Por Nieves San Martín
CÓRDOBA, martes 27 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Toda España guarda vestigios de quienes dieron la vida por la fe desde los primeros siglos del cristianismo, cuando la fe entró en la península por la doctrina de Santiago y san Pablo. Entre las tierras privilegiadas por el martirio y la santidad está Córdoba. El postulador de la diócesis anticipa la situación de las causas de estos hombres y mujeres que son santos porque “reconciliaron y perdonaron”. La noticia es que se ha reconocido un milagro atribuido a la intercesión del venerable padre Cristóbal de Santa Catalina, por lo que hay alegría a la vista para las Hospitalarias de Jesús Nazareno, fundadas por él.
Miguel Varona Villar, nacido en Córdoba, en 1961, cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor San Pelagio de Córdoba, y fue ordenado sacerdote en 1992. Sus veinte años de ministerio los ha desarrollado en diversas localidades cordobesas: Cardeña, Conquista, Azuel y Venta del Charco; Valenzuela y Albendín; Adamuz y Algallarín; Priego de Córdoba, Zamoranos, Camponubes y El Cañuelo; Montilla –como custodio de la Casa de San Juan de Ávila- y Lagar del Pozo.
Actualmente es párroco de San Pelagio mártir en Córdoba. Colaboró en la Delegación Diocesana de Liturgia en sus primeros años de ministerio sacerdotal. En 2005, se le encargó del Secretariado Diocesano para las Causas de los Santos, formándose en la Oficina para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española. En 2006, fue nombrado postulador de la Causa de los 132 mártires de la persecución religiosa de 1936 a 1939, en la Diócesis de Córdoba. En 2007, fue postulador diocesano de un milagro atribuido a la intercesión del venerable padre Cristóbal de Santa Catalina.
En esta entrevista concedida en exclusiva a ZENIT, ahonda en las figuras de santos y mártires que con su vida y su sangre, abonaron la primera semilla del cristianismo, mantuvieron la fe en las persecuciones, y hoy siguen aflorando en esta bendita tierra.
Córdoba es tierra de mártires desde los primeros siglos del cristianismo ¿no es verdad?
–Miguel Varona: Toda la Iglesia es martirial, bien lo sabemos, desde sus mismos orígenes. Y la Diócesis de Córdoba también lo fue. Especialmente durante la persecución de Diocleciano (303-304), con uno de los grupos más insignes de mártires cordobeses: Acisclo y Victoria; Fausto, Genaro y Marcial; Zoilo…
Durante la dominación musulmana el número se amplió notablemente, entre 825 (Adolfo y Juan) y 937 (Argéntea y Vulfura). La comunidad mozárabe dio un valiente testimonio de su fe, sin temor al derramamiento de la sangre.
Y tenemos a los mártires contemporáneos: santo Domingo de Henares OP, beato Nicolás Alberca OFM. Y entre 1936 y 1939 los beatos Victoria Díez –de la Institución Teresiana–, José María Peris, José María Velasco OH, María de la Iglesia Varo y María Luisa Girón Romero, ambas SCH.P..
No es aventurado, pues, decir que Córdoba es “tierra de mártires”.
¿En qué momento está la causa de los nuevos mártires en la diócesis?
–Miguel Varona: El pasado 15 de septiembre, se clausuró la fase diocesana de Juan Elías Medina y 131 compañeros mártires (sacerdotes, seminaristas, religiosos y laicos) de nuestra Diócesis. Las actas de dicha causa, un total de 16.087 folios, se entregaron en la Congregación de las Causas de los Santos el día 6 de octubre (en las vísperas del doctorado de san Juan de Ávila).
Desde ese día ha comenzado la labor del postulador romano de la causa, el padre Fray Alfonso Ramírez Peralbo OFMcap. Lo primero es obtener el decreto de validez de la fase diocesana, continuando con el nombramiento de un relator, para luego comenzar a redactar la positio super martyrio.
¿Que nuevos proyectos tiene la diócesis en este sentido?
–Miguel Varona: Respecto a la Causa de Juan Elías y compañeros, estoy redactando un libro, por encargo de monseñor Demetrio Fernández, que recoja toda la historia de esta causa. Incluiré también una breve biografía de los 132 presuntos mártires, con especial atención a los laicos, a la única religiosa de la causa (una Hija del Patrocinio de María) y a cuatro seminaristas, que en su momento no fueron incluidos en el estupendo libro de Manuel Nieto Cumplido y Luis E. Sánchez García “La Persecución Religiosa en Córdoba 1931-1939”.
