CIUDAD DEL VATICANO, viernes 18 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a nuestros lectores las preguntas que los periodistas hicieron a Benedicto XVI en el avión que lo trasladaba a Benín y las respuestas del santo padre. El texto original, en inglés, ha sido publicado por Radio Vaticano.
–Padre Lombardi: Santo Padre, aquí a bordo en el avión hay cuarenta periodistas que representan a diversas agencias y emisoras. En Cotonú, hay un millar de periodistas esperando, que seguirán sobre el terreno la visita. Como es habitual, le harán algunas preguntas hechas con anterioridad por nuestros colegas.
Santo padre, este viaje nos lleva a Benín aunque es muy importante para todo el continente africano. ¿Por qué eligió Benín para lanzar su mensaje a toda África, hoy y mañana?
–Benedicto XVI: Hay varios motivos. El primero es que Benín es un país en paz, externa e interna. Las instituciones democráticas funcionan, con espíritu de libertad y responsabilidad y en consecuencia la justicia y el bien común son posibles y están garantizados por un sistema democrático y un sentido de responsabilidad en libertad. El segundo motivo es que, como en la mayoría de los países africanos, se da la presencia de diferentes religiones y la coexistencia pacífica entre estas religiones. Hay cristianos en su diversidad, que no siempre es fácil, musulmanes, y religiones tradicionales, y estas diferentes religiones viven juntas en respeto mutuo y responsabilidad común por la paz, por la reconciliación interna y externa. Me parece que esta coexistencia de religiones y diálogo interreligioso, como factor de paz y libertad, es un aspecto importante, y precisamente es una parte fundamental de la exhortación apostólica. Finalmente, el tercer motivo es que este es el país de origen de mi querido amigo, el cardenal Bernardin Gantin: siempre quise poder un día rezar ante su tumba. Realmente fue un gran amigo mío, hablaremos sobre ello al final, quizá, y también es una visita al país del cardenal Gantin, un gran representante del África católica, civilizada y humana, es una de las razones personales por las que quise ir a este país.
Mientras que los africanos adolecen de un debilitamiento de sus instituciones tradicionales, la Iglesia católica afronta el éxito creciente de las iglesias evangélicas y pentecostales, que a veces se crean en África. Proponen una fe atractiva, con una gran simplificación del mensaje cristiano. Subrayan la sanación y mezclan su culto con las prácticas religiosas tradicionales. ¿Cómo debería la Iglesia reaccionar ante estas comunidades, que a menudo son agresivas hacia la Iglesia? ¿Cómo puede la Iglesia católica ser atrayente, cuando estas comunidades se presentan como cálidas e inculturadas?
–Benedicto XVI: Estas comunidades son un fenómeno global, en todos los continentes. Naturalmente, están presentes sobre todo, de diferentes modos, en Latinoamérica y África. Querría decir que sus elementos característicos son una mínima “institucionalización” y algunas instituciones, dando poco peso a las instituciones; un mensaje que es simple, fácil, y comprensible, y aparentemente concreto; y, como usted dijo, una liturgia participativa que expresa sentimientos de la cultura local, con algo de aproximación sincrética a las religiones. Todo esto les garantiza, por un lado, algún éxito, pero también implica una falta de estabilidad. Sabemos que algunos vuelven a la Iglesia católica, o se mueven de unas comunidades a otras. Por consiguiente, no necesitamos imitar a estas comunidades, pero deberíamos preguntarnos qué hacemos para dar nueva vida a la fe católica. Yo sugeriría, en primer lugar, un mensaje sencillo y comprensible pero al mismo tiempo profundo. Es importante que el cristianismo no venga a ser un difícil sistema europeo, que no se puede entender o comprender, sino un mensaje universal de que Dios existe, Dios se preocupa, Dios nos conoce y nos ama, y que en concreto, la religión suscita colaboración y fraternidad. Por tanto un mensaje sencillo, concreto, es muy importante. Luego es también importante que nuestras instituciones no sean demasiado pesadas. Lo que debe prevalecer es la iniciativa de la comunidad y la persona. Finalmente, diría que una liturgia participativa es importante, pero no con sentimentalismo. El culto no debe ser simplemente una expresión de sentimientos, sino suscitar la presencia y el misterio de Dios en la que entramos y que por la que nos dejamos formar. Finalmente, diría respecto a la inculturación que es importante que no perdamos la universalidad. Preferiría hablar de “inter-culturación”, no ya de inculturación. Es cuestión de encuentro entre culturas en la verdad común de nuestro ser humanos, en nuestro tiempo. Entonces crecemos en fraternidad universal. No debemos perder algo tan grande como la catolicidad, que en todas partes del mundo somos hermanos y hermanas, somos una familia, donde nos conocemos y colaboramos con espíritu de fraternidad.
Santidad, en las últimas décadas ha habido muchas operaciones de “mantenimiento de la paz” en suelo africano, conferencias para la reconstrucción nacional, comisiones de verdad y reconciliación, con resultados que a veces son buenos y a veces decepcionantes. Durante el Sínodo para África, los obispos tuvieron palabras duras sobre la responsabilidad de los líderes políticos en el continente. ¿Qué mensaje piensa dirigir a los líderes políticos de África? ¿Qué aportación específica puede dar la Iglesia a la construcción de una paz duradera en el continente?
–Benedicto XVI: El mensaje está en el texto que presentaré a la Iglesia en África, y no puedo repetirlo ahora en pocas palabras. Sin embargo, es verdad que ha habido muchas conferencias internacionales, muchas por África, por la fraternidad universal. Dicen bonitas cosas, y a veces realmente hacen buenas cosas. Tenemos que reconocerlo. Aunque ciertamente las palabras, los deseos y las buenas intenciones, son mayores que lo que se ha realizado. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos porqué la realidad no casa con estas palabras y buenas intenciones. Un factor fundamental, me parece, es que una renovación en la dirección de la fraternidad universal exige renuncia. Pide ir más allá del egoísmo, ser para el otro. Esto es fácil de decir pero duro de cumplir. La persona humana, tras el pecado original, desea poseerse a sí misma, tener vida, no dar vida. Deseo retener todo lo que tengo. Naturalmente con esta mentalidad, que no quiero dar sino tener, las cosas no funcionan. Sólo con amor, y la conciencia de un Dios que nos ama y nos da, podemos llegar a tener una capacidad de darnos. Sabemos, por supuesto, que es precisamente dando como ganamos algo. Entonces, más allá de los detalles contenidos en el documento del sínodo, quiero decir que esta es una actitud fundamental, que amando a Dios y estando en amistad con este Dios que se nos da, nosotros también podemos atrevernos y aprender a dar y no simplemente tener, renunciar a nosotros mismos por el otro, y dar nuestras vidas en la certeza de que es así precisamente como la ganamos.
Santidad, en la apertura del sínodo africano en Roma, habló de África como un “gran pulmón espiritual para una humanidad que pasa por una crisis de fe y esperanza”. Pensando en los grandes problemas de África, esta expresión puede aparecer casi perturbadora. ¿En qué sentido piensa que la fe y la esperanza del mundo pueden llegar verdaramente de África? ¿Piensa en el papel de África en la evangelización del resto del mundo?
–Benedicto XVI: Naturalmente, África tiene graves problemas y dificultades, como toda la humanidad tiene graves problemas. Si pienso en mi juventud, era un mundo completamente diferente del de hoy, ¡tanto que pienso a veces que vivo en otro planeta desde cuando era joven! La humanidad se encuentra en un cada vez más rápido proceso de
transformación, y para África este proceso, en los últimos 50-60 años, pasar de la independencia tras el colonialismo hasta hoy, ha sido muy exigente. Naturalmente, es un proceso muy difícil, con grandes problemas que no han sido todavía enteramente resueltos. Sin embargo, hay frescura, un “sí” a la vida, en África, una juventud llena de entusiasmo y esperanza. Hay sentido del humor, alegría. Muestra una frescura, también, en el sentido religioso. Hay todavía una percepción metafísica de la realidad, hablando de realidad en su totalidad con Dios. No hay un rígido positivismo, que restringe nuestra vida y la hace un poco árida, y apaga la esperanza. Quiero decir que hay un humanismo en el alma joven de África, a pesar de los problemas que existen. Hay una reserva de vida y vitalidad para el futuro con el que podemos contar.
Una cuestión final, santidad. Volvamos al momento que algunos han identificado como uno de los motivos de este viaje a Benín. Sabemos que la memoria del cardenal Gantin ocupa un lugar importante en este viaje. Usted le conoció bien. Fue su predecesor como decano del Colegio de Cardenales. La estima universal que le rodea es muy grande. ¿Puede hacernos un breve comentario sobre él?
–Benedicto XVI: Vi al cardenal Gantin por primera vez en mi ordenación como arzobispo de Munich en 1976. Había venido porque uno de sus exalumnos era discípulo mío. Fue el principio de una amistad como nunca había encontrado. En aquél decisivo día de mi ordenación episcopal, fue muy importante para mí conocer a aquél joven obispo africano lleno de fe, lleno de alegría y coraje. Luego, hemos trabajado mucho juntos, sobre todo cuando él era prefecto de la Congregación de los Obispos y por tanto, en el Colegio de Cardenales. Siempre me maravillaba su profunda y práctica inteligencia, su sentido del discernimiento, para no tropezar con hermosas frases ideológicas, sino captar lo que es esencial y lo que no tiene sentido. También tenía un auténtico sentido del humor que era muy bonito. Sobre todo, era un hombre de profunda fe y oración. Todo ello hizo del cardenal Gantin no sólo un amigo sino un ejemplo. Fue un gran obispo católico africano, y me siento muy feliz ahora de poder rezar ante su tumba y sentir su cercanía, su gran fe, que siempre hace de él un ejemplo para mí y un amigo.
–Padre Lombardi: Santidad, permítame añadir que su discípulo que invitó al cardenal Gantin está también presente aquí con nosotros en este viaje, monseñor [Barthelemy] Adoukonou [secretario del Consejo Pontificio para la Cultura], así que también asiste a esta hermosa experiencia. Le agradecemos el tiempo que nos ha dedicado. Le deseamos un buen viaje, y, como es usual, trataremos de asegurar una buena distribución de sus mensajes para África en estos días. Gracias de nuevo y ¡nos veremos pronto!
[Traducción del inglés por Nieves San Martín]