ROMA, miércoles 11 julio 2012 (ZENIT.org).- Al día siguiente de los sucesos acaecidos en la comunidad católica de Con Cuông, monseñor Paul Nguyên Thai Hop, obispo de la diócesis de Vinh y presidente de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Vietnam, concedió una entrevista para comentar este y otros temas. La entrevista con la agencia Eglises d’Asie fue realizada en París el 8 de julio.
Excelencia, la comunidad católica de Con Cuông donde se han dado los hechos es designada en los textos con el nombre de Giao Diêm (lugar religioso). ¿Puede decirnos qué significa?
–Mons. Nguyên Thai Hop: Este término se encuentra en algunos decretos publicados en los años 1990, antes de la aparición de la Ordenanza sobre la creencia y la religión. Se hace una distinción entre las parroquias propiamente dichas (Giao Xu), los anexos a las parroquias (Giao Ho) y este tipo de comunidad cristiana que no constituye todavía una unidad canónica. Es el equivalente de lo que la literatura misionera antes llamaba “cristiandad”, una comunidad cristiana en fase de constitución.
En el origen de la mayor parte de los conflictos entre las autoridades y las comunidades católicas, de los últimos tiempos, estaba la cuestión de las propiedades expoliadas por el Estado, o aún de las actividades sociopolíticas de los jóvenes católicos. ¡Nada de esto en Con Cuông!
¿Cuál es pues la razón del desencadenarse en las autoridades locales tal oleada de violencia contra un pequeño grupo de creyentes que quieren celebrar la eucaristía? Esta razón parece bien misteriosa…
–Mons. Nguyên Thai Hop: Es verdad que todo esto parece inexplicable. No se llegan a comprender las motivaciones profundas de las autoridades, ni el espíritu que ha guiado su acción. Sin embargo, se pueden avanzar ciertas razones. En Vietnam existen distritos llamados “distritos heroicos” [considerados como lugares de la “resistencia comunista”]. Para preservar este estatuto de “heroismo”, deben someterse a tres o cuatro criterios. Uno de los criterios es la ausencia de religión y de manifestaciones religiosas en el territorio del distrito. Precisamente, el distrito de Con Cuông, situado al noroeste de la provincia de Nghê An, forma parte de esta categoría de distritos que tienen la obligación de perpetuar y preservar tal tradición de heroísmo. Se puede pensar que esta es una de las razones de la brutalidad de comportamiento de las autoridades de este asunto. También se puede hablar de una motivación de orden político, que sería plausible en el Vietnam de hoy.
Dese hace largo tiempo, los cristianos están presentes en este distrito de Con Cuông. A partir de 1970, vinieron sacerdotes a la región para celebrar la misa y ayudar a las minorías. Un sacerdote se desplaza regularmente al lugar, el domingo, para celebrar la misa. Se han enviado ya cuatro peticiones a las autoridades para pedir que se cree en el lugar una “cristiandad”(Giao Diêm) que no existía y una parroquia anexa (Giao Ho). Ya hemos enviado una petición escrita solicitando la creación de una parroquia anexa, una petición también sin respuesta.
No comprendemos por qué las autoridades han intervenido con un comportamiento tan brutal contra la comunidad católica de Con Cuông. El año pasado, una mina explotó ante la capilla. Es un acto criminal. Hemos protestado sin que haya habido reacción de las autoridades civiles y policiales.
Esta vez, el 1 de julio, esta brutalidad se ha manifestado abiertamente, de algún modo oficialmente. ¡Esto es inaceptable! Siempre hemos buscado dialogar, hablar con las autoridades y no comprendemos por qué han llegado hasta a utilizar a miembros del ejército contra conciudadanos católicos. Algunos se han preguntado por que los militares, que gozan de gran poder, no se preocupan de defender la soberanía vietnamita en los archipiélagos de Hang Sa y de Truong Sa, en lugar de utilizar las armas contra sus compatriotas católicos desarmados. Todo esto es difícil de comprender.
Queremos vivir en diálogo con las autoridades. No tenemos intención de utilizar el asunto de Con Cuông para imponer nuestras reivindicaciones o calumniar al Partido y al gobierno. Pero el asunto del 1 de julio es excepcional; es intolerable para la mayoría de los católicos. ¡Las autoridades han ido demasiado lejos! Como se dice entre nosotros, cuando se sobrepasan ciertas fronteras, se debe reaccionar. La paciencia es una virtud católica, una virtud humana. Pero como todo lo que es humano, tiene sus límites que no se pueden sobrepasar impunemente. Tal es el sentimiento de los católicos de nuestra diócesis. Lo que prima es la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas católicos en una situación difícil. No queremos solo protestar, deseamos también expresar esta solidaridad y pedir justicia para las víctimas de esta brutalidad.