También monseñor Fernández propuso al Cabildo Catedral el traslado de los restos mortales de este grupo de mártires, según faculta la instrucción Sanctorum Mater, en su Apéndice. Ya se está preparando una cripta en la Capilla de San Pablo (bajo la sepultura de monseñor Infantes Florido, gran impulsor de esta causa) que en su momento los acogerá, pero sin ningún tipo de culto. Hasta que llegue el momento en que la Iglesia lo estime oportuno…
Hay varias causas de canonización de la Diócesis de Córdoba en fase romana y en fase diocesana. Me explico…
Un milagro atribuido a la intercesión del venerable padre Cristóbal de Santa Catalina (+ 1690), fundador de las Hospitalarias de Jesús Nazareno, está ya en la que podría llamarse su “recta final”. En fechas próximas seguro que estamos dando gracias a Dios por la vida de este santo sacerdote.
Casi coetáneo es el padre Cosme Muñoz Pérez (+ 1636), sacerdote diocesano cordobés y fundador de las Hijas del Patrocinio de María. Una causa histórica, cuya postuladora es doña Silvia Correale, y que está profundizando en la abundante documentación que existe sobre él.
En el año 2010 se culminó una investigación canónica sobre la fama y la continuación de la fama de santidad de la madre Teresa de Jesús Romero Balmaseda (+ 1910), concepcionista franciscana en Hinojosa del Duque. Es otra causa histórica, con unas preguntas sin aclarar de 1957, del Promotor General de la Fe, pero ya aclaradas y ampliadas.
Estamos también en los primeros pasos de algunas causas, analizando su oportuna apertura: don Ángel Carrillo Trucio (+ 1970), sacerdote diocesano, gran impulsor de las vocaciones sacerdotales; la hermana Juana Méndez Romero (+ 1990), Obrera del Corazón de Jesús, unida a Cristo Crucificado durante 40 años de enfermedad, incesante en su oblación por la Iglesia, los sacerdotes y las misiones.
San Juan de Ávila, una buena perla para esa diócesis y para otras que fueron escenario de su predicación. Y también un buen trabajo para adecuar los espacios de oración y peregrinación. ¿Cómo va el Año Santo Montillano?
–Miguel Varona: A estos pocos meses de apertura de este Año, mi opinión es que va marchando con paso firme y seguro. Hay un estupendo equipo de sacerdotes diocesanos, encabezados por don José Almedina, que desde la Basílica están recibiendo numerosas visitas. No sólo de la Diócesis de Córdoba, sino de muchos puntos de España, y creo que también del extranjero. Muchas peregrinaciones vienen organizadas, otras son grupos más pequeños, casi anónimos. Y aún resuenan los ecos de la Plenaria de la Conferencia Episcopal en Montilla: ¡Setenta obispos! La segunda peregrinación, desde Santiago de Compostela en el 2000, de todos los obispos españoles.
Montilla tiene mucho de avilista; recuérdese que el Santo Doctor culminó allí su vida, con sus últimos quince años, fecundos sobre todo en su epistolario. La Parroquia de Santiago o el Convento de Santa Clara tienen aún el eco de sus pasos. ¡Sobre todo, su Casa!: un prodigio de conservación (puede tener unos 500 años) y de recogimiento, quietud, casi late su corazón sacerdotal lleno de amor por Cristo y la Eucaristía.
Aprovecho esta entrevista para animar a todos a visitar la “Montilla avilista”, a que conozcan en profundidad la doctrina y el mensaje de este “nuevo” Doctor de la Iglesia, para que este Año de
la Fe haga que todos los cristianos confesemos, de palabra y de obra, un Amor grande y eterno, un Amor que se queda en la Eucaristía y que nos impulsa a vivir como Él. Este es en verdad el objetivo de este año y de la Iglesia: ¡que seamos santos!
¿En qué medida se trabaja para que estos santos (los de la guerra, los mártires a manos de musulmanes hace tantos siglos) sean motivo de diálogo interreligioso, de espacio de reconciliación?
–Miguel Varona: Un mártir no puede tener este nombre si no ha muerto perdonando. Al estilo de Cristo en la Cruz. Este es un requisito imprescindible que hay que probar en cualquier causa de martirio. Morir perdonando vale para el testigo de Cristo de hace siglos, de nuestros tiempos, y también del futuro.
En la causa de Juan Medina y 131 compañeros se ha investigado, en la medida de lo posible, esta inexcusable condición. Y se ha constatado no sólo en ellos, sino hasta en sus familiares cuando tuvieron que identificar a sus presuntos asesinos.
Hay que seguir insistiendo en que los mártires, sobre todo los de la Persecución Religiosa en España, son unos testigos de la paz y del perdón, que nunca fueron violentos, que hasta la sangre excusaron a sus verdugos como hizo el Crucificado. Y aprender de ellos, todos deberíamos aprender de ellos. No sólo los cristianos, sino toda la sociedad, de cualquier religión, creyentes y no creyentes, más aún porque la violencia, el odio y la guerra están tan palpables en nuestro mundo, a pesar de que se grita y se pide la paz. Los mártires siguen siendo el mejor ejemplo y modelo de hombres y mujeres que reconcilian y perdonan.