El 7 de marzo en Ginebra, el arzobispo Silvano M. Tomasi, Observador Permanente de la Santa Sede en la Oficina de las Naciones Unidas y de las Instituciones Especializas en Ginebra, intervino en la 22ª Sesión Ordinaria del Consejo de los Derechos del Hombre sobre la trata de personas.
Comenzó señalando que con el aumento de la movilidad humana y la globalización de la comunicación y el comercio, la plaga de tráfico de seres humanos «está creciendo y se está diversificando cada vez más». Recordando la última relación sobre la trata de seres humanos de 2012 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, aportó algunos datos sobre los millones de personas víctimas de la trata: tienen 136 nacionalidades diferentes y se han encontrado en 118 países. Si bien la mayoría de estas personas son mujeres (55-60%), el flujo de niños está creciendo rápidamente de forma alarmante, alcanzando un 27% en 2010.
La ponencia del relator especial –continuó- muestra con precisión cómo los niños pueden convertirse en víctimas de las fantasías sexuales de los adultos. Precisó también que algunos estudios han demostrado que el interés de los traficantes es principalmente económico. «La comunidad internacional se debe enfrentar con un mercado criminal que produce millones de dólares para los traficantes», afirmó. También dijo que existe la «clara exigencia» de actualizar la legislación, aumentar la cooperación internacional y regional, compartir información y buenas prácticas, combatir la impunidad y la corrupción, aumentar las prácticas judiciales, cuidar de las víctima y buscar modos para la reintegración a una vida normal y digna en la sociedad.
También afirmó que es posible prevenir las actividades de formar eficaz promulgando y actuando una legislación que criminalice el consumo de pornografía infantil o el abuso sexual en los niños.
Matizó que «las medidas legales no bastan» y la prevención tendría que dirigirse también a la «cultura consumista» que estimula y promueve los deseos sexuales insanos e inmaduros que empujan a los «consumidores» a este mercado. «Si la comprensión de la libertad individual rechaza los confines éticos impuestos por la misma naturaleza, la trata de personas y la violación de su dignidad innata continuarán repitiéndose y la acción del Estado será ineficaz», añadió.
Quiso matizar también el arzobispo Tomasi que la trata en el caso de los niños exige una «atención y una acción especial y urgente tanto por motivos humanitarios como morales». Identificar las víctimas, ofrecerles apoyo, prepararles a una vida productiva libre de traumas y perseguir de forma eficaz a los traficantes son «las tareas comunes del sector privado y público de la sociedad».
Para finalizar recordó unas palabras del papa Juan Pablo II en la Carta en ocasión de la Conferencia internacional sobre el tema de la «Esclavitud del sigo XXI: la dimensión de los derechos humanos en la trata de seres humanos», quien afirmó que la trata de personas humanas «es un ataque a la dignidad humana y una grave violación de los derecho humanos fundamentales».