ROMA, lunes 14 de noviembre de 2011 (ZENIT.org).- La visita a Roma de Herman Van Rompuy, presidente del Consejo de Europa, duró toda la jornada del sábado 12 de noviembre. Por la mañana, Van Rompuy fue recibido en audiencia por el papa Benedicto XVI, con el que mantuvo una conversación que duró veinte minutos.
“Vivimos un periodo de crisis”, declaró el papa en su discurso al eurodirigente belga. “Europa tiene grandes problemas”, añadió el santo padre, refiriéndose a la crisis económica. Después Van Rompuy le presentó a su mujer y al resto de su delegación.
Según las informaciones de la Sala de Prensa vaticana, el encuentro tuvo lugar en “un clima de cordialidad” que permitió “un útil intercambio de opiniones sobre la situación internacional y sobre la contribución que la Iglesia Católica desea ofrecer a la Unión Europea”.
El presidente del Consejo Europeo dió al papa el libro Europe epure du dessin (Europa esbozo de un proyecto), mientras que Benedicto XVI honró a Van Rompuy y a su delegación con la medalla del pontificado.
Después del encuentro con el papa, Van Rompuy fue recibido por el secretario de Estado Vaticano cardenal Tarcisio Bertone y por el secretario para las Relaciones con los Estados monseñor Dominique Mamberti.
El presidente del Consejo Europeo visitó a la Comunidad de San Egidio donde fue invitado a comer, y allí se debatió una vez más sobre crisis económica y compromiso de la Unión Europea en el norte de África, después de la llamada “Primavera Árabe”.
Van Rompuy participó finalmente en la conferencia: Vivir juntos en la Europa de hoy, invitado por la Universidad Pontificia Gregoriana, donde defendió las raíces cristianas del viejo continente.
Citó al historiador belga Jacques Pirenne, que afirmaba: “Europa era un verdadero caos, formado por antiguos pueblos romanos, cuya civilización tiene un origen milenario, y por pueblos nuevos en los que se encontraban todos los grados de barbarie y de semibarbarie. La Iglesia, reuniéndolos en el cristianismo, crea Europa. No fue una entidad política, ni una entidad económica, era exclusivamente una comunidad cristiana”.
El cristianismo fue un “elemento constitutivo” que marcó “profundamente las estructuras”del viejo continente, añadió elex primer ministrobelga.
Europa como proyecto político “fue la respuesta a la guerra, al horror”. Esta “está fundada sobre este rechazo y sobre esta elección por el hombre, contra la barbarie y el totalitarismo”, observó Van Rompuy.
La unión de los valores que deberían unir a nuestras comunidades no podrá ser sólo la “solidaridad”, concepto que “para no ser estéril, implica una noción de comunión y de amor”. Es justo el amor, según Van Rompuy, el elemento base: un amor “gratuito”, en el sentido del donarse.
El amor es “una fuerza trascendente”, sin ser “abstracto”. “Necesita, también, ser concreto, prosiguió el euro-dirigente. “El amor, como también la fe, se muere si no se traduce en obras”.
Después de haber alabado a la Compañía de Jesús y a la gran herencia religiosa, cultural y civil de la Congregación de San Ignacio de Loyola, Van Rompuy concluyó con un elogio a la ciudad de Roma, citando una frase del papa Pío XII: “Roma, la madre, la anunciadora, la tutora de la civilización y de los valores eternos de vida”.