Ayer lunes 4 de marzo por la tarde, los cardenales llegaron a la Sala Pablo VI, algunos muy distendidos, haciendo a los periodistas una señal de saludo con la mano, otros más tensos y muy concentrados, al darse la vuelta. El cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon, estrechó la manos de los periodistas franceses, el cardenal canadiense Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos ha saludado lanzando un súplica: «Recen por nosotros».
Algunos respondían con un gesto de la mano a los Buona sera, Buenas tardes, Guten abend, o Bonsoir Eminence, como el cardenal suizo George-Marie Cottier exteólogo de la Casa Pontificia.
Llegaban para participar en la segunda Congregación General de cardenales.
El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, ofreció a los purpurados asistentes la primera de las meditaciones previstas por la constitución apostólica que establece las normas que preceden a la celebración del Cónclave.
Cada purpurado que llega debe jurar, de acuerdo a un protocolo establecido. Ayer pronunciaron su juramento otros cuatro cardenales electores llegados a Roma: el patriarca maronita libanés Bechara Rai, los cardenales alemanes Joachim Meisner de Colonia y Rainer Maria Woelki de Berlín y el cardenal Théodore-Adrien Sarr de Dakar, Senegal.
Se decidió que, los días martes y miércoles, las congregaciones tendrán lugar sólo por la mañana.