Reproducimos para los lectores un artículo publicado por ZENIT, que se hacía eco de una entrevista hecha por la agencia argentina AICA al cardenal Bergoglio –hoy papa Francisco–, cuando se despedía de la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina.
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Es más cómodo ser monaguillo que protagonista
El cardenal Bergoglio se despide de la presidencia
BUENOS AIRES, miércoles 9 noviembre 2011 (ZENIT.org).- El cardenal Jorge Bergoglio se despidió de la presidencia de los obispos argentinos con una larga entrevista. En la misma, hace un repaso por la situación de la Iglesia. Sobre los laicos, afirma que corren peligro de “clericalización” y que es más fácil ser monaguillo que protagonista.
Sobre Buenos Aires, afirma –en una larga entrevista concedida a la agencia AICA- que hay muchas cosas por hacer: “Hay que seguir caminando e ir haciéndolas de a poco. Ésta es una ciudad que de noche tiene tres millones de habitantes y de día ocho”.
En este sentido, se refirió a la pastoral urbana y el congreso celebrado hacia fines de agosto en la región de Buenos Aires, que “nos hizo mucho bien”. “Nos hizo caer en la cuenta de que lo monocultural no corre. Decían en el Congreso que hay 6 o 7 ciudades imaginarias en Buenos Aires. El gran esfuerzo no solamente es inculturarnos –que siempre hay que hacerlo- sino comprender los lenguajes que van llegando que son totalmente distintos. Aparecida tiene unas consideraciones muy fuertes sobre la pastoral urbana”.
¿Cómo ve a los laicos en la Argentina? “Hay un problema, lo dije otras veces: la tentación de la clericalización. Los curas tendemos a clericalizar a los laicos. No nos damos cuenta pero es como contagiar lo nuestro. Y los laicos –no todos pero muchos- nos piden de rodillas que los clericalicemos porque es más cómodo ser monaguillo que protagonista de un camino laical. No tenemos que entrar en esa trampa, es una complicidad pecadora. Ni clericalizar ni pedir ser clericalizado. El laico es laico y tiene que vivir como laico con la fuerza del bautismo, lo cual lo habilita para ser fermento del amor de Dios en la misma sociedad, para crear y sembrar esperanza, para proclamar la fe, no desde un púlpito sino desde su vida cotidiana. Y llevando su cruz cotidiana como la llevamos todos. Y la cruz del laico, no la del cura. La del cura que la lleve el cura que bastante hombro le dio Dios para eso”.
¿Qué opina del concepto del papa Benedicto XVI que habla de la «belleza tecnológica»?
“Sí, las instituciones eclesiásticas siempre se han entendido más con la categoría «verdad» y no con la de «bondad» y la de «belleza». La comunicación supone las tres. Comunicarse supone decir una cosa que uno entiende que es verdad, decirla con bondad y con belleza. Las tres juntas. Las instituciones eclesiásticas todavía no desarrollaron sobre todo la dimensión de la belleza. Creo que hay que trabajar mucho en eso. La belleza en el mensaje, en la transmisión, la vida misma, la captación de las cosas, las cosas son verdaderas, buenas y bellas. Y si le falta algo le falta algo de las tres. Una verdad que no es buena termina siendo una bondad no verdadera. Van juntas. Lo mismo con la belleza. O sea, que la relación tiene que ir por esos carriles. Y tenemos que hacer un esfuerzo por que eso madure y progrese. [Recomienda la lectura del documento conciliar Inter Mirifica sobre los medios de comunicación social.]”.
¿Cuál es su mirada sobre el CELAM? “Que ha crecido, va madurando. De algo meramente funcional, porque tenía que ser así cuando empezó, se ha transformado en algo inspirativo. La última Conferencia del Episcopado en Aparecida es levadura de inspiración más que bajada de línea funcional. Es un llamado a la creatividad, marca líneas de misionalidad, no termina con un documento como las anteriores conferencias sino que termina con una misión. Eso es muy importante”.
Sobre Aparecida. Sus luces, sus sombras, afirma: “La inspiración del Espíritu es la gran luz que hubo ahí. Sombras son las mil y una cositas que trababan y tuvimos que superar. Pero no me atrevería a decir que la mayor luz fue ésta. Creo que todo fue un complejo de luces y sombras y que ganó la luz. Es la primera conferencia general del episcopado que se hace en un santuario mariano que tiene capacidad para 35.000 personas. Todos los días concelebrábamos los 200 y pico de obispos con gente. Los días de semana había poquita gente: 200, 300 personas, poquitas… Sábado y domingo, 30.000. Y las sesiones se hacían debajo del santuario, en instalaciones que hay ahí para los peregrinos. De manera que nuestra música de fondo eran los cantos del santuario. La voz del pueblo de Dios. Ésa fue una de las grandes luces de Aparecida: el pueblo de Dios metido en la conferencia, en un santuario mariano, la casa de la Madre”.
Entrevista completa en: http://www.aica.org/index.php?module=displaystory&story_id=29236&format=html&fech=2011-11-09.