Cardenal Jorge Liberato Urosa Savino

Nacido en Caracas el 28 de agosto de 1942

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“No ha habido un Papa latinoamericano, ojalá que se pueda dar esa alegría”, declaró el 12 de febrero el cardenal arzobispo de Caracas, Venezuela, Jorge Urosa Savino. “Nadie está vetado, pudiera ser electo alguno de estas tierras”, comentó. “Aunque yo moriría del susto (…) Ser papa es un cargo que requiere entrega total (…) No cualquiera llega a ser papa».

Para Urosa, será un proceso rápido. Calcula que en menos de tres días pudiera haber un veredicto. Antes de Urosa, el cardenal José Humberto Quintero fue el único venezolano en un cónclave, estuvo en los que eligieron a Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.

Más que la edad, decía Urosa, “acá se tomará más en cuenta la sabiduría, experiencia, trayectoria, santidad y la virtud”. El cardenal descartó que la renuncia papal haya estado presionada por los escándalos que han sacudido a la Iglesia en los últimos años. “Los abusos sexuales, que rechazamos plena y totalmente, habrán sido una espina. Estos casos deplorables, no cabe duda, le habrán producido una gran tristeza [a Benedicto XVI], pero su santidad se retira porque siente no tener el vigor necesario para continuar”. Insistió en que la renuncia de Benedicto XVI “es un ejemplo muy bueno. Yo creo que cuando alguien no está en condiciones de conducir un grupo humano, después de pensarlo bien, es natural que se haga a un lado”. “Es un ejemplo de que el sacerdocio es para servir y dar testimonio de Jesucristo”, expresó mientras observaba a los seminaristas asistentes a la eucaristía.

Con motivo del último Miércoles de Ceniza, subrayó los tres aspectos fundamentales de este tiempo litúrgico: ayuno, oración y el servicio a los hermanos, especialmente a los más necesitados. En su mensaje resalta la necesidad de erradicar el pecado. “En nuestra querida Caracas, donde hay tantas personas que no conocen a Dios, e incluso hay creyentes que se han enfriado en la vivencia de su fe”, dice. Y sostiene: “Estamos sometidos a la arremetida de la anticultura de la muerte y la violencia, del secularismo, del materialismo y el erotismo, de la indiferencia religiosa, que ponen el centro de la vida de las personas y de la sociedad en la afirmación de la autosuficiencia del ser humano sin Dios, en los placeres,  en el culto al dinero”.

En relación a la reciente tragedia de la cárcel de Uribana, el cardenal dijo que estos hechos deben propiciar una reflexión profunda entre los venezolanos. Una de ellas es que los centros de reclusión no deben ser depósitos de personas cuyo destino sea la muerte, sino que sean centros de reforma. “La reclusión de un venezolano en una cárcel no debe ser el sometimiento a una tortura sino la rehabilitación para que pueda reinsertarse en la sociedad”. “El Gobierno tiene bajo su responsabilidad las vidas y seguridad de las personas que están en las cárceles. Estoy seguro de que no es cerrando penales como se van a solucionar los problemas”.

Comentando sus impresiones sobre Aparecida, en el aspecto político, dijo ser «un tema sumamente espinoso, y por el cual el papa ha sido atacado. (…) No se refirió a la controversia sobre la conquista y colonización española. Ni tampoco destacó, porque no era su objetivo, la labor de defensa de los indígenas y de los africanos que denodadamente llevó a cabo la Iglesia, contra la ambición y crueldad de muchos conquistadores. Habló sobre la evangelización y la aceptación de la fe por los pueblos originarios, y lo que dijo textualmente fue: ‘el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña'».

«El drama histórico de la Conquista y la colonización de América –subraya el cardenal Urosa–, con sus luces y sombras, no entraba en el objeto del discurso papal, ni es responsabilidad de la Iglesia entonces o ahora, como tampoco lo es la actuación de los gobiernos en nuestros días. Habría que decir más bien que fue la Iglesia defensora incansable de los indígenas, y ello explica porqué, al contrario de Norteamérica donde los indígenas casi desaparecieron, nuestros pueblos son mestizos, y por qué en países como México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia, se conserva una inmensa población indígena. Esto explica por qué, aquí en Aparecida, vienen anualmente mas de ocho millones de brasileños humildes, descendientes de indígenas y afroamericanos, a manifestar su fe católica. La responsabilidad del drama de la conquista y la colonia no recae sobre la Iglesia sino sobre otros actores».

«No tiene pues el Papa que disculparse por un pretendido genocidio u holocausto, que la Iglesia no propició sino combatió. La Iglesia se acercó con amor a nuestros indígenas para anunciarles el evangelio de Jesús, y para establecer en estas tierras sus instituciones de apoyo, solidaridad y promoción humana. La polémica desatada y los ataques lanzados son injustos, sin base histórica, y sin una lectura detenida del discurso de Benedicto XVI».

«El Libertador Simón Bolívar nos da ejemplo de amor al Papa. En efecto: en el famoso brindis de Bogotá para celebrar el nombramiento de los primeros obispos de la Gran Colombia –nombrados, nótese bien, sin la intervención del rey de España, gesto con el cual la Santa Sede se convertía en el primer Estado en reconocer la independencia de nuestra patria–, decía el Libertador refiriéndose a los nuevos arzobispos y obispos: ‘La causa más grande nos reúne en este día: el bien de la Iglesia y el bien de Colombia. Una cadena más sólida y más brillante que los astros del firmamento nos liga nuevamente con la Iglesia de Roma, que es la fuente del cielo. Los descendientes de San Pedro han sido siempre nuestros Padres, pero la guerra nos había dejado huérfanos como el cordero que bala en vano por la madre que ha perdido. La madre tierna lo ha buscado y lo ha vuelto al redil: ella nos ha dado pastores dignos de la Iglesia y dignos de la República. Estos ilustres Príncipes y Padres de la grey de Colombia son nuestros vínculos sagrados con el cielo y la tierra. Serán ellos nuestros modelos y los modelos de la Religión y las virtudes políticas. La unión del incensario con la espada de la ley es la verdadera arca de la alianza. ¡Señores! Yo brindo por los santos aliados de la Patria, los ilustrísimos Arzobispos de Bogotá y Caracas, y los Obispos de Santa Marta, Antioquia y Guayana».

«Con el Libertador Simón Bolívar –añadía el cardenal Urosa- expresamos, pues, nuestro afecto y solidaridad al papa Benedicto XVI. Deploramos los conceptos emitidos por el ciudadano presidente de la República en su contra, y le pedimos respeto por el supremo pastor de todos los católicos venezolanos, y de más de mil cien millones de católicos en el mundo entero».

Jorge Liberato Urosa Savino estudió con los hermanos de las doctrinas cristianas en el Colegio La Salle de Tienda Honda, Caracas, estudió filosofía en el Seminario de Caracas y Teología en el St. Augustine´s seminary, de Toronto, Canadá. Fue ordenado sacerdote en 1967 a los 24 años. Trabajó como profesor en los dos Seminarios de Caracas y ocupó el cargo de rector del Seminario Interdiocesano Santa Rosa de Lima. Fue también presidente de la Organización de Seminarios Latinoamericanos. Se graduó en Teología Dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En 1982 fue nombrado obispo de Vegesela di Bizacena. En 1990, arzobispo de Valencia, Venezuela, y en 2005, arzobispo de la Archidiócesis de Caracas.

El 24 de marzo de 2006, en el primer Consistorio de su papado, Benedicto XVI le creó cardenal. Era el quinto purpurado venezolano en el historia del país. Recibió el título de S. Maria ai Monti.

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ZENIT Staff

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