¿El asunto de Con Cuông es totalmente aislado o existe, en su diócesis, regiones donde hechos del mismo tipo podrían tener lugar?
–Mons. Nguyên Thai Hop: En mi diócesis, hay tres provincias, Nghê An, Ha Tinh y Quang Binh. Hace dos años, en Quang Binh, en la aldea de Tam Toa, hubo hechos tan violentos como los de Cong Cuông. La violencia, yo no sé por qué, se ha desplazado ahora a la provincia de Nghê An. Allí han sucedido los sucesos intolerables de Con Cuông. Felizmente, en las otras provincias, no hay por el momento ningún conflicto similar. En las últimas fiestas de Navidad, un alto funcionario gubernamental vino de Hanoi para transmitirnos los deseos del gobierno de una feliz Navidad y dirigirnos sus propias felicitaciones. Nos preguntó: “¿Cuál es la situación en la diócesis de Vinh?”. Yo le respondí que en mi diócesis había tres provincias y que cada una tenía su particularidad. No se pueden comparar. Cada una tiene su color, su luz, su originalidad propia. Pero si hubiera que elegir, prefería los colores de las provincias de Ha Tinh y de Quang Binh. Más tarde, un funcionario de Nghê An me preguntó: “¿Por qué no elegir a Nghê An?”. Le respondí: “En mi diócesis, hay tres provincias. Yo prefiero dos, ¡se puede comprender!”.
Usted preside la Comisión Justicia y Paz, creada por la Conferencia Episcopal de Vietnam, hace año y medio. Es demasiado pronto sin duda para hacer balance de su acción. Pero ¿hay concurrencia o desacuerdo entre la doctrina social de la Iglesia y la ideología en vigor en Vietnam hoy?
–Mons. Nguyên Thai Hop: Efectivamente, hace poco tiempo que nuestra comisión ha empezado su misión. En el espacio de año y medio, no hemos hecho muchas cosas, a causa de nuestros límites personales, pero también porque la situación sociopolítica no nos permitía hacer lo que pensábamos y queríamos. Consideramos la difusión y la aplicación de la doctrina social de la Iglesia como una manera de evangelizar el mundo. El papa Juan Pablo II dijo: “La doctrina social de la Iglesia no es la tercera vía entre el capitalismo de una parte y el marxismo de otra”. El papa Benedicto XVI ha añadido que la Iglesia no reemplaza al estado en sus funciones, sino que podíaa aportar su contribución y dialogar con el gobierno en el objetivo de servir a los hombres. Debemos evangelizar y servir a los hombres de nuestro tiempo. El papa Benedicto XVI ha pedido a los obispos vietnamitas que colaboren y dialoguen francamente con el Estado. Pero nuestra vocación evangélica nos obliga a privilegiar lo que es conforme a la verdad, lo que útil al servicio del país y conforme a los derechos humanos. Por ello somos partidarios del diálogo. Un diálogo que es muy interesante pero que está lejos de ser simple y fácil.
La última publicación de su comisión es un informe titulado “Consideraciones sobre la situación general del país”. Menciona la evolución posit
iva del país desde hace algunos años sobre todo en el plano económico. Pero subraya numerosos aspectos negativos de la sociedad actual. ¿No es demasiado pesimista?
–Mons. Nguyên Thai Hop: Gracias por su observación. Algunas notas son en efecto un poco pesimistas aunque yo mismo soy de temperamento optimista. Pero hay que ser claros. Miremos la historia de Vietnam de estos últimos cuarenta años. Desde 1975 hasta 1990, la situación fue difícil, especialmente en los años 1980. En esta época, hubo muchas dificultades y sobre todo para los católicos. Luego, en el periodo que va de 1990 a 2008-2009, la situación cambió. La política del dôi moi (cambio) ganó poco a poco terreno y renovó el país en todos los campos. Esto es innegable. Pero, estos últimos años, hubo un neto enlentecimiento del progreso. La sociedad civil y la sociedad política han visto también un retroceso. No es qye yo sea pesimista, sino la situación que es mala. La situación sociopolítica es preocupante. No soy el único que lo piensa. Se oye el mismo toque de campana entre los intelectuales comunistas, en la Asamblea nacional donde se han pronunciado numerosas declaraciones importantes a este respecto. Por esto, para este informe, nuestra comisión quiso hacer oír la voz de la crítica, pero una crítica constructiva, deseosa de ver al país emprender la ruta de un verdadero desarrollo. El desarrollo económico debe estar ligado al desarrollo social y humano.
