Paraguay: Exhortación al voto consciente, libre y responsable

Mensaje de la 197 Asamblea Plenaria Ordinaria de la Conferencia Episcopal

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En su 197 Asamblea Plenaria Ordinaria, los obispos de Paraguay, en el Año de la Fe, en el Trienio de la familia y dentro del marco de la Misión Continental Permanente, han escrito un mensaje al pueblo cristiano, hecho público este 8 de marzo, en relación a las próximas elecciones generales de 21 de abril. Ofrecemos el texto del mensaje.

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¿Con qué criterios votar? 

Para que el voto de los ciudadanos sea noble, verdadero y justo, los candidatos, partidos y movimientos deberán demostrar que asumen algunos principios que consideramos importantes: 

El principio del bien común

-Es el compromiso efectivo con la equitativa participación de todos en los beneficios comunes de la sociedad, en especial de la salud y la educación, con políticas que otorguen recursos para una especial atención de los indígenas, campesinos y pobladores de asentamientos rurales y urbanos; así como una firme postura para la defensa del medio ambiente ante su  evidente y creciente deterioro.  

-Promover el combate a la corrupción en la administración de los bienes públicos y  una política impositiva que haga efectivo el impuesto a la renta personal. 

-Es urgente consensuar y promover una política de desarrollo rural para las familias campesinas y pueblos indígenas, para producir no solamente  cultivos de subsistencia sino también una variedad de cultivos que generen renta y la sostenibilidad. La agricultura familiar requiere de asistencia técnica, crediticia y permanente, infraestructura adecuada y seguros agrícolas ante las inclemencias del tiempo. Una reforma agraria integral es impostergable. 

-El problema de la tierra debe ser abordado con criterios del bien común y de la justicia social. El desarrollo rural pasa por la titulación de las tierras y el arraigo de las familias que viven en asentamientos, por el saneamiento del catastro nacional y por el saneamiento de los casos de doble y triple titulación. 

El principio de la vida y la familia

-Exige el compromiso con la defensa de toda vida humana en todas sus etapas, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural; implica el apoyo decidido a los programas y recursos apropiados para la protección de las madres, de los niños por nacer y en situación de riesgo; incluye la protección a los niños y las niñas, dando garantía a su desarrollo armónico, el cuidado de los adolescentes y jóvenes, de las mujeres, de los enfermos, de los adultos mayores y de las personas con capacidades diferentes.  

-Impulsar propuestas definidas para la defensa y promoción del matrimonio, concebido como la unión entre el varón y la mujer, de la familia y el cuidado de los hijos; propiciar políticas económicas orientadas a la generación de empleo, y políticas sociales para encarar una reforma agraria y urbana que garantice el acceso a la vivienda y el asentamiento de sectores populares y del campo. 

El principio de la libertad

-Se muestra en la tolerancia de las diversas tendencias y respeto a las legítimas diferencias, en la capacidad de diálogo y de negociación para establecer acuerdos con diferentes grupos y organizaciones nacionales e internacionales. El rechazo categórico a todo tipo de violencia y a la exclusión de las personas o grupos, como camino de solución de los conflictos. Promover un serio compromiso para afirmar las garantías y la seguridad de las personas y de los bienes de todos los ciudadanos,  particularmente de los más débiles e indefensos. 

-El respeto y la promoción de las familias y de los padres como primeros educadores y legítimos trasmisores de la tradición religiosa y cultural de su comunidad. 

-El respeto al derecho de los fieles de cualquier religión de recibir la educación en sus creencias religiosas y de manifestarla públicamente sin obstáculos. 

¿Por qué votar?

Nuestro deseo es motivar a todos a participar activamente en las próximas elecciones ejerciendo el derecho y la obligación de elegir y votar en vista a la construcción de una verdadera democracia según la Constitución Nacional (Art. 118). 

Estamos aún en transición desde una democracia electoralista, pero en camino hacia la participación democrática plena. Esto refuerza la importancia de cada voto para consolidar el proceso político basado en la soberanía del pueblo y en el Estado de derecho. 

La lección de la historia y la convicción de la fe nos animan a reiterar que nuestro desafío moral y cívico consiste en construir el Estado de derecho en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 408).

¿Cómo votar?

Las ambigüedades de las campañas, la maquinaria partidaria, el vicio de la compra-venta del voto, no deberían empañar ni deslegitimar la voluntad sagrada expresada en las urnas. Esta obligará a los candidatos y partidos a cumplir las promesas realizadas. 

Hemos de crecer  asumiendo las respectivas responsabilidades, renunciando al fanatismo, y ejercitando la conquista de la libertad y del patriotismo.  Demos el voto inteligente a los programas realizables, a los partidos que prometen y cumplen; hagámoslo con la conciencia sincera y honesta para lograr las condiciones de vida más justas y más humanas que todos esperamos. 

¿Por quiénes votar?

Antes de dar nuestro voto debemos conocer a los candidatos, su perfil, su testimonio de vida coherente. Debemos seleccionar a personas que han mostrado y mantienen una trayectoria de vida personal, familiar y profesional honesta y responsable. También debemos fijarnos de quiénes están rodeados; quiénes integran su grupo.

Nuestro voto se proyecta al futuro y desde la memoria histórica. Si los candidatos en períodos o funciones anteriores han participado en actos de corrupción o han sido incompetentes o deshonestos, es muy probable que de nuevo nos defrauden. 

Conclusión

En la tradición católica la ciudadanía siempre fue un valor muy importante y la participación política una obligación. «No basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo» (Documento de Aparecida, 74). 

Pedimos al Espíritu Santo que ilumine la conciencia de electores y electos, para que juntos construyamos y defendamos una comunidad nacional más justa, sustentable y sin exclusiones. Nuestro Señor Jesucristo, su Madre María de la Asunción, San Roque González y sus compañeros nos bendigan en este empeño. 

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ZENIT Staff

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