristas el ejemplo de los santos sacerdotes Agustín, Ambrosio, Tomás de Aquino, Carlos Borromeo, Juan Maria Vianney, Juan Bosco, Pío X, el Padre Pío y José María Escrivá y del beato Juan Pablo II”.
Y concluyó: “Seréis sacerdotes de la Iglesia que está formada por tantísimos santos sacerdotes que durante los siglos han hecho luminoso, bello y radiante y por tanto fácilmente reconocible, el rostro de Cristo, Señor, en
el mundo”.