CIUDAD DEL VATICANO, martes 25 octubre 2011 (ZENIT.org).- A las 11,30 de esta mañana, en la Aula Juan Pablo II de la Sala de Prensa de la Santa Sede, tuvo lugar la rueda de prensa de presentación del Mensaje de Benedicto XVI para la 98 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el 15 de enero de 2012, con el tema: “Migraciones y Nueva Evangelización”.

En la misma, intervinieron monseñor Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes; monseñor Joseph Kalathiparambil y el padre Gabriele Ferdinando Bentoglio, C.S., secretario y subsecretario respectivamente del citado Consejo.

Monseñor Vegliò recordó que, desde hace unos años, el mensaje se dirige a tres colectivos muy diferentes: trabajadores migrantes, refugiados y estudiantes internacionales.

Cada una de las tres intervenciones de los máximos representantes del Consejo Pontificio pretendían conjugar la nueva evangelización con estos tres ámbitos de las migraciones.

Recordó monseñor Viganò que evangelizar es la misión esencial de la Iglesia. Nos encontramos, dijo, con una realidad caracterizada por la facilidad de los desplazamientos. En consecuencia, “el mundo entero se ha convertido en tierra de anuncio evangélico”.

Citando los datos aportados (ver: http://www.zenit.org/article-40761?l=spanish) en su intervención, afirmó que “es evidente que la mezcla de nacionalidades y de religiones aumenta de modo exponencial. En los países de antigua cristiandad, observamos la penetración de la secularización y la creciente insensibilidad respecto a la fe cristiana, mientas que en algunos países de mayoría no cristiana hay un influjo emergente del cristianismo. Por todas partes pululan los nuevos movimientos sectarios, con el intento de 'eliminar toda visibilidad social y simbólica de la fe cristiana' (cf. Mensaje 2012, § 3), como si Dios y la Iglesia no existieran”, afirmó monseñor Vegliò citando el mensaje del Papa hecho público hoy.

Concluyó afirmando que hay campo abierto para “el optimismo cristiano que traza nuevos caminos a la “carrera de la Palabra” (2Ts 3,1), no en el sentido de un vago espiritualismo, sino en la certeza de que el tiempo que estamos viviendo está enriquecido por la valiosa oportunidad de los movimientos migratorios. Estos, obviamente, deben ser legítimamente regulados, liberándolos de las plagas de la pobreza, la explotación, el tráfico de órganos y de personas. En la legalidad, con atención a tutelar la dignidad de cada persona humana, promoviendo su auténtico progreso, también las migraciones contemporáneas pueden convertirse en una bendición para el diálogo entre los pueblos, la convivencia en la justicia y la paz, el anuncio evangélico de la salvación en Jesucristo”.

Por su parte, monseñor Joseph Kalathiparambil afirmó que “la sociedad en la que vivimos está haciéndose cada vez más multiétnica e intercultural, como muestra también la presencia de demandantes de asilo y refugiados”.

La atención a este grupo, en la segunda parte del mensaje del papa, dijo, asume un relieve especial porque este año recordamos el sesenta aniversario de la convención internacional sobre los refugiados, firmada en Ginebra en 1951.

El Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en su informe anual, difundido en la Jornada Mundial del Refugiado del pasado mes de junio, denunció “profundos desequilibrios en el apoyo internacional que reciben las personas desarraigadas de su tierra”. Según el informe, cuatro de cada cinco refugiados del mundo son acogidos por países en vías de desarrollo, tanto en términos absolutos como en proporción a sus sistemas económicos.

El mayor número de refugiados está hoy acogido en Pakistán (1.900.000), Irán (1.100.000) y Siria (un millón). Tanto más cuando, advierte ACNUR, “esto sucede en un periodo caracterizado por crecientes sentimientos de hostilidad hacia los refugiados en muchos países industrializados”.

Cita a Benedicto XVI cuando afirma que “los refugiados que piden asilo, huidos de las persecuciones, violencia y situaciones que ponen en peligro su vida, necesitan nuestra comprensión y acogida, respeto a su dignidad humana y sus derechos, así como la conciencia de sus deberes. El dolor, el sufrimiento y la experiencia traumática de la fuga para salvar la vida son elementos que están en la base de su existencia y, en el compartir solidario, pueden abrir camino a profundas relaciones humanas de empatía y de filantropía, sobre todo para las comunidades cristianas, que en todo caso ven en los solicitantes de asilo y en los rifugiados el rostro de Cristo, que nos hace a todos hermanos y hermanas”.

Por su parte, el padre Gabriele Ferdinando Bentoglio, C.S., se detuvo en la sección final del mensaje papal, dedicada a los jóvenes que salen de su país por motivos de estudio o formación profesional. Afirma Benedicto XVI que “afrontan problemas de integración, dificultades burocráticas, malestares en la búsqueda de alojamiento y estrcuturas de acogida”.

A finales del primer decenio de este siglo, el número de estudiantes en el extranjero superó los tres millones y se prevé que llegue a los siete millones en 2025. Los principales países que les acogen son Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia. En el decenio apenas concluido, sin embargo, los más bruscos aumentos porcentuales se dieron en Nueva Zelanda y Corea, seguidos de Australia, Canadá y Japón. Más del 50% de los flujos totales de estudiantes internacionales en 2008 procedían de una veintena de países, entre los que, en los primeros puestos, figuraban China, Polonia, India y México. En los años precedentes, los mayores incrementos eran de Colombia, China, Rumanía y Marruecos. Disminuyeron los procedentes de Filipinas y la Federación Rusa.

Subrayó el padre Bentoglio que si la movilidad de los estudiantes internacionales aumenta, crece también la urgencia de que “los lugares de educación y formación, sobre todo a nivel universitario, adquieran y valoren la relación necesaria y estratégica entre 'la profunda sed de verdad y el deseo de encontrar a Dios”, como recomienda el papa, refiriéndose a las comunidades cristianas para que “sean sensibles hacia tantos chicos y chicas que, justo por su juventud, además del crecimiento cultural, necesitan puntos de referencia”.

Con el fin de concretar estas reflexiones, el Consejo Pontificio realizará el III Congreso Mundial de pastoral para los estudiantes internacionales, en Roma, del 30 de noviembre al 3 de diciembre de este año, con el tema “Estudiantes internacionales y encuentro de las culturas”.

Por Nieves San Martín