Hoy en Vietnam el combate por la salvaguarda de la soberanía vietnamita sobre el conjunto del territorio y contra la voluntad expansionista de su gran vecino del norte es apoyada por mucha gente incluídos los católicos. Usted mismo se ha expresado en esta materua varias veces. ¿Piensa que este combate forma parte de su misión de pastor?
–Mons. Nguyên Thai Hop: El Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de su tiempo declara: “Las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de este tiempo, de los pobres y de todos los que sufren, son también las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los discípulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no encuentre un eco en su corazón”. Somos a la vez discípulos de Cristo e hijos de un pueblo, somos vietnamitas y cristianos. Vietnam es el pueblo que Dios nos ha dado para ser verdaderamente humano, para ser en él ciudadano y cristiano. Por eso las alegrías y las tristezas de nuestro país son nuestras alegrías y nuestras penas. Así, con los otros ciudadanos, católicos, no católicos, e incluso marxistas, queremos manifestar nuestra preocupación respecto ala situación muy peligrosa para el destino del país. En este espíritu, el club «Paul Nguyên Van Binh» en Saigón,
ha organizado foros sobre la cuestión de la soberanía vietnamita en el Mar oriental. El primer forum encontró muchas dificultades pero pudo tener lugar. Los conferenciantes no eran solo católicos, había también no católicos, marxistas o no marxistas. Aunque tuvimos dificultades para organizar el coloquio, fue un servicio gubernamental el que financió la publicación de los textos de las intervenciones. El segundo forum debía celebrarse sobre el tema “Justicia y paz en el Mar oriental”. Lamentablemente, no pudo celebrarse pero pienso que se podrán publicar los textos previstos. Este combate es para nosotros un deber respecto a nuestro pueblo, a nuestros ancestros. Cumplimos este deber con los intelectuales del país, católicos o no, comunistas o no. Es el deber de todos los vietnamitas frente a las dificultades y las amenazas que pesan sobre la independencia de nuestro país.
En el informe de la Comisión Justicia y Paz sobre la situación general del país, está la cuestión de la libertad religiosa. Se mencionan los numerosos textos legislativos aparecidos sobre esta materia y se concluye –caricaturizo un poco- que la libertad de religión no podrá verdaderamente existir sino cuando no haya más leyes sobre la materia.
–Mons. Nguyên Thai Hop: Hay que reconocer que el gobierno ha hecho mucho, tanto en favor de la Iglesia como en favor de las religiones en general. Si se hace la comparación entre la situación de la Iglesia en Vietnam poco después de 1975 y la que existe hoy, se puede constatar que ha habido mucho progreso. Vietnam ha entrado en la Organización Mundial del Comercio, se ha convertido en miembro de numerosas instituciones internacionales y es ya obligado a aplicar las convenciones internacionales sobre los derechos humanos. Queda ahora llegar a la normalización de la situación en lo que concierne a la religión. Se está en camino hoy de preparar un nuevo decreto sobre la religión. Pero si la situación fuera normal, no habría necesidad de este decreto. ¡Es necesario tratar a los católicos, los no católicos, los budistas y todos los demás como ciudadanos! Tenemos ya un código civil y todo el mundo debe ser tratado según la ley. No digo que esto pueda hacerse todo enseguida. Pero debemos teneder hacia este género de situación. Si lo logramos, se podrá decir entonces que hay una verdadera libertad religiosa.
En los años 1978-79, el arzobispo de Huê, monseñor Nguên Kim Diên, declaró en una reunión pública a la que había sido convocado: “Hoy, los católicos son ciudadanos de segunda clase…”. ¿La situación ha cambiado hoy?
–Mons. Nguyên Thai Hop: Si se habla de la situación de la época después de 1975, no se puede sino constatar que ha habido cambios. Hoy, los católicos pueden entrar en la universidad y ejercer muchas profesiones. Pero algunas funciones quedan todavía reservadas a los membros del Partido. En la vida de todos los días, quedan todavía muchas cosas que cambiar. Del lado católico como del lado comunista, del lado de la Iglesia como del lado del gobierno, se ha hecho ya un buen trabajo pero este trabajo debe proseguir. Para todos los vietnamitas, ateos como creyentes, budistas como protestantes, minorías étnicas como los católicos, es necesario crear una sociedad humana y moderna. Hay pues que continuar nuestro trabajo para que Vietnam se convierta verdaderamente en un país para todos los ciudadanos sin distinción.