ROMA, miércoles 11 enero 2012 (ZENIT.org) – A pesar de las advertencias del gobierno de Manila sobre posibles atentados, millones de católicos filipinos participaron este lunes 9 en la tradicional procesión del «Nazareno Negro».
En un clima de gran fervor, millones de fieles participaron en Manila, y en muchas otras ciudades del país, en la procesión de una escultura de tamaño natural de Cristo, expuesta a la veneración de la población sólo en Viernes Santo y cada 9 de enero. A pesar de los temores de las autoridades, no se reportaron mayores incidentes, según informó Eglises d’Asie, la agencia de noticias de las Misiones Extranjeras de París.
La procesión es una de las manifestaciones más tradicionales de la devoción católica en el archipiélago. La imagen, que representa a Cristo con la cruz, está expuesta a los fieles en la basílica menor de Quiapo, en Manila. La gran devoción popular se remonta a cuatrocientos años atrás, cuando, según la tradición, el 31 de mayo de 1606, la escultura se salvó milagrosamente de un incendio que estalló a bordo del buque que la trasladaba de México a Manila. Ennegrecida por el fuego –de ahí el nombre de «Nazareno Negro»–, la estatua también se salvó de los incendios que devastaron la basílica de Quiapo en 1791 y 1929, así como de los grandes terremotos de 1645 y 1863, y del bombardeo de Manila en 1945.
Cada 9 de enero, la imagen de Cristo, doblada bajo el peso de la cruz, es transportada sobre un carro por las calles de Manila, lo que atrae a la multitud –mucha de la cual a pie descalzo en memoria de Cristo en el Calvario– trata de tocarlo. Al no ser capaces de acercarse a la estatua, considerada milagrosa, la mayor parte de los fieles le lanzan sus bufandas, chales o camisas en el sentido del carro y de su preciosa carga, con la esperanza de que las prendas que han tocado la escultura se vuelvan a lanzar a la multitud, que corre a recuperarlas. Según la tradición popular, tocar la imagen, el carro o el tejido que se puso en contacto con ellos, les garantiza la respuesta a sus oraciones.
Si bien la procesión –que a causa de la multitud que la acompaña–, culmina cada año con numerosas lesiones e incluso muertes, las autoridades vieron particularmente grave la amenaza «creíble» de un atentado este año. El presidente Aquino en persona se sintió en el deber de advertir al público. El anuncio fue tan apremiante que los organizadores pensaron muchas veces en cancelar la procesión.
De acuerdo con el rector de la basílica de Quiapo José Clemente Ignacio, «se decidió por consenso organizar la misa a pesar de todo». El prelado considera que las advertencias de las autoridades han contribuido a la afluencia significativa que la procesión tuvo este año.
Habiendo partido del parque Rizal, la estatua regresó a la basílica menor al final de un recorrido seguido –según la estimación de la prensa local–, por un número que va de seis a siete millones de personas, aproximadamente.
Para el palacio presidencial, el hecho de que no haya habido ninguna muerte en la procesión no significa que las autoridades hubieran pecado de exceso de precaución. Según reveló un portavoz de la Presidencia, Abigail Valt, como medida de precaución, todas las antenas de los teléfonos móviles a lo largo del recorrido de la procesión fueron desactivadas, para evitar la detonación de bombas activadas a distancia por un teléfono móvil.
Para los líderes de la Iglesia católica en Filipinas –que no desalientan tales expresiones de devoción popular, ni hasta ahora han reconocido un milagro atribuido a la procesión del «Nazareno Negro»–, el desarrollo pacífico del evento fue recibido con alivio y el arzobispo de Manila Luis Antonio Tagle dió las gracias al presidente Aquino. En su homilía, el arzobispo oró en particular por las víctimas del tifón que asoló el sur de Filipinas recientemente. «La imagen del Nazareno Negro nos enseña cómo el poder de Dios, mediante la gracia del Espíritu Santo, nos puede ayudar a superar las dificultades de la vida», dijo.
Entrevistado por la agencia Fides, el obispo auxiliar de Manila Bernardino Cortés, dijo: «Hoy, más de un millón de personas en Mindanao, en la región de Cagayán de Oro, que fue golpeada recientemente por el tifón Sendong, oran al Nazareno, hallando en Él apoyo y consuelo en el sufrimiento».
«Los incidentes terroristas –continuó- no han disuadido a los fieles. De hecho, muchos de ellos dicen que, si se muere durante la procesión del Nazareno, realizando un acto de fe, sin duda se ha de estar en el Paraíso. El Nazareno obra milagros, un hermano en el sufrimiento, un mensaje de esperanza para los pobres: nada podrá detener a los fieles».
«La devoción al Nazareno –añadió–, hoy tiene un profundo significado para el pueblo filipino, especialmente para los pobres, como recordó en su mensaje el nuevo arzobispo de Manila Antonio Tagle. Lo que sorprende es que el Nazareno es un punto de referencia especialmente para los jóvenes, muy numerosos en el evento de hoy».
Traducido del italiano por José Antonio Varela