RUSIA, jueves 17 de noviembre de 2011 (ZENIT.org).- “Los más de mil quinientos nuevos mártires y confesores elevados a los altares de la Iglesia rusa constituyen sólo una pequeña parte de la multitud de santos ortodoxos que han conseguido el triunfo histórico espiritual de la Iglesia en medio de las persecuciones comunistas sin precedentes por crueldad y sacrilegio”.
Esta ha sido la afirmación de Georgij Mitrofanov, profesor de historia de la Academia ortodoxa de San Petersburgo, al intervenir en la conferencia internacional organizada por la Fundación Rusia Cristiana, con el título “Crisis de la humanidad y deseo de felicidad. ¿Qué puede decir la Iglesia hoy?”.
En la conferencia que se celebró en Milán y Seriate, Italia, del 28 al 30 de octubre de este año, Georgij Mitrofanov, autor del libro Rusia y el siglo XX publicado por la editorial Agat de San Petersburgo, habló de la persecución del régimen comunista hacia la Iglesia ortodoxa.
El profesor ruso, además de sacerdote ortodoxo, explicó que desde 1918 a 1921, el régimen bolchevique, pretendiendo la supresión física de la Iglesia y de sus miembros activos, generalmente no involucraba a los sacerdotes en acciones antirreligiosas de sus órganos represivos o de propaganda.
Las persecuciones de este primer periodo no han dejado rastros en las fuentes escritas, ya que en aquellos años prácticamente no se realizaba ninguna investigación, y los únicos testimonios escritos que se conservan de la represión son las órdenes de arresto (las que se conservan) y sobre todo las condenas a fusilamiento.
Sin embargo, de los periodos siguientes y más intensos de las represiones, del 1922 al 1923, del 1928 al 1934, y del 1937 al 1941, la Comisión sinodal de la Iglesia ortodoxa rusa tiene una gran cantidad de fuentes escritas, que permiten precisar al detalle las circunstancias de la muerte de millares de víctimas del terror, ya sea entre el clero que entre los laicos comprometidos.
Esto se debe a que los investigadores de la policía secreta GPU o NKVD registraban detalladamente el desarrollo de cada operación, desde las operaciones de intervención hasta la emisión de la sentencia.
Según el profesor Mitrofanov, “si comparamos las persecuciones sufridas por la Iglesia ortodoxa rusa en el periodo de soviético con la de los cristianos de los primeros siglos, las primeras resultaron mayores pero además más crueles y refinadas en sus métodos”.
Sin embargo, añadió, no sería justificado considerar a todas las víctimas de aquel periodo, laicos y sacerdotes, como mártires por el solo hecho de morir durante las persecuciones antirreligiosas”.
El docente ruso explicó que los sacerdotes y laicos arrestados en los años 20 y 30 del siglo XX, eran acusados normalmente de delitos políticos, y que era muy raro que durante los interrogatorios se les exigiera renegar de Cristo o de su propio ministerio sacerdotal.
El objetivo principal de los interrogadores era el de obligar a las víctimas, incluso con feroces torturas físicas y morales, a reconocerse culpables de las acusaciones recibidas, implicando al mismo tiempo al máximo número de personas posible como cómplices.
Para el profesor Mitrofanov, “el primer deber moral ante Cristo en este periodo de persecución no era tanto la capacidad del cristiano arrestado de profesar a Cristo con palabras durante los interrogatorios sino la capacidad de resistirse, bajo tortura, y de no reconocer los delitos falsos que se les imputaban ni la complicidad de personas inocentes”.
Y, según este criterio, la Comisión sinodal para la canonización ha considerado posible presentar como material algunos documentos relacionados con sacerdotes y laicos perseguidos y asesinados.
Como conclusión, el profesor Mitrofanov destacó que “si el pueblo ruso, que sufrió incalculables pérdidas humanas, históricas y culturales en el camino que lo llevó a superar la pretensión de construir el paraíso en la tierra, reveló a todo el mundo el carácter utópico y estéril del comunismo, la Iglesia ortodoxa rusa que opuso a los perseguidores del cristianismo la multitud de sus nuevos santos y confesores, mostró al mundo la invencibilidad de la Iglesia en su lucha espiritual contra una de las concepciones más terribles en la historia de la humanidad”.
Por Antonio Gaspari
[Traducción del italiano por Carmen Álvarez]