BRUSELAS, viernes 13 julio 2012 (ZENIT.org).- La solidaridad intergeneracional estuvo en el centro de los debates de la cumbre entre los representantes religiosos y las instituciones europeas. organizada por octavo año consecuetivo por invotación del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, el encuentro fue copresidido por Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo y por László Surján, vicepresidente del Parlamento Europeo.
La Comisión Europea mantiene un diálogo abierto, transparente y regular con las Iglesias y las comunidades religiosas conforme al Tratado de Lisboa que ha inscrito este diálogo en el derecho primario (artículo 17 del TFUE). Este diálogo se traduce especialmente en el encuentro anual de alto nivel que se organiza con los representantes de las comunidades religiosas.
Este año, la Comisión Europea dedicó este encuentro de alto nivel al tema de la «Solidaridad intergeneracional: hacia un marco para la sociedad del futuro en Europa», dado que 2012 ha sido designado «Año europeo del envecimiento activo y de la solidaridad intergeneracional».
Los obispos de la Comisión de las Conferencias Episcopales Europeas (COMECE) habían dedicado su Asamblea plenaria de primavera a este mismo tema y habían entonces recordado que las generaciones no podían vivir únicamente por ellas mismas sino que debían poder contar las unas con las otras. El diálogo y la solidaridad entre ancianos y jóvenes generaciones es en realidad el fundamento del desarrollo humano de nuestras sociedad: ellas son portadoras de esperanza y de florecimiento para cada uno, recordaron.
Para afrontar la gran crisis demográfica a la que se enfrenta actualmente Europa, monseñor André-Joseph Leonard, arzobispo de Malinas-Bruselas, sugirió durante el encuentro con la UE que entre las diferentes opciones a la vista –una política de apoyo a las familias, el recurso a la inmigración- el apoyo a las familias, favoreciendo su estabilidad, constituye la única opción duradera para salir de la crisis. Esto implica avances valientes en materia de política fiscal, de alojamientos familiares para el tercer o cuarto niño y medidas sociales para preservar el equilibrio entre vida familiar y vida profesional.
En este contexto, monseñor Gianni Ambrosio, Italia, vicepresidente de la COMECE, subyaró la necesidad para Europa y sus estados miembros de proteger el domingo como día semanal de descanso común en Europa. «El descanso dominical comñun es de una importancia fundamental, especialmente para la familia, la vida espiritual de sus miembros y para las relaciones personales, tanto en la familia como con los parientes y amigos». Recordó que las Iglesias habían hecho causa común con grandes organizaciones sindicales y de la sociedad civil para proteger el domingo sin trabajo a nivel de la legislación de la UE y de los Estados miembros.
Haciendo referencia a la situación dramática del empleo en España, monseñor Adolfo Gonzáles Montes (delegado español en la COMECE), denunció «las prácticas políticas irresponsables e inmorales que han llevado a España a sacrificar la la joven generación» que conoce ya una tasa de paro del 50%. Llamó a la UE a promover políticas sólidas y verdaderamente eficaces para combatir el paro de los jóvenes y subrayó el papel motor de los fondos europeos en la materia, incluida la contribución de la UE en materia de política de juventud.
En Rumanía como en numerosos países de la Europa del este, las familias se enfrentan a menudo al hecho de uno de los dos progenitores debe trabajar en Europa del oeste para subvenir a las necesidades de su familia que se quedó en el país, explicó monseñor Virgil Bercea (vicepresidente de la COMECE). «Esto entraña la desintegración de muchas familias y el hecho de que niños crezcan sin uno de sus progenitores, o los dos, lo que entrañará otros problemas a largo plazo para la sociedad europea». Llamó a las instituciones de la UE a poner en marcha mecanismos específicos para países como Rumanía, a fin de sostener un desarrollo económico más rápido que les permita ofrecer oportunidades de empleo a sus propios ciudadanos. «Estos mecanismos deberían incluir la transparencia sobre el gasto público, garantías para un sistema judicial independiente, la erradicación de la corrupción, la protección de los derechos fundamentales y de la libertad religiosa».
Más de veinte altos dignatarios de las religiones cristiana, musulmana y judía, así como de las comunidades hindú y baha’i, provenientes de toda Europa fueron invotados por la Comisión.