VALLE DE ÁNGELES, viernes 25 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Al término su su Asamblea Ordinaria, los obispos de Centroamérica, en su mensaje final, piden a quienes viven en sus países que no se oscurezca o debilite su compromiso cristiano y constatan con alegría que el pueblo centroamericano “no pierde la esperanza” aún viviendo situaciones de dificultad y dolor.
Los obispos de Centroamérica se reunieron en Asamblea Ordinaria Anual del Secretariado Episcopal de América Central (SEDAC), del 21 al 25 de noviembre en Valle de Ángeles, Honduras.
Centrándose, en su primera parte en la parábola del trigo y la cizaña, afirman que “Jesús nos enseña que el Reino de Dios se abre paso en la historia en medio de la malicia y del pecado humano”.
Reconocen como “trigo bueno, signo del Reino, el amor a la vida, arraigado en el corazón de nuestros pueblos y distintivo de nuestra cultura, vivido, sin embargo, en medio de la maleza de una alarmante violencia que reviste diversas formas y tiene diversos agentes: el crimen organizado y el narcotráfico, violencia común y creciente violencia intrafamiliar”.
Junto a las soluciones sociales y económicas que los Estados y la sociedad deben implementar para frenar y erradicar el crecimiento de este flagelo, “los cristianos –afirman- debemos empeñarnos en el seguimiento de Cristo Redentor”.
“Con la conciencia de que el trigo bueno del Reino de Dios sigue creciendo en medio de la maleza, no permitamos que se oscurezca o debilite nuestro compromiso cristiano por vivir y anunciar los valores del Evangelio”, exhortan.
En segundo lugar, recuerdan la parábola del grano de mostaza, “con la que Jesús nos enseña que el Reino de Dios no llega necesariamente a través de acciones o gestos grandiosos, sino discretamente por medio de realizaciones humanas, inicialmente sencillas o limitadas”.
Reconocen con alegría “algunos signos de vida eclesial, que como granitos de mostaza pueden parecer pequeños, pero ya están dando mucho fruto en nuestras comunidades”.
Entre ellos, señalan “la profunda ‘espiritualidad’ de nuestro pueblo centroamericano, con la que se aferra al amor de Dios y no pierde la esperanza aún viviendo situaciones dramáticas de dificultad y de dolor”, así como la entrega generosa de tantos sacerdotes, religiosos y laicos, que en el campo y la ciudad dan testimonio de Cristo y sirven a la Iglesia aun en medio de no pocas limitaciones y sacrificios.
En tercer lugar, “el camino de renovación de muchas de nuestras parroquias, que se está abriendo paso a pesar de ciertas resistencias personales y estructurales”.
Otro signo “sumamente esperanzador es la fe entusiasta de muchos jóvenes, ‘amigos y discípulos de Cristo’, quienes ciertamente son y seguirán siendo en el futuro fermento de renovación de nuestra sociedad a la luz el Evangelio”.
Finalmente recuerdan la parábola del sembrador, “con la que Jesús se presenta a sí mismo anunciando con optimismo el Reino, con sus palabras y sus obras, sin excluir a nadie del proyecto de Dios”.
“Es nuestro mayor deseo como obispos de Centro América que nuestra Iglesia no cese de sembrar con ardor misionero la semilla del Evangelio, convirtiéndose en un ‘poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo’ (Aparecida, 362), comprometida por una vida mejor y más digna para todos, especialmente para los más pobres y marginados de la sociedad”, afirman.
“Esforcémonos en vivir nuestra fe como camino de discipulado misionero, fruto de un encuentro profundo y continuamente renovado con Jesucristo, vivido en la comunión y participación activa
en el seno de la comunidad eclesial y expresada proféticamente en el testimonio significativo y eficaz de los valores del Evangelio en medio de la sociedad”.
Los obispos centroamericanos expresan su profunda gratitud a Adveniat, organismo de la Conferencia Episcopal Alemana, que está cumpliendo en este año cincuenta años de existencia, y a todo el pueblo católico de Alemania. Creada por los obispos alemanes con el propósito de apoyar el camino evangelizador de la Iglesia de América Latina, Adveniat, concluyen, “se ha manifestado siempre cercana y generosa a las necesidades de nuestras iglesias centroamericanas”.